No bastan los argumentarios que todos los cargos públicos reciben cada mañana en sus correos electrónicos para poder hacer frente a la avalancha de críticas que genera el Gobierno de Mariano Rajoy. La inercia de tantos y tantos años de caudillismo, diecisiete en concreto, tiene a medio Partido Popular de Canarias huérfano, desnortado, como matando moscas con el rabo. Los más bregaditos, como Bravo de Laguna o Cardona, se defienden como pueden desde las plazas que tienen conquistadas gracias al electorado; otros como Manuel Fernández o María Australia Navarro parecen jugar a la piñata dando palos de ciego en todas las direcciones sin producir otra cosa que mucho ruido, poca efectividad y bastante sonrojo. Las últimas semanas de escasa participación de Soria en la vida interna del partido en Canarias los tiene en un sinvivir y a estas alturas, con el congreso regional del 28 de mayo prácticamente a la vuelta de la esquina, nadie se atreve a apostar por el nombre del que pudiera sustituir a Manolo Fernández como secretario general, con la consiguiente remodelación del grupo parlamentario. Presidentes insulares como la tinerfeña Cristina Tavío, la mentada Australia Navarro, la conejera Astrid Pérez y la majorera Águeda Montelongo empiezan a temer seriamente por su continuidad porque saben que Soria no va a mover un solo dedo por salvarlas de la contestación interna que cada una de ellas soporta.