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Los fugados de Hoya Fría: sin derechos en la calle y humillados en el CIE

Patio del Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Hoya Fría, en Tenerife.

Natalia G. Vargas

Santa Cruz de Tenerife —

Hace ya dos meses, un grupo de veintiocho personas escogió la calle frente al Centro de Internamiento de Extranjeros de Hoya Fría, en Tenerife. No tener garantías legales o convertirse en objeto de explotación laboral, e incluso sexual en el caso de las mujeres, no frenaron sus ansias de salir de una prisión en la que estaban retenidos sin haber cometido delito alguno. “Personas que han visto incluso morir a sus familiares en el mar, describen su estancia en el CIE como lo peor de su periplo migratorio”, señala la psicóloga de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) en Canarias Adara Reyes.

El 3 de agosto escaparon 20 personas y, una semana después, ocho internos protagonizaron una nueva fuga. Sesenta días más tarde, según ha informado la Policía Nacional a este periódico, no todos han sido localizados. Los que fueron encontrados están de nuevo en el CIE, en condiciones denunciadas en múltiples ocasiones por distintos colectivos sociales y por los propios migrantes. Los que no, permanecen en un limbo legal que enturbia más si cabe su futuro. Ninguna de las opciones parece segura.

Si las personas han llegado a España con documentación, esta se encuentra retenida en la Policía de Extranjería. “La situación es de mucha vulnerabilidad. Por lo que normalmente acuden a acogidas de compatriotas que están aquí en una mejor situación”, explica la antigua jueza de control del CIE de Barranco Seco en Gran Canaria y actual diputada de Unidas Podemos en el Congreso de los Diputados, Victoria Rosell. De este modo, a pesar de que su objetivo sea trabajar de forma honrada y ayudar a sus familias en su país de origen, el estado de desamparo legal “las condena a trabajar de forma muy precaria”. “Acaban siendo carne de explotación”, asevera Rosell.

Para las mujeres siempre es peor. “Una mujer invisibilizada hasta el punto de no tener papeles puede convertirse en víctima de abuso laboral, de explotación sexual e incluso de violencias machistas”, señala Rosell. Asimismo, recuerda que en España ha habido casos de mujeres en situación administrativa irregular que han ido a denunciar por violencia machista y han sido detenidas ellas. “Debería primar su condición de víctimas, pero se han dado malas prácticas que las precarizan y vulnerabilizan aún más porque entonces no se atreven a denunciar o ir a centros de salud”, apunta.

Dentro del CIE, ser mujer tampoco es fácil. La psicóloga de CEAR, que ha visitado tanto el CIE de Barranco Seco como el de Motril en Granada, recuerda cómo durante la menstruación las internas debían pedir las compresas de una en una al agente de la policía nacional de turno porque “no les dan el paquete entero”. “Se sienten humilladas, y ellos también, no entienden por qué están en una cárcel si no han cometido ningún delito. Sobre todo la comunidad africana, para la que el sentido del honor es muy valioso, se siente deshonrada cuando está allí”, explica Reyes.

En el centro de Granada, añade, en 2009 tenían que “dormir de pie porque no había espacio”. La vulneración de su honor, según la psicóloga, puede ser uno de los motivos que hayan empujado a los fugados de Hoya Fría a escapar: “Pueden pensar: ”Yo no he hecho nada para estar aquí. Prefiero morir de hambre en la calle a vivir encerrado como un delincuente“. 

Tan solo 72 horas pasan entre que las personas migrantes en situación administrativa irregular llegan a las fronteras españolas hasta que son internadas en un CIE. Asistencia sanitaria ambulatoria, comisaría, e internamiento. A pesar de que, en buena parte de los casos, hayan abandonado sus hogares, familias, e incluso hayan pasado noches en el mar, no reciben ningún tipo de atención psicológica en esos tres días.

Pedir asilo sin ver a tu abogado 

“Todavía la salud mental está muy elitizada. No se entiende que cuando han pasado situaciones tan terribles y se encuentran en una situación de bloqueo emocional, lo básico son unos auxilios psicológicos”, valora Reyes. Una vez fuera, el apoyo de especialistas como Adara Reyes puede determinar su futuro. “Algunos intentan olvidar, y meten su estancia en el CIE en ese cajón de sastre de experiencias negativas que han tenido en su viaje. A otros, les genera un sentimiento de rabia que les conduce a actitudes de indignación y enfado con la sociedad”, explica la psicóloga.

Las personas internas en el CIE “están ahí para ser expulsadas”, tal y como explica Victoria Rosell. Sin embargo, “las estadísticas de los centros de Canarias revelan una eficacia de la expulsión paupérrima”. Asimismo, durante el tiempo en el que están privadas de libertad, no reciben servicios de acción cultural, social o de ayuda legal más allá de la que prestan las ONG. “Hay personas que podrían quedarse por ser víctimas de delitos, o por protección internacional, pero en el CIE están para ser expulsadas”, añade la antigua jueza de control de Barranco Seco.

A efectos jurídicos y de refugio, los CIE “tienen ficción de frontera”, tal y como explica Rosell. De este modo, dentro de sus paredes los internos pueden solicitar la protección internacional. Sin embargo, esto supone “reconocer un fallo del sistema”, ya que según la propia Ley Orgánica de derechos y libertades de los extranjeros en España, la gente candidata a recibir asilo no debe estar privada de libertad. La psicóloga de CEAR recuerda que, cuando las entidades sociales entraron en Barranco Seco, muchos internos fueron trasladados a Tenerife, a pesar de que tuvieran asignado un abogado de oficio en la provincia de Las Palmas. “Muchas veces no llegaban a conocerlo”, puntualiza.

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