La tarta de queso es una de las recetas más versátiles y apreciadas en el mundo de la repostería. Su preparación puede adaptarse a distintos métodos: algunas versiones requieren horneado, mientras que otras no necesitan calor, bastando con enfriar la mezcla en la nevera hasta que la base y el relleno se cuajen correctamente. Esta característica la convierte en una opción ideal para aquellos momentos en los que deseamos disfrutar de un postre dulce sin complicarnos demasiado en la cocina.
La posibilidad de prepararla sin horno representa, además, una gran ventaja para quienes buscan rapidez y comodidad, ya que solo requiere tiempo de reposo en frío para lograr la textura perfecta. Y una de las grandes virtudes de la tarta de queso es su diversidad de sabores. Puede elaborarse con ingredientes frutales, como fresas, frambuesas, arándanos, manzana o mango, aportