Guía de Ngorongoro y Olduvai: El cráter de las maravillas y la garganta dónde nació la Humanidad

Rinoceronte negro en el cráter del Ngorongoro. Roman Boed

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En los tiempos de los antiguos safaris, una horda de cazadores y aventureros blancos se lanzaron a las sabanas africanas en busca de los llamados Big Fives, los animales más imponentes de la fauna africana: elefantes, leones, búfalos, leopardos y rinocerontes. Afortunadamente, los safaris de hoy cambiaron los fusiles por cámaras de fotos y grandes teleobjetivos. La idea sigue siendo la misma: poder ver a los Cinco Grandes y llevarse buenas fotos y la experiencia de haber compartido espacio con estos magníficos animales. Tanzania es uno de los mejores lugares del continente africano para 'cazar' a los Big Five. Aquí se encuentran verdaderos iconos de la naturaleza como el Serengueti, el Lago Manyara o el mítico Monte KIlimanjaro, una de las montañas más famosas y espectaculares de África. Aquí se concentra la mayor parte de la atención de los viajeros: pocos son los que eligen el Ngorongoro, aunque sea uno de los lugares más bellos y fascinantes del planeta. Una especie de 'mundo perdido’ en el que viven más de 25.000 animales; incluidos los ya escasísimos rinocerontes negros. ¿Qué podemos ven en Ngorongoro? Los cinco fives, cebras, gacelas, hipopótamos, jirafas, avestruces, flamencos, pelícanos, cocodrilos del Nilo, miles de especies de aves…

Un paraíso tallado durante eras. El Valle del Rift es una enorme cicatriz que recorre gran parte del este de África desde Yibuti al norte de Mozambique (aunque en la realidad va mucho más allá alcanzando al Valle del Jordán en la lejana Palestina). Estamos hablando de una grieta de casi 5.000 kilómetros de longitud que crece día a día desde hace unos 30 millones de años y que acabará por partir el continente en dos y formando un nuevo océano. Abundan los volcanes, las fallas, los desfiladeros. Un lugar de enorme interés geológico y con paisajes alucinantes: como el propio cráter del Ngorongoro, la caldera volcánica más grande del mundo. Y también histórico.

La visita a esta parte de Tanzania empieza en la ciudad de Arusha, a unos 90 kilómetros de la Reserva. En el Centro de Visitantes (Boma Road, sn; e-mail: ncaa_faru@cybernet.co.tz) se adquieren los permisos necesarios para visitar la zona, se paga la entrada y se contratan a los guías autorizados. No es posible visitar el parque por cuenta propia. Las reglas de conservación son muy estrictas. El viajero puede aprovechar para conocer esta ciudad que sirve de puerta de entrada a los principales parques nacionales tanzanos. Una visita recurrente es el Cultural Heritage Centre (Dodoma Road), un complejo de tiendas de artesanía que cuentan con un pequeño museo dedicado a las culturas nativas del área. Más modesto es el Arusha National Natural History Museum (Dirección: Boma Road) en el que se hace un repaso a la historia humana y natural de la zona. La ciudad es, también, el lugar dónde se contratan los safaris para visitar Ngorongoro si llegas aquí por tu cuenta sin nada listo de antemano. Fundamental comparar precios y, sobre todo, fijar de antemano todos los servicios (transporte, entrada al parque, guía, horarios, alojamiento). En el museo de visitantes hay una lista negra de agencias a disposición de los viajeros. ¿Una excursión de un día o varias jornadas? Todo depende de lo que uno puede gastar (en tiempo y el dinero). Hacer noche en los bordes del cráter es una experiencia impresionante. Y hay para todos los presupuestos: desde lujosos lodges a campings. Si haces un tour de dos o tres días podrás incluir Olduvai y el Lago Empakaai.

La carretera B-144 corre en dirección Este a Oeste buscando las riveras del Lago Victoria. Antes de llegar al Ngorongoro, pasaremos junto al Parque Nacional del Lago Manyara famoso por sus espectaculares poblaciones de hipopótamos. La carretera atraviesa las llanuras de sabana por donde pasan las grandes manadas de herbívoros que migran desde Serengeti hasta Mara. El altiplano ronda los 2.500 metros de altitud. Acá y allá surgen picos aislados que recuerdan esa época en la que el Rift era un continuo de erupciones volcánicas y terremotos. En ese contexto se explica el enorme socavón del propio Ngorongoro. 600 metros de desnivel en laderas perfectas y vírgenes cubiertas de bosques. Y al fondo, un verdadero paraíso natural.

