Andar descalzos por casa o en zapatillas, ¿qué es más saludable?

Eric Santaona

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El buen tiempo ha llegado a nuestros hogares y el calor hace mella dentro de ellos, invitándonos a ir más ligeros y dejar las zapatillas o las pantuflas en el armario y decantándonos por calzarnos unas chanclas o, directamente, pisar el suelo descalzos para sentir el frescor del firme.

Así, muchos de nosotros tendemos a caminar descalzos en verano por casa, una práctica que no está exenta de ciertos riesgos pero que también tiene defensores, especialmente entre los profesionales de la podología, la ciencia que cuida de la salud del pie.

Andar descalzos, muy bueno para los bebés

Pediatras y podólogos recomiendan que los bebés recién nacidos, incluso durante casi todo su primer año, caminen descalzos por casa o gateen libres de calzado.

Los motivos son diversos y van desde la biomecánica (buscando que el niño encuentre su estructura ósea y muscular correcta en base al contacto directo del pie con el suelo), hasta el aprendizaje y la inteligencia buscando el sentido del tacto de la planta con las distintas superficies.

Según describe la Guía práctica para padres desde el nacimiento hasta los 3 años, editada por la Asociación Española de Pediatría (AEP), los pies de los recién nacidos “tienen una almohadilla grasa en la planta que les confiere un aspecto gordito y aplanado” y que les sirve como amortiguador o suela natural. Hacia los doce meses de vida, “la grasa plantar desaparece y empieza a formarse el arco plantar o puente del pie”, añade el documento. Es a partir de ese momento, o un poco después, hacia los 18 meses, cuando los expertos recomiendan empezar a calzar a los niños.

Mientras el bebé no llega a esa edad, el contacto suelo-planta aporta a su desarrollo físico e intelectual múltiples beneficios. Así lo explica la podóloga y antropóloga Isabel Gentil García en un artículo titulado Podología preventiva: niños descalzos igual a niños más inteligentes, publicado por la Revista Internacional de Ciencias Podológicas, que edita la Universidad Complutense de Madrid.

Gentil explica en el mismo que para el niño los pies son uno de los instrumentos por los cuales empieza a conocer su entorno: en sus primeros meses de vida “utiliza los pies para informarse del mundo exterior, toca con ellos todo lo que tiene a su alcance, los manipula con sus manos y los lleva a la boca, donde las terminaciones nerviosas sensitivas son mayores”. 

La podóloga aboga por “no reprimir la sensibilidad táctil de los pies calzándoles, pues informan del mundo exterior, transmitiendo sensaciones de temperatura, texturas, etc., que favorecen el desarrollo psicomotor del niño”. Y destaca que “es necesario que la planta del pie se ponga en contacto con superficies irregulares a fin de estimular las sensaciones cinestésicas y los reflejos posturales”.

Se refiere a que el contacto con el piso le ofrece estímulos de propiocepción, del estado interno de su cuerpo, en referencia a la postura. Así aprende a corregirla de un modo inconsciente para encontrar el modo correcto de mantenerse, un aprendizaje biomecánico fundamental en seres humanos.

Por otro lado, el bebé también recibe estímulos de excepción que le dan información sobre las circunstancias del suelo, de la geometría de los objetos, de su temperatura o de su peligro.

Y en adultos, ¿también es bueno andar descalzos por casa?

En el caso de adultos, que ya no recibimos tanta información a través del pie como un bebé, la costumbre de andar por casa tiene defensores y detractores. Podemos pensar, por ejemplo, en temas de salud y protección como motivos para procurar proteger el pie con algún tipo de calzado.

Así, en verano, en superficies donde haya dado el sol repetidamente, podemos quemarnos. Y en invierno, si el pavimento está frío en exceso, el contraste térmico puede llevarnos a coger un resfriado.

Si no somos personas cuidadosas al ver por dónde andamos o tendemos a despistarnos en una casa con muchos objetos en el suelo, el riesgo de accidente aumenta, no solo por poder pisar un cristal o un objeto punzante, sino también por chocar contra superficies cortantes que nos provocan lesiones heridas.

Más allá de estos factores lógicos de protección y resguardo térmico el andar o no descalzos por casa es una opción que en principio para muchas personas tendría ciertas ventajas, especialmente en verano.

Según Ana Carbó, podóloga de la corporación Podoactiva, andar descalzos en el caso de adultos puede presentar las siguientes ventajas:

  • Estimula los músculos del pie: evitamos la presión que suele provocar el calzado y la humedad que se genera en el pie. Este hábito permitirá estimular y trabajar aquellos músculos que se encuentran anulados o atrofiados ante el uso continuado del calzado.
  • Libera el estrés: la planta del pie no debe estar aislada continuamente por una suela de zapato, ya que lo ideal sería tener esa conexión diaria planta del pie–tierra. No obstante, si no tenemos esa posibilidad está bien que lo hagamos en casa.
  • Mejora la circulación sanguínea: ir sin zapatos mejora la circulación sanguínea al estar los músculos en contacto con diferentes superficies como césped, tierra, etc.

Ahora bien, estas recomendaciones deben tomarse en un sentido genérico ya que, tal y como especifica el Ilustre Colegio Oficial de Podólogos de la Comunidad Valenciana (ICOPCV), deben ir siempre acompañadas del consejo de un profesional.

A este respecto, dicho colegio alertaba en una nota en enero de este año contra los consejos que libremente ofrecen influencers en la televisión y la redes sociales sobre cuidados y ejercicios para los pies, sin tener ningún tipo de formación.

“Recientemente hemos escuchado barbaridades a presentadoras de televisión en programas nacionales y a influencers con más de 70 mil seguidores en Instagram que aseguran cómo corregir juanetes u otro tipo de patologías en los pies con técnicas que no son aprobadas por la comunidad científica, que no están demostradas y que pueden llevar a error o a gastar dinero en productos que realmente no son eficientes”, asegura en la nota de prensa Maite García, vicepresidenta del ICOPCV.

Respecto a andar descalzos, el ICOPCV subraya que “los expertos inciden en que esto no es beneficioso para todo el mundo, ya que hay personas con patologías de base en las que incluso puede ser perjudicial andar descalzo o usar calzado minimalista”.

No obstante, diversos estudios apoyan las ventajas de andar descalzos por casa, siempre que tengamos en cuenta la protección del pie respecto a impactos tanto físicos como térmicos.

Uno de ellos, publicado en el Journal of Sport and Health Science, destaca que cuando caminamos o corremos descalzos o con calzados mínimos repartimos mejor el peso del cuerpo por todo el pie, mientras que cuando lo hacemos con calzado cargamos más el talón.

Otro estudio, publicado en la Revista Española de Podología, revelaba que el pie descalzo absorbe una mayor cantidad de impacto respecto al pie calzado. Esto provoca que si no estamos acostumbrados andar descalzos, al principio tengamos más riesgo de lesiones a nivel de tobillo. Pero también, que a largo plazo, fortaleceremos los músculos y tendones de la zona y nos protegeremos frente a futuras lesiones.

Finalmente, un estudio aplicado al deporte de fondo y publicado en la revista International Journal of Environmental Research and Public Health desveló que cuanto más alta es la suela de un calzado mayor impacto tiene la pisada sobre la rodilla y por tanto más aumenta el riesgo de lesiones a esa altura.