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Palabras Clave es el espacio de opinión, análisis y reflexión de eldiario.es Castilla-La Mancha, un punto de encuentro y participación colectiva.

Las opiniones vertidas en este espacio son responsabilidad de sus autores.

La adarga de ida y vuelta

Enrique Suárez Figaredo

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Suele representarse a don Quijote embrazando una rodela de acero (aunque bien pudo ser de cuero o madera). Es así durante la mayor parte del Quijote de 1605, pero en las primeras líneas de la novela leemos que Alonso Quijano disponía de una 'adarga antigua' (se hacían de cuero) con la que afrontará sus primeras aventuras. Sin que se nos informe del motivo para la sustitución, nuestro hidalgo, ya acompañado de Sancho Panza, sale de nuevo de su casa llevando “una rodela que pidió prestada a un amigo” (dQ1-7).

Habremos de suponer que la adarga tampoco sobrevivió a la furia del mozo de mulas que acompañaba a los mercaderes toledanos. Dicho mozo,

“que no debía de ser muy bien intencionado, oyendo decir al pobre caído tantas arrogancias, no lo pudo sufrir sin darle la respuesta en las costillas. Y llegándose a él, tomó la lanza, y después de haberla hecho pedazos, con uno dellos comenzó a dar a nuestro don Quijote tantos palos, que, a despecho y pesar de sus armas, le molió como cibera…, y acudiendo por los demás trozos de la lanza, los acabó de deshacer sobre el miserable caído”. (dQ1-4).