Lo confesamos: no hemos dado todavía ni con el piloto ni con la mercancía. Mucho menos con la caja negra -ños, cómo suena-, pero la famosa avioneta del factotum socialista de Fuerteventura, Blas Acosta, aquella que sirvió para bautizar su pacto interruptus con el Marqués de la Dunas, se escoñó el otro día. Literalmente, oiga. No ha habido que lamentar ningún percance mayor, pero el famoso biplano que el concejal de Urbanismo de Pájara tiene a través de una mercantil radicada en la isla, en uno de sus habituales viajes a la tierra de promisión de Agadir, tuvo que hacer un aterrizaje forzoso en una pista de tierra alejada de la plataforma aeroportuaria marroquí. Y se dejó las entrañas en el intento (la avioneta, claro). Nos cuentan que, gracias a Dios, no viajaba -ni la pilotaba- Blas, aunque uno de sus socios en la empresa que adquirió el aparato, Antonio Rodríguez, fue quien realmente pasó el susto forzoso. Que menos mal que no pasó de eso. De forzoso. Como el mismísimo pacto, ¿o no?