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Cada 27 de noviembre celebramos en España el Día del Maestro y la Maestra, una fecha que, aunque a veces pase desapercibida, debería situarse en el centro del reconocimiento social. La educación es, según la UNESCO, “el instrumento más poderoso para reducir desigualdades y construir sociedades más justas”. Y detrás de cada avance educativo hay maestras y maestros que sostienen, día a día, la esperanza de millones de personas.
Durante más de cincuenta años he tenido el privilegio de ser maestra de Educación Inclusiva y maestra de maestros. Mi mayor orgullo no son los títulos, sino haber acompañado a miles de niños, niñas, jóvenes y docentes en su camino hacia la dignidad, la justicia y la libertad.
Paulo Freire, mi gran referente, afirmaba: “La educación no cambia el mundo: cambia a las personas, y las personas cambian el mundo”. Esa frase ha guiado cada paso de mi vida profesional.
He trabajado en todos los niveles y modalidades educativas: infantil, primaria, secundaria, universidad, formación del profesorado, educación especial, educación de adultos, educación en contextos de exclusión social y educación para la paz. En cada espacio he intentado sembrar una educación que incluye, que libera y que transforma.
La educación inclusiva no es una opción: es un derecho humano reconocido por la ONU en la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. Sin embargo, todavía hoy en España el 18% del alumnado con necesidades específicas no recibe los apoyos suficientes, y el profesorado denuncia que la ratio y la falta de recursos dificultan una inclusión plena. Ningún niño o niña debería quedarse atrás por su origen, capacidad, género o condición.
He visto durante décadas cómo alumnos y alumnas considerados “difíciles” se convertían en médicos, artistas, maestras, emprendedores o ciudadanos comprometidos. Cuando se educa con rigor y con corazón, la vida cambia.
Por ello, en este Día del Maestro y la Maestra propongo:
a) Fortalecer la formación inicial del profesorado: más prácticas reales, más contacto con aulas diversas y menos teoría desconectada de la realidad.
b) Garantizar recursos suficientes para atender la diversidad: más docentes de apoyo, PT, AL y equipos estables.
c) Reconocer profesionalmente al profesorado: España está por debajo de la media europea en inversión educativa, y la OCDE advierte que el 40% del profesorado sufre sobrecarga laboral. Sin docentes cuidados, no hay educación de calidad.
d) Recuperar la voz del profesorado en las decisiones educativas: quienes están en el aula conocen mejor que nadie las necesidades del alumnado.
Ser maestra no es solo un trabajo: es una vocación, una responsabilidad ética y un acto de amor cotidiano.
Gracias a las familias que confían en nosotras. Gracias a mis alumnos y alumnas, de los que he aprendido más de lo que yo les he enseñado. Gracias a mis maestros y maestras, y a mis compañeros y compañeras, porque juntos hacemos posible lo que a veces parece imposible.
Hoy reafirmo mi compromiso: seguiré siendo maestra mientras tenga aliento, porque cambiar personas es la forma más hermosa de cambiar el mundo.
Felicidades a todos los maestros y maestras que, desde cualquier aula y en cualquier rincón, siguen creyendo que otro mundo es posible… y lo construyen cada día.