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Cuando las leyes se hacen en la clandestinidad

Oficina de Aguas de Alcázar. Foto por la Plataforma contra la Privatización de las Aguas de Alcázar.

Antes en la clandestinidad se movía la droga, se traficaba con cualquier bien ilegal y se movían actividades al margen de la ley o que no debían ser vistas. Desde lo más sórdido a lo no aceptado socialmente. Ahora en la clandestinidad se aprueban leyes, se crean decretos y se conceden empresas.

Dicen que la ley está para cumplirla, pero difícil de llevar a cabo cuando el que la incumple es el que las dicta. Más aún cuando el que la incumple dice qué está bien y qué no. Y si algo no está bien, ya se encargará de hacer (o al menos que parezca) que lo esté. Antes un ciudadano votaba pensando en quien podrá representarle en un ayuntamiento (o en otro órgano), con la esperanza de que hará lo mejor para el bien común. Pobres ilusos.

Usted puede estar de vacaciones (bien merecidas; enhorabuena si es usted uno de los ocupados de la región, ya que por otra parte, es un privilegiado) y al volver, que su ayuntamiento le haya sorprendido con que la empresa de aguas municipal ya no es pública. ¡Sorpresa! ¡El mes que viene le llegará una factura nueva! Tranquilo, no busque entre el programa de gobierno del partido que ostenta la alcaldía (que no ganador), ya que no lo encontrará por ningún lado. Encontrará que usted votó en un referéndum allá por el mes de marzo en el que le preguntaron si quería que la empresa fuese pública. Ganó el “sí” con un 99% de votos. Entonces, ¿qué ha podido pasar? ¿Por qué no se ha pasado a un pleno ordinario? ¿Por qué no se ha escuchado a la gente? ¿Por qué se ha aprobado en un pleno organizado sin previo aviso, en plenas vacaciones, escondiéndose de la gente?

Pues sí, así fue. La venta de 'Aguas de Alcázar' esta semana se hizo en un pleno organizado horas antes, que no sabía nadie de su celebración. Minutos antes por las redes sociales se avisaban unos a otros: “oye, que van a vender 'aguas' esta tarde, a las 18:00”. Y lógicamente, uno dudaba del mensaje. Porque no estaba dentro de la agenda, de la hoja de ruta que había que seguir para realizar el proceso. Premeditación, alevosía, y no había nocturnidad porque estamos en verano y hay luz a esa hora. Fue tan a la carrera que ni la oposición se enteró de que se iba a hacer un pleno, por vía de urgencia. Haciendo el mínimo trámite legal que hay que hacer (aprobarlo en pleno). Pero claro, nadie indica cuándo debe ser ese pleno, a qué hora, ni si hay que avisarlo con días de antelación. Cumpliendo la ley. Pero escondiéndose cual ratas.

¿Qué tiene que temer alguien que hace las cosas mal? A su propia conciencia. Al saber que, aunque lo esté haciendo, no es correcto. Que no hace el trabajo para el que fue elegido, es decir, el de hacer lo mejor para sus ciudadanos. Que se ríe de la democracia. Y de su vecino del segundo. Y del tercero. Y del de la panadería de enfrente. Elegidos para representar a unos vecinos a los que insultan, a los que amenazan, a los que denigran. Y si hago algo ilegal, usted no se preocupe porque ya cambiaré la ley para que no lo sea. Porque yo soy la autoridad.

Cuando se siente acorralado, el ser humano puede reaccionar de muchas maneras distintas: unos se esconden, otros corren como pollos sin cabeza, los hay que en un ademán de furia intentan vencer a quien les acorrala y los hay quienes intentan ver que el riesgo no es tal. Formas diferentes de actuar, ninguna adecuada para quien debe representar al pueblo. El primer error es pensar que el pueblo te acorrala, cuando son los que te han elegido. Es creer que la autoridad eres tú, cuando no, son los ciudadanos. Las 11.000 firmas son la autoridad. Los más de 3.000 votos a favor del agua pública. Esos son la autoridad.

Decía Ángel Puente (portavoz del grupo popular en el ayuntamiento y concejal) a algunos vecinos: “cuando deje de ser concejal os va a faltar pueblo para correr”. Como si fuera un patio de colegio. Como si viviésemos en el salvaje oeste. ¿Por qué habrá que esperar tanto tiempo, sr. Puente? ¿Tanto le interesa aguantar el tipo? ¿Puede quedarle a alguien que desprecia a sus propios vecinos y votantes aún un ápice de dignidad? Cuando los representantes del pueblo lo amenazan, es que algo estamos haciendo mal en la democracia. Una democracia debe dejar de ser echar un sobre en una urna cada 4 años para que 'los elegidos' tengan carta blanca para hacer y deshacer.

Pero no se preocupen, alcazareños. No les subirá la factura del agua. Bueno, quizá sí, pero el señor Diego Ortega se comprometió a que no subiría más del IPC, y que si subía más, lo pagaría de su bolsillo. Delante de la gente y delante de un servidor que lo escuchó por sus propios oídos, en ese ayuntamiento que pertenece a los ciudadanos pero del que se permiten echar a gente. Supongo que en el próximo pleno municipal el señor Ortega pondrá su número de cuenta corriente al que pasarle las facturas del agua en caso de que suban más de lo estipulado. Al fin y al cabo el precio ya es una decisión que le corresponde a Aqualia, y que lógicamente es una empresa cuya función es ganar dinero. Tranquilos, el señor Ortega se encargará de todo, ¿o acaso será una mentira más?

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