Análisis

Un DeLorean despega en Barcelona

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Pese a que el fenómeno ovni va a la baja, siguen produciéndose avistamientos extraordinarios. En los últimos días desde Barcelona se ha reportado sobre la sede del Ayuntamiento la presencia de un DeLorean, la máquina con forma de coche con el que Marty y Doc hacían viajes en el tiempo en la saga Regreso al futuro. A ningún barcelonés le ha extrañado esta presencia porque todos los partidos han situado los resultados del próximo 28M en la ciudad en el centro en sus estrategias posteriores. Hay un viaje al futuro político esperando a los vencedores, pero la máquina dejará en el pasado a quien pierda.

Barcelona vive este domingo unas elecciones tan abiertas como decisivas. Todos los partidos, tanto los de ámbito catalán como estatal, se juegan buena parte de su futuro en la capital catalana, porque esa alcaldía es la llave para triunfos mayores, para evitar un descalabro o para ganar batallas internas de cada partido. Los candidatos y candidatas que pierdan, tendrán muy difícil volver a tener una oportunidad en la ciudad, mientras que solo el partido que gane (o logre hacerse con la alcaldía) podrá apuntarse un triunfo completo este 28M.

El ejemplo más claro de la importancia de esta plaza para el mapa político catalán y español lo encarna Ada Colau. La actual alcaldesa no solo se juega su reválida este domingo, sino también una pieza fundamental para su espacio, En Comú Podem, y para el proyecto que Yolanda Díaz ha echado a andar con las elecciones generales en el punto de mira. Si triunfa en Barcelona, En Comú Podem seguirá ampliándose y Díaz contará con una crucial victoria antes de la batalla por la Moncloa. Pero, si cae la alcaldía, la noche será amarga para ambas.

La líder de Sumar ha demostrado que ha entendido bien esto y ha maximizado su presencia en Catalunya durante esta campaña. Solo en la capital ha protagonizado hasta tres actos junto a Colau, además de otras apariciones para empujar en ciudades clave para los comuns.

La formación catalana ha sido uno de los pilares de Díaz en el arranque de su proyecto, junto a Más Madrid y Compromís, y necesita que las tres fuerzas obtengan triunfos de calado. Las conquistas de En Comú, Más Madrid y Compromís, si las hay, consolidarán a Díaz, tanto hacia afuera como de cara a la pugna interna con Podemos.

Maragall a la baja y la revancha de Collboni

Algo parecido ocurre con el resto de aspirantes, quienes pueden arrastrar con su victoria o su derrota a sus partidos mucho más allá de las fronteras municipales. Ernest Maragall, ganador de las elecciones de 2019 y que repite como candidato de ERC con 80 años, tiene en sus manos mucho más que un resultado en un ayuntamiento.

Aunque no guste en el Palau de la Generalitat, el rendimiento de ERC en la capital será leído el próximo lunes como el primer examen en las urnas del Govern en solitario de Pere Aragonès. Y las encuestas no le son favorables. Los republicanos aspiran a que un posible resultado pobre en Barcelona se compense con uno bueno en el conjunto de Catalunya, algo que sí podría conseguir según los sondeos.

Después de un periodo de auge tras el procés, en el que parecía que los republicanos eran capaces de ganar cualquier elección, los de Aragonès han comenzado a dar muestras de desgaste precisamente en estas municipales y, de forma destacada, en Barcelona. Confiados por la victoria de Maragall en 2019, no ha habido apenas renovación de un equipo que a lo largo de la legislatura no ha encontrado su sitio ni en la oposición ni como aliados de Colau. La inesperada irrupción de Xavier Trias, que capitaliza el voto independentista moderado, ha acabado mermando las expectativas de ERC.

El president de la Generalitat conoce bien los DeLorean. El PSC le abrió la puerta de uno cuando aprobó los presupuestos catalanes en marzo pasado, ahuyentando así el fantasma de las elecciones inmediatas. Aragonès viajó entonces a un futuro en el que, pese a su soledad, se puede acomodar en la presidencia al menos un año más. Pero que ahora a Maragall se le rompa el condensador de fluzo podría amenazar la paz interna del partido y la calma en el Palau.

