Nada viene mejor ahora mismo a José Manuel Soria que la Medalla de Oro de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria o cualquier otra condecoración que le permita sacar pecho para colgársela. Es la primera vez en sus once años de carrera política en que se encuentra tocado, bajo de forma, con una altísimo grado de conocimiento entre los canarios y con una valoración que empieza a caer lenta pero inexorablemente bajo la sombra de la sospecha. Los casos de corrupción que le han estallado muy cerca y las numerosas irregularidades que le involucran a él directamente (viaje del salmón, chalet de Los Toscanes...) hacen que empiece a dudarse de modo severo de su intachable gestión pública. Por eso necesitaba que Pepa Luzardo rompiera por primera vez con la norma de no distinguir a ningún político en ejercicio. Lo hizo con el descaro que últimamente adornan cada una de sus actuaciones.