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Cinco hábitos matutinos que pueden mejorar tu estado de forma y bienestar

Aurora López

28 de agosto de 2025 14:14 h

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La manera en que afrontamos las primeras horas de la mañana influye directamente en nuestro rendimiento físico, la claridad mental y el equilibrio emocional. Diversos estudios científicos han demostrado que los hábitos matutinos no solo condicionan el nivel de energía a lo largo del día, sino que también tienen un impacto en la salud a medio plazo. Cuando la prisa, el estrés y las obligaciones parecen ocuparlo todo, detenerse a diseñar una mañana más consciente puede ser una inversión acertada. A continuación, repasamos cinco prácticas que, de forma sencilla y sostenida, contribuyen a mejorar el estado de forma y el bienestar.

Incorporar estos cinco hábitos matutinos —regularidad en el sueño, hidratación, movimiento, desayuno equilibrado y cuidado mental— no requiere grandes sacrificios ni inversiones. Lo importante es la constancia y la personalización, puesto que cada persona debe encontrar el ritmo y la combinación que mejor se adapte a sus necesidades. Los beneficios, sin embargo, pueden ser profundos y traducirse en mayor energía, mejor estado físico, más capacidad de concentración y un bienestar emocional más sólido.

Levantarse a una hora constante y respetar el sueño

El primer hábito no comienza estrictamente al amanecer, sino la noche anterior. Dormir entre siete y nueve horas de calidad es un requisito básico para el buen funcionamiento del organismo. No obstante y aunque lo ideal sería dormir este número de horas, la clave no está solo en la cantidad, sino en la regularidad del horario.

La American Academy of Sleep Medicine subraya que mantener una rutina estable, es decir, acostarse y despertarse siempre a la misma hora, regula el reloj biológico, lo que facilita el descanso profundo y mejora la alerta al despertar. Romper constantemente esa rutina genera lo que se conoce como 'jet lag social', un desajuste que afecta al metabolismo, la concentración y el estado de ánimo.

Además, un despertar temprano y constante se ha asociado con un mejor aprovechamiento del tiempo, menor nivel de estrés y más capacidad para introducir otros hábitos saludables, como el ejercicio físico matinal. No se trata de levantarse a las cinco de la mañana, una tendencia que se ha popularizado en redes sociales, sino de encontrar la franja que mejor encaje con el ciclo personal y mantenerla. Por lo tanto, intenta programar la alarma a la misma hora incluso los fines de semana. Así, el cuerpo se habitúa y el despertar resulta menos brusco.

Hidratación inmediata

Tras varias horas de sueño, el cuerpo amanece en un estado de ligera deshidratación. La pérdida de líquidos durante la noche, aunque imperceptible, puede provocar somnolencia, falta de concentración y fatiga al despertar. Por ello, un gesto tan sencillo como beber un vaso de agua nada más levantarse ayuda a reactivar el organismo.

Un estudio publicado en el Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism mostró que la ingesta de agua en ayunas acelera temporalmente el metabolismo en torno a un 30% durante las siguientes horas. Además, favorece la digestión y prepara el sistema renal para la eliminación de toxinas.

En muchos países, como Japón, existe la costumbre extendida de beber varios vasos de agua al despertar, hábito que se ha vinculado con beneficios digestivos y cardiovasculares. Aunque no es necesario llegar a ese extremo, comenzar el día con al menos 300 o 500 mililitros de agua es una estrategia sencilla para mejorar el bienestar general.

Movimiento y ejercicio físico matutino

El tercer hábito es, probablemente, el más evidente cuando hablamos de mejorar el estado de forma: la práctica de ejercicio físico. Sin embargo, no se trata de lanzarse directamente a un entrenamiento de alta intensidad, sino de incorporar movimiento progresivo.

Un breve estiramiento, una caminata ligera o una rutina de yoga de 15 minutos pueden marcar una diferencia significativa. El ejercicio en las primeras horas activa la circulación, eleva los niveles de endorfinas y ayuda a mantener la disciplina a lo largo del tiempo, ya que por la tarde suelen acumularse más excusas y obligaciones.

De acuerdo con un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Bath en Reino Unido, se concluyó que el ejercicio matinal en ayunas potencia la quema de grasas y mejora la respuesta del cuerpo a la insulina, lo que tiene implicaciones positivas en la prevención de enfermedades metabólicas.

Para quienes disponen de más tiempo, salir a correr, montar en bicicleta o acudir al gimnasio en la mañana es una excelente opción. Pero incluso actividades breves, como subir escaleras en lugar de usar el ascensor, cuentan como movimiento saludable. En el caso de querer cambiar hábitos sedentarios, se puede comenzar con una rutina ligera de 10 minutos que combine movilidad articular, estiramientos y un par de ejercicios de fuerza. Con el tiempo, se podrá alargar según la disponibilidad.

Un desayuno equilibrado y consciente

El debate sobre si el desayuno es la comida más importante del día sigue abierto en el ámbito científico. Lo que sí parece claro es que, si se decide desayunar, la calidad de lo que se ingiere importa mucho más que la cantidad. Un desayuno cargado de azúcares refinados, como bollería, zumos industriales o cereales procesados, provoca picos de glucosa que generan cansancio y hambre pocas horas después. En cambio, un desayuno equilibrado, con proteínas, fibra y grasas saludables, estabiliza la energía y mejora la capacidad de concentración.

Opciones como avena con fruta y frutos secos, yogur natural con semillas o tostadas integrales con aguacate y huevo son ejemplos sencillos y nutritivos. También está ganando terreno la práctica del ayuno intermitente, que consiste en retrasar la primera comida del día. Varios estudios, entre ellos uno publicado en la revista Cell Metabolism, señalan que esta estrategia puede favorecer la pérdida de apetito y mejorar la sensibilidad a la insulina, aunque no es recomendable para todas las personas.

Además, más allá de qué y cuándo desayunar, la clave está en la atención plena, es decir, en dedicar unos minutos a comer sin pantallas ni prisas, lo que facilita la digestión y reduce el estrés.

Meditación, escritura o planificación

El bienestar no se limita al cuerpo. La mente también requiere cuidados desde primera hora. Por ello, practicar unos minutos de meditación, respiración consciente o escritura reflexiva puede aportar calma y claridad para afrontar el día.

En este sentido, según los datos difundidos por la Universidad de Harvard, se demostraba que la meditación regular modifica la estructura cerebral, aumentando la densidad de la materia gris en regiones vinculadas con el aprendizaje y la regulación emocional. Unos pocos minutos diarios son suficientes para notar beneficios en la reducción de la ansiedad y la mejora del enfoque.

Por último, dedicar cinco minutos a revisar la agenda y priorizar las tareas del día es una herramienta sencilla para ganar sensación de control y productividad. Evita, en la medida de lo posible, comenzar la mañana revisando correos o redes sociales, puesto que la atención se dispersa y el estrés aumenta.