En el colmo de la estulticia, el editorialista independentista, el ridículo soberanista canario que termina por avergonzar a los verdaderos soberanistas y a los verdaderos independentistas, se permitió confesar en el juicio de este miércoles que sus infamias sobre los negocios turbios de la familia del presidente Rivero en México fueron “un refrito” realizado por sus periodistas a partir de los papeles falsos publicados por el fracasado portal Kanarileaks, muerto nada más nacer precisamente por haber patinado tan soberbiamente con esos documentos falsos. Fueron refritos de mucha calidad porque los refritos vulgares son los que hacemos los demás medios informativos. En El Día copiar y pegar es, según su propietario una labor “angelical”, “limpia”, “pulcra”, lo que le refuerza moralmente para descartar la obligatoriedad de contrastar, la prescripción legal de publicar rectificaciones de las personas afectadas por la falsedad o la nobleza de enmendar el error pidiendo disculpas y enterrando para siempre la cagada en el fondo más oscuro de las hemerotecas. Él ha preferido mantener su postura soberbia, de hidalgo con los calzoncillos canelos y los calcetines raídos que reclama al régimen la recuperación de sus honores.