'Notas de un viaje': la ULL resguarda el “irónico” manuscrito de un intelectual francés del siglo XIX en su visita a Canarias
El catedrático de Historia de América de la Universidad de La Laguna Manuel de Paz Sánchez ha donado al Servicio de Biblioteca de la Universidad de La Laguna un importante manuscrito del viajero francés del siglo XIX Arthur Jean-Philibert Grasset, explorador y artista amigo de Sabino Berthelot que, bajo el seudónimo Pailloux relata los tres viajes realizado desde Argelia a Canarias, pasado por las costas marroquíes, en 1877, 1879 y 1881. La obra fue adquirida por el profesor de la institución en 2019 a una librería parisina, que a su vez se hizo con este documento mediante subasta.
El acto formal de recepción de esta donación se ha celebrado hoy, lunes 25 de julio en el Fondo Antiguo de la Biblioteca General y de Humanidades del Campus de Guajara, con la presencia de, además del catedrático donante, la rectora, Rosa Aguilar; el vicerrector de Investigación y Transferencia, Ernesto Pereda, el vicerrector de Cultura y Participación Social, Juan Albino Méndez; la subdirectora del Servicio de biblioteca, Carmen Julia Hernández, así como la directora de Instituto de Estudios Canarios, Maravillas Aguiar, cuya entidad publicó en 2021 un trabajo monográfico sobre este relato de viajes editado, transcrito y anotado por la profesora de la Universidad de Estrasburgo Nathalie Le Brun, que también acudió al evento.
El manuscrito, cuyo título original es Notes de voyage. Excursions sur les côtes du Maroc et aux îles Canaries, pendant les années 1877, 1878 et 1879, contiene los diarios de los tres viajes señalados, divididos en cinco cuadernos con 120 folios en total, escritos en francés a tinta y a lápiz, con ilustraciones, algunas de ellas coloreadas a la aguada. Este trabajo nunca fue editado formalmente y, por ello, hay disparidad de formatos en las hojas que lo componen; así, algunas de ellas están perfectamente transcritas, con buena letra y respetando márgenes, mientras que otras están redactadas deprisa, muchas veces en plena travesía o excursión.
Como explica la profesora Le Brun, el texto no es tanto una crónica escrita con estilo reposado, sino un auténtico diario en el que el autor iba dando cuenta de los sucesos que iba viviendo en cada momento. Destaca su estilo irónico, demostrado en las vivaces descripciones que da de algunas personas, así como la vasta cultura del autor, que llenó el texto de referencias literarias e históricas y, dados sus conocimientos de música, llegó hasta anotar en un pentagrama la melodía del canto de los serenos de La Laguna, que le resultó especialmente molesto.
Otra muestra de la versatilidad intelectual de Grasset queda patente en sus notables acuarelas, las cuales permiten observar paisajes de lugares como Las Palmas de Gran Canaria, Teror, Santa Cruz de Tenerife o Taganana, entre muchos otros, y apreciar cómo han cambiado en el transcurso de los siglos. Como curiosidad, algunas ilustraciones están solo parcialmente pintadas, ya que se trataban de esbozos realizados rápidamente in situ que el autor tenía la intención de colorear a posteriori en su estudio, por lo que escribía sobre cada parte del dibujo qué color debía aplicar después.
Otra ilustración notable es la de una figurilla aborigen canaria hallada en el cenobio de Valerón (Gran Canaria) y actualmente custodiada en el Museo Canario, que supone la primera plasmación gráfica de dicho ídolo, realizada por Grasset meses antes de la que hasta ahora se consideraba el primer rebozo de la figura, a cargo de Sabino Berthelot.
Le Brun también explica que el estilo del texto es en ocasiones altivo y denota la creencia del autor, muy propia de su época, en una hipotética superioridad cultural francesa, de tal manera que no duda en manifestar que, a medida que sus viajes le llevan más al sur, alejándose del continente europeo, se siente más cercano “a la barbarie”. También establece comparaciones entre “los españoles de Canarias” y los árabes (a los que se refiere con el término hoy despectivo, pero entonces muy en boga, de “moros”).
Por su parte, el profesor De Paz explica que pudo adquirir la obra gracias al aviso que le dio, precisamente, la profesora Le Brun, quien lo vio aparecer en el catálogo online de la librería. Ha querido donarla a la que es su “alma mater” porque sabe del cuidado que se pondrá en su digitalización y procesamiento bibliográfico para hacer accesible a la comunidad investigadora. No es, además, la primera donación que realiza a la universidad, la cual ya cuenta con unos 600 volúmenes de su biblioteca personal sobre temas históricos. Como anécdota, y en un tono más jocoso, recordó que, cuando tuvo en su poder el valioso grupo de folios, lo escondió en el lugar más seguro que se le ocurrió: “Debajo una pila de apuntes de las asignaturas que imparto. ¡Seguro que nadie miraría ahí!”.
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