Mientras se recoloca la regasificadora de Gran Canaria, la de Tenerife, en Granadilla, va sorteando los obstáculos naturales de todo proyecto impuesto por las bravas. La resignación de la población ante este proyecto corre paralela al moderado pero imparable desgaste que sufre el poder tradicional de ATI, hoy trasmutada en Coalición Canaria pero con sus innegables raíces municipales insularistas. El PP ya accede con una naturalidad descarada a un terreno electoral y social hasta ahora exclusivo de los nacionalistas y empieza a amenazar seriamente plazas tan intocables como Santa Cruz, donde Cristina Tavío obtuvo un triunfo en mayo solo negado por el pacto entre CC y el PSOE. Los recientes resultados electorales del 20 N no ponen sin embargo en peligro la continuidad de ese acuerdo, al que parecen acostumbrarse en Tenerife todos menos don Pepito, que clama por el poder canarión que a su juicio representan los socialistas. Sí podría ser decisivo el único concejal del CCN que resiste en esa Corporación, Fernando Ballesteros, incorporado al grupo de gobierno desde junio pasado. Ballesteros, que ocupa la cartera de Fiestas, fue firme defensor del pacto de Nacho con el PP, y aunque ha mostrado siempre su lealtad al alcalde, José Manuel Bermúdez (CC), todo hace pensar que pasará a la oposición si Paulino Rivero consuma la expulsión del líder del CCN del grupo parlamentario nacionalista y, en el mismo acto, decreta la destitución del viceconsejero y el director general que ese partido tiene en el Gobierno.