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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

¿Cuánto costarían tus compras si pagaras por los costes ocultos?

Darío Pescador

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¿Cuánto cuesta una camiseta? Aunque puedes decidirte por una marca de moda y pagar más de 100 euros, si te acercas a Primark encontrarás camisetas por apenas tres euros. 

La ropa y el calzado han resistido a la inflación desde hace años. Mientras en la Unión Europea los precios en los últimos veinte años han subido un 65%, la inflación de la ropa ha sido cercana a cero. Esto quiere decir que en términos reales, la ropa es más barata ahora que hace dos décadas. 

Sin embargo, los combustibles, las materias primas y los salarios han subido de precio, lo que debería haber repercutido en lo que pagamos por una camiseta. ¿Qué ha ocurrido? La industria textil es un claro ejemplo de productos cuyo precio no reflejan las externalidades que generan.  

¿Quién paga por las externalidades?

En economía, una externalidad es la “diferencia entre el coste privado y el coste social”. Aunque hay externalidades positivas, en la mayoría de los casos se habla de las negativas.

Por ejemplo, en la fabricación de ropa, los costes directos principales son las materias primas, la maquinaria y la mano de obra. Sin embargo las externalidades pueden sumar mucho más.

Se calcula que para fabricar una sola camiseta son necesarios 2.700 litros de agua potable. Además está la huella de carbono, las emisiones que se suman en cada etapa de la fabricación, especialmente en el poliéster, que se fabrica con petróleo.

Cuando se lava la ropa de poliéster, diminutos microplásticos se filtran en el suministro de agua y ponen en peligro la salud humana y de la vida marina, lo que tiene un coste económico real. El cultivo de algodón también requiere una gran cantidad de agua y de pesticidas.

Los tintes disolventes y blanqueadores son responsables del 20% de la contaminación de las aguas en el mundo. La ropa desechada termina en vertederos donde se incinera, emitiendo más gases de efecto invernadero.

La eliminación de estos contaminantes, si se acometiera, tendría un precio que nunca paga el fabricante ni el consumidor de la camiseta de Primark. Además, el cultivo y la fabricación se llevan a cabo en condiciones de explotación, según denuncia un informe del parlamento del Reino Unido de 2019.

El mismo concluye la producción de ropa de esta forma es insostenible. La ropa es más barata que antes porque el planeta y las personas están pagando la diferencia de precio. Pero no es el único ejemplo. 

El verdadero precio de la verdura

En España abundan los ejemplos de externalidades sin pagar en la producción agrícola. Los melones, las lechugas y otros cultivos del Campo de Cartagena son directamente responsables del desastre ecológico del mar Menor.

Los restos de nitratos procedentes de los fertilizantes se filtran en el suelo y van a parar a los desagües, y de ahí al mar, lo que produce una eutrofización, el crecimiento de algas y la muerte del resto de la vida submarina.

La sobreexplotación sistemática de los acuíferos hace que las aguas subterráneas se contaminen con nitratos y sal. Este es un ejemplo de lo que ocurre en muchas explotaciones agrícolas en todo el mundo.

Si los productores se vieran obligados por las autoridades a depurar los vertidos, el coste de la depuración se sumaría al precio de sus frutas y verduras. Pero no es el único coste.

Las aguas contaminadas de los acuíferos también necesitan eliminar los nitratos y la sal. Las playas, lagos y ríos de las zonas contaminadas son menos atractivas para el turismo, lo que hace que llegue menos dinero a la región. Los peces de playa desaparecen, arruinando a los pescadores locales.

Todo esto sin contar con las emisiones de la quema de rastrojos, las correspondientes a la fabricación de los fertilizantes artificiales. La misma distorsión se da en la producción de carne en explotaciones industriales, o con los subsidios a la producción de maíz y soja en Estados Unidos y la Unión Europea.

El verdadero precio de la gasolina y la electricidad

Si crees que los precios de la gasolina están por las nubes, piensa que no estás pagando por su verdadero coste. Los coches necesitan carreteras en buen estado subvencionadas por el gobierno (es decir, el dinero de tus impuestos), y cuantos más conductores las utilicen, más dinero se necesita para arreglarlas.

La contaminación que se libera al conducir empeora la calidad del aire, lo que contribuye a una serie de dolencias, desde las enfermedades cardíacas hasta el asma, que producen gastos en el sistema de salud y pueden acabar matando a la gente.

El tráfico hace perder el tiempo y perjudica la productividad. Los accidentes de tráfico matan a más de un millón de personas al año. Hacer un cálculo es complicado, pero un informe de 2007 en EE UU calculó que el precio de la gasolina se triplicaría si se tuvieran en cuenta las externalidades.  

Algo parecido, y más grave si cabe, ocurre con la producción de energía. La producción de electricidad está plagada de externalidades. Cerca de un 60% de la electricidad en el planeta se genera a partir de combustibles fósiles, y su extracción provoca la contaminación del agua, la destrucción del hábitat natural y daños socioeconómicos.

La contaminación por la quema de carbón produce un elevado coste en la salud de las personas. La producción de energía también utiliza agua, a veces a expensas de la agricultura y los ecosistemas. 

El cambio climático por las emisiones de gases de efecto invernadero puede aumentar aún más estos costes. Siglos de uso de combustibles fósiles han liberado más de un billón de toneladas de dióxido de carbono y otros gases.

El calentamiento global ya está provocando un aumento del nivel del mar, tormentas extremas y sequías, perdidas de cosechas y flujos migratorios. Los créditos de carbono son un intento de poner precio a las externalidades de las emisiones de gases de efecto invernadero.

Sin embargo, según un informe del Banco Mundial, el precio actual de emitir una tonelada de CO2 (acordado en el tratado de París, y que depende del país) no es suficiente ni siquiera para cubrir la mitad del coste estimado del cambio climático. Por si fuera poco, EE UU, uno de los principales contaminadores, no ratifica el tratado. 

Una economía en la que los precios no reflejan el verdadero coste no puede funcionar durante mucho tiempo, y la crisis provocada por el conflicto en Ucrania y la crisis de la cadena de suministro lo están poniendo de relieve.

Cuando los individuos, los hogares y las empresas no internalizan los costes externos, los mercados se vuelven menos eficientes, según reconoce el Fondo Monetario Internacional. Regularizar este desequilibrio requiere la intervención, no solo de los gobiernos nacionales, sino la puesta en marcha de tratados internacionales.

Hay que recordar que no solo es la naturaleza y los seres humanos de hoy quienes están pagando el pato de las externalidades. Los costes asociados a las externalidades se extienden a lo largo de cientos de años, durante los que nuestros descendientes estarán saldando esta deuda

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