En el extremo opuesto se sitúa el PSC. Jaume Collboni fue en 2015 el alcaldable con el que los socialistas tocaron su mínimo histórico de concejales en la ciudad, cuatro. Pero desde entonces el candidato siempre ha garantizado dos cosas: mantener a su partido dentro del gobierno municipal, salvo el periodo convulso tras la aplicación del 155, e ir siempre al alza en resultados electorales. En 2019 dobló, quedándose en ocho, y ahora aspira a llegar primero con entre 10 y 11 concejales, según las encuestas.

Collboni es además el candidato que mejor lo tiene para formar pactos postelectorales. Pese a que ha asegurado que respetará a quien quede primero, el socialista ha demostrado poder pactar con Colau y, a la vez, con formaciones a su derecha, como el acuerdo de investidura que fraguó junto a Manuel Valls para mantener a los comuns en la alcaldía. No ha cerrado la puerta a entenderse ni con Trias ni con el candidato del PP, Daniel Sirera.

Para el PSOE, la alcaldía de Barcelona es la pieza más cotizada de las elecciones municipales, habida cuenta de que los sondeos no son tan benévolos en Madrid. Recuperar la capital catalana para el socialismo abonaría su relato sobre la normalización de la sociedad catalana tras el procés, que el PSOE es el único partido capaz de competir en todos los territorios del Estado y, de paso, sería el triunfo definitivo para un PSC que se ha logrado recomponer de la crisis de la década pasada.

Un pasaje directo al futuro para conseguir unos mejores resultados para el PSOE en las generales y para el PSC en las próximas catalanas.

El reto de Trias: la vuelta de Convergència

A sus 76 años y después de haberse retirado, Xavier Trias nunca hubiera imaginado que volvería a la carrera electoral. Un año después de negarlo, ahora está pugnando por coger un DeLorean, no solo para él sino sobre todo para su partido. La operación del veterano convergente es doble. Por un lado, la evidente: ganar o al menos mejorar los resultados de su partido, que se desangraba en Barcelona sin encontrar liderazgos ni discursos claros. Pero, por el otro, Trias aspira a dar un impulso fundamental a los sectores moderados de Junts, en pugna abierta contra la otra mitad del partido que capitanea Laura Borràs.

“Dicen que esto es Convergència, ¡pues que se jodan si es Convergència!”, exclamó el candidato de Junts en un mitin al inicio de la campaña. Trias, que ha apostado por mensajes coloquiales y directos, mostraba así sus preferencias para el futuro de su partido.

Mientras que quienes han capitaneado Junts, de Carles Puigdemont a Borràs, llevan más de cinco años tratando de alejarse de la sombra del antiguo partido de Jordi Pujol, hay otra alma en la formación que apuesta por recuperar el espíritu de Convergència. Al principio, este sector se mantenía callado y entre bambalinas, pero las últimas derrotas y la pérdida de poder de la formación lo ha ido envalentonando. Ahora son una pequeña multitud, reunida en torno a la lista de Trias. Y tanto si ganan como si logran un buen resultado, su objetivo es utilizar la máquina del tiempo para consolidarse como la rama central y mayoritaria de Junts.

¿Quién viaja al futuro en la derecha?

En el DeLorean encaramado al tejado de la plaza Sant Jaume aún queda sitio para otros dos, o quizás para un solo viajero. El PP quiere montarse ahí porque sabe que podría ser la última ocasión de resucitar su partido en Catalunya. El aumento espectacular de Ciudadanos durante el procés les barrió la base electoral, pero la actual debacle del partido de Inés Arrimadas es una oportunidad de oro. Si el conservador Daniel Sirera entra en el Ayuntamiento y, todavía más, si es capaz de decidir quién es alcalde, el PP puede respirar tranquilo por su futuro no solo en Barcelona sino en toda Catalunya.

Las aspiraciones de Sirera solo podrían verse truncadas por la irrupción de Vox o, con menor probabilidad, de algún otro partido de derechas como Valents. Los de Santiago Abascal han volado ahora por debajo de los radares de las encuestas, pese a que su desembarco en unos cuantos municipios se da por hecho. Otra cosa es la capital catalana, siempre una plaza difícil para primerizos.

Si Vox logra pasar la barrera del 5% y mete al menos dos concejales en el consistorio, puede estar tranquilo sobre su penetración en toda Catalunya. Es más, si el aspirante de Vox se sube al coche de Doc y Marty le aguará el viaje a Sirera, porque significará que en el futuro ambos partidos deberán seguir compitiendo por un espacio reducido.