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Noche de Jálogüin

Camy Domínguez

Santa Cruz de Tenerife —

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El otro día le escribí un mensaje de WhatsApp a un alumno en el que empleaba la palabra Jálogüin y en la conversación presencial que tuvimos un par de días más tarde salió el tema de que él nunca había visto escrito Halloween de esa manera. Le contesté que, ya que esa costumbre había venido para quedarse, lo lógico es que acabáramos adaptando el extranjerismo a nuestra pronunciación como hemos hecho con muchas otras palabras.

Como ya sabrán ustedes, en estos días atrás en muchos países angloparlantes ha tenido lugar la celebración de Halloween. Y será que nunca presto atención y por eso, por más que mis profesores de inglés me la han venido explicando todos estos años, sigo sin saber con toda exactitud sobre esta tradición, pero lo que no acabo de entender todavía es qué pinta en este país una costumbre como esa. Como si no tuviéramos bastantes tradiciones que ni sabemos que existen.

No es que me moleste ni me deje de molestar, no. Y no faltará quien nos advierta de que la tradición de Halloween es tan ajena a nuestra cultura como lo es la de los Reyes Magos u otra cualquiera. Por supuesto que me hace gracia ver a los chiquillos por la calle disfrazados de brujitas y vampiritos la noche del 31 de octubre diciendo aquello de “truco o trato”, sin saber muy bien qué función tiene decir esa fórmula y por qué les dan golosinas a cambio. Está claro que ellos se disfrazan por pasar un rato divertido y sobre todo por las chuches.

Muchos de quienes les entregan las golosinas desconocen más aún el motivo. Las entregan sin más porque las piden los niños y ya está. En definitiva, mucha gente está intentando mantener el equilibrio entre el desconocimiento y el estar en la onda para no quedarse descolgado y porque ya se sabe que no hay nada más español que sumarse a todos los saraos.

Otros en cambio intentan combatir las calabazas de Halloween a castañazo limpio, como si fuera lo mismo una calabaza que una castaña. En realidad no hay nadie que haya hablado de sustituir las castañas por calabazas, ni el “pan por Dios” por el “truco o trato”. Y encima este año ni siquiera he visto una castaña a la fecha que estamos…

Lo que está claro es que Halloween ha venido para quedarse y son muchas las actividades que se hacen con este motivo, sobre todo en centros educativos en los que desde tiempos inmemoriales se nos enseña el inglés, su lengua y todas sus costumbres. Pues si esto es así, habrá que hacerle un huequito en nuestro listado de festejos sin dejar de transmitir nuestra propia tradición, porque no es posible que los alumnos conozcan cómo se desarrolla la fiesta de Halloween y desconozcan, por ejemplo, que el Don Juan Tenorio de Zorrilla se representa el 31 de octubre en muchos teatros de España y que no sepan ni de qué va; que en otros lugares celebran los “finaos” y el “pan por Dios” y que la gente suele visitar los cementerios para enramar las tumbas de sus seres queridos…

En lo que no estoy de acuerdo -y seguramente usted tampoco- es en algunos añadidos que, a modo de siniestras gamberradas, se están incluyendo en la celebración de la víspera de Todos los Santos. Y si no, dígame usted a ver qué le parece, señora, que un nieto suyo, junto con otros amiguetes se vayan a tirarle piedras y huevos a las guaguas, por ejemplo. Porque una cosa es disfrazarse y asustar de bromita y otra bien distinta es sembrar el terror y destrozar lo que tanto nos cuesta conseguir a base de pagar impuestos.

No me creo yo que usted esté de acuerdo con que su vástago vaya por ahí la noche de Halloween, con la excusa de pasarlo bien haciendo semejantes barbaridades. Infórmese y enséñele bien cómo es la cuestión, porque, si en esto es en lo que vamos a ir derivando esta nueva costumbre, más vale que ni paren la máquina, porque yo me bajo con ella en marcha.

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