Pastos verdes, las aguas salinas del Lago Magadi, los humedales de Gongor y más de 25.000 habitantes. Las paredes encierran un ecosistema de más de 264 kilómetros cuadrados donde no faltan los grandes inquilinos de la sabana: elefantes, cebras, ñus, rinocerontes, gacelas, hipopótamos, avestruces, flamencos… De todo un poco. Y en la cúspide de la cadena alimenticia el león (en el cráter viven unos 70 ejemplares) y el leopardo. La única manera de visitar este auténtico edén es a través de safaris contratados. Las normas de tránsito y comportamiento son estrictas. No más de 25 kilómetros por hora; prohibido echar el pie a tierra; cero basura…

Un paseo hasta la cuna de la Humanidad.- La Garganta de Olduvai se encuentra a pocos kilómetros del enorme socavón. Un modesto museo sirve de carta de presentación a uno de los yacimientos paleontológicos más importantes del mundo. Lamentablemente los restos más importantes que se han encontrado en este lugar se encuentran en grandes museos de Europa y América pero aquí pueden verse algunos fósiles del Homo Habilis una de las especies humanas más antiguas junto a restos de fauna y herramientas que ponen de manifiesto la humanidad de aquellos primeros hombres y mujeres. Laetoli es un paraje situado a 55 kilómetros del centro dl cuartel de guardaparques de Ngorongoro. Aquí podemos ver un conjunto de 70 huellas de tres individuos de la especie Australopithecus afarensi que caminaron por aquí hace 2,7 millones de años. Es dar un paso hacia atrás muy largo en la escala de la evolución humana. Tres individuos que andaban juntos casi un millón de años antes de que murieran los homo habilis que se encontraron en esta garganta que es un verdadero álbum de recuerdos de la especie humana.

Lo asombroso de esta parte del mundo es que nos permite hacer un recorrido por la historia de nuestra especie desde sus orígenes más antiguos hasta casi antes de ayer. Muy cerca del Lago Natrón nos topamos con uno de esos lugares en los que las teorías se convierten en algo tangible y sobrecogedor. Engare Sero es un paraje situado en un lugar muy importante para los massai. El Monte Gelai es conocido como la Montaña de los Dioses y ocupa un lugar preponderante en la cosmogonía de esta importante tribu africana. En un paraje plano podemos ver otras huellas humanas: esta vez hablamos de más de cuatro centenares de pisadas que datan de un periodo comprendido entre los 19.000 y los 6.000 años antes del presente. Se han identificado hasta 17 personas: dos hombres adultos, 14 mujeres adultas y lo que parece ser el rastro de un o una joven preadolescente. Uno se planta ante estos rastros extraordinarios del pasado y, literalmente, flipa en colores. Nos pasó también en otros lugares como Altamira (España) o la Cueva de Las Manos en la Patagonia argentina. En las inmediaciones del Lago Natrón hay otras muchas cosas por ver: las cascadas de Ngaresero en el Río Saitoti y las colonias de flamencos del propio lago que ponen de manifiesto que Olduvai es mucho más que su impresionante catálogo de maravillas arqueológicas (como los campos de arenas movedizas). Los massai completan el espectro de la presencia humana en la zona. Ellos llegaron aquí hace unos dos o tres siglos: son casi unos recién llegados. A lo largo de la ruta B-144 (en dirección hacia el Serengueti) hay varios asentamientos en los que el visitante inquieto puede descubrir aspectos del día a día de estos hombres y mujeres de la sabana que son una de las mejores muestras de cultura ganadera y guerrera de todo el mundo. El Kiloki Senyat Cultural Boma, uno de los más importantes de la región, se encuentra a escasos 10 kilómetros del acceso a la Garganta de Olduvai.

Fotos bajo Licencia CC: Richard Mortel; David Berkowitz; Oiva Karppinen; Malcolm Cerfonteyn; Mike W.

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