Hervir, cocer, escalfar y escaldar: las cuatro técnicas que poca gente diferencia

Adrián Roque

23 de noviembre de 2025 09:00 h

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En la cocina todos creemos que dominamos lo básico… hasta que llega el momento de precisar vocabulario. Y ahí empiezan los titubeos: “¿Esto era escaldar o escalfar?”“¿blanquear no era lo mismo que hervir?”“¿cocer y hervir son sinónimos?”. Spoiler: no lo son.

Las cuatro técnicas utilizan agua caliente, sí, pero cada una tiene su función, su temperatura y su efecto particular sobre el alimento. Y cuando conoces sus diferencias, tus platos —desde una verdura verde esmeralda hasta un huevo poché perfecto— dejan de ser “caseros” y empiezan a ser “de chef”.

Aquí van, claras y sin rodeos.

Hervir: cuando el agua borbotea sin pudor

Hervir es el modo más básico de cocinar con agua: meter el ingrediente en un líquido que llega a los 100 °C, cuando las burbujas suben sin descanso y parece que aquello está a punto de escaparse de la olla.

Sirve para cocinar por completo lo que metes dentro: pasta, legumbres, verduras, carnes… todo lo que necesite tiempo y calor constante.

La ventaja: el calor envuelve el alimento por igual.

La desventaja: muchas vitaminas hidrosolubles se quedan en el agua. Solución: úsala luego para una sopa, una crema o un caldo. Nada se tira.

Escalfar: la cocina suave para quienes respetan el producto

Escalfar es lo contrario a ese hervor salvaje. Aquí el agua no llega a burbujear. Se queda entre 65 y 80 °C, con un movimiento casi imperceptible, perfecto para cocinar con elegancia.

El ejemplo universal: los huevos poché.

La clara se abraza a la yema, que queda cremosa, brillante, perfecta.

Pero no solo sirve para huevos: también funciona de maravilla con merluza, salmón, peras, manzanas o cualquier producto delicado. Escalfar evita que se rompan, se resequen o se endurezcan.

Es la técnica para quien quiere cocinar sin violencia.

Escaldar: un chapuzón rápido que cambia tu receta

Escaldar es un “entro y salgo” en agua hirviendo. Unos segundos o un minuto, no más. Y después, baño de agua con hielo.

¿El objetivo? Fijar el color, aflojar la piel o preparar el alimento para otro proceso.

Ejemplos clásicos:

  • Pelar tomates sin sufrir.
  • Conseguir que unas judías verdes congelen sin perder ni el color ni la textura.
  • Suavizar frutas que luego convertirás en compota.

Escaldar es breve y muy eficaz. Es el bofetón de calor que despierta al ingrediente sin cocinarlo del todo.

Blanquear: limpiar, desespumar, suavizar

Aquí mucha gente confunde términos. Blanquear no es escaldar, aunque se parezcan.

Blanquear consiste en:

  1. Poner el alimento en agua fría.
  2. Llevarlo a ebullición.
  3. Retirarlo a los pocos minutos.

Esta técnica elimina impurezas y suaviza sabores fuertes. Por eso se usa sobre todo para:

  • Huesos, carnes y casquería, antes de hacer un caldo más limpio.
  • Verduras potentes como coles o acelgas, cuando quieres quitarles ese golpe de intensidad antes de saltearlas o guisarlas.

Es la técnica que hará que tus fondos salgan transparentes y que tus verduras de sabor intenso no dominen todo el plato.

En resumen, ¿cuándo sirve cada técnica?

  • Hervir → Cuando quieres cocinar por completo: pastas, legumbres, sopas, verduras.
  • Escalfar → Para alimentos frágiles, jugosos y delicados: huevos, pescados, frutas.
  • Escaldar → Para fijar color, pelar o preparar el ingrediente para otro proceso.
  • Blanquear → Para limpiar, desespumar o suavizar sabores antes de seguir cocinando.

Cuatro técnicas, cuatro resultados distintos y una conclusión sencilla: dominar el agua caliente es media cocina ganada. Tu olla, a partir de hoy, trabajará mejor que nunca.