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La Guerra Civil a ojos de dos soldados fascistas y en boca de republicanos derrotados

Barcelona, enero de 1939. Las tropas franquistas acaban de entrar en la ciudad. Convoyes militares son los únicos vehículos que transitan las calles. Viviendas destruidas por los bombardeos y la población está cansada del conflicto y llora a sus muertos y exiliados. Es bien conocido el legado fotográfico de la Guerra Civil que nos dejaron fotógrafos como Robert Cappa, Kati Horna o Pérez de Rozas, pero son menos conocidas las imágenes que tomaron soldados del bando fascista que participaron en la guerra.

David Gesalí y David Iñíguez, historiadores de la Universitat de Barcelona (UB) publican 'Catalunya any zero. Crònica visual de la desfeta' (Angle Editorial). Con un título que lanza un guiño a la triología fílmica de Rossellini, emblema cinematográfico de la destrucción total, la singularidad de esta obra reside en mostrar por primera vez imágenes obra de soldados del bando vencedor.

El centenar de fotos que aparecen en el libro proviene principalmente de dos soldados extranjeros que se enrolaron en el bando sublevado franquista: Michele Francone, un subteniente italiano de la División Littorio encargado de capturar la reconstrucción de las infraestructuras, y Carl Schmidt, un enigmático miembro de la Legión Cóndor, cuyo material Gesalí e Iñíguez compraron por internet, y cuyo rastro tras la Guerra Civil se desvanece.

La obra ilustra el estado de devastación inmediato al fin de la Guerra Civil en buena parte del territorio catalán. Gesalí e Iñíguez daban vueltas desde hace cinco años a la idea de publicar un libro que agrupara fotografías y documentos de la Guerra Civil. No fue hasta que chocaron con la colección gráfica de estos dos soldados que pertenecían al bando vencedor que la idea fue poco a poco cobrando forma, hasta resultar en el libro que ahora publican.

Las escenas que los dos soldados fascistas capturaban con sus objetivos casan mucho con la idea de libro que los dos autores tenían en mente. A Gesalí e Iñíguez no les interesa la visión del fotógrafo profesional, que consideran sesgada ya que busca más el recurso estético o propagandístico. Ellos creen que las microhistorias que narran las escenas cotidianas y pintorescas retratadas por Francone y Schmidt, aunque no despunten por su calidad son de gran valor histórico por su naturalidad.

La obra también presenta fotografías de objetivos estratégicos de primera línea como los depósitos de carburante de Can Tunis en Barcelona, que la aviación franquista bombardeó para dejar sin reservas al ejército republicano. Así como imágenes de los puentes derribados de Manresa (Barcelona) o Lleida, testimonio del “Plan de voladuras” republicano, que consistió en dinamitar vías de comunicación para dificultar el avance de las tropas franquistas.

No obstante, para que el resultado del libro no quede parcial, los autores han combinado las imágenes con citas, relatos y comentarios de mujeres, soldados y población civil republicana que vivió la derrota. Es el caso de un hombre conocido como Bardés, un testimonio que narra en primera persona la batalla de Barcelona y el hambre, la miseria y las enfermedades que imperaban en una ciudad “donde los gatos palomas y otros animales habían desaparecido”. Bardés explica que en las estaciones subterráneas del tren de Sarrià “vivían” personas para resguardarse de los bombardeos. “Mientras tres niños lloran de frío y sueño, su madre recogía el colchón y barría el andén como lo haría en su portal”, describe Bardés.

“El escombro como símbolo del fracaso del hombre”

En este proceso de búsqueda, los dos autores han encontrado material gráfico y documental excepcional, como una fotografía de La Granadella (Lleida). Una población que incluyeron para representar la destrucción del frente del Ebro y de Aragón. La fotografía en cuestión, inicialmente ubicada en Belchite (Zaragoza), se la regaló un coleccionista a Gesalí e Iñíguez y tras documentarla descubrieron que por el campanario y por las marcas de las bombas, en realidad la instantánea se tomó en la población catalana en vez de la turolense.

Los autores destacan que la imagen podría corresponder a Sicilia, Normandia o cualquier otra escena que nos remita al horror de la Segunda Guerra Mundial. Y aprovechan para reivindicar que no debemos estudiar las distintas guerras en bloques estancos ya que “hay una causa-efecto en todos los conflictos”. Iñíguez concluye que el objetivo de publicar estas escenas grotescas no es otro que señalar el absurdo de la guerra y el fracaso como sociedad de haber llegado hasta allí. Además de ser culturalmente necesario para que no caiga en el olvido un episodio, preludio de la barbarie.

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