No son tiempos para la euforia partidista, ni los vientos le son muy propicios a la política. Y eso lo están notando de manera destacada los expertos analistas en la cuantificación de lo que está abarcando esta pre-campaña electoral. El personal no se echa a la calle a protestar en proporcional equivalencia a lo que está cayendo, eso es verdad, pero a cambio se desentiende, despotrica de la dirigencia política en general y se desmoviliza hasta límites quizás hasta ahora inéditos. Por eso empieza a ser altamente meritorio que a alguien se le ocurra organizar un mitin a la antigua usanza. Lo acaba de hacer este fin de semana en Canarias en el PSOE que, junto a Nueva Canarias, va ocupando los primeros puestos de movilización mitinera a la espera de que las otras grandes fuerzas echen el resto. Algunos sectores de la prensa y animadores de las redes sociales resaltaron que Zapatero no llenara la hamburguesa, el pabellón Santiago Martín, que superó la nada despreciable congregación de 2.500 almas, todo un hito si se tiene en cuenta el momento que atraviesa el PSC en Tenerife y que el mitin del presidente se celebró al día siguiente de que saltara a las primeras páginas la última oleada de la EPA: 4,9 millones de parados. En Gran Canaria la cosa tuvo otro color, pero no pasó de las 2.000 personas, las que llenaron a reventar el auditorio Alfredo Kraus. Hubo euforia, cierto, pero biselada por el mal trago del momento. Saavedra dio con la frase de la jornada: “Recuperemos el ánimo y la ilusión para empezar de nuevo a subir la escalera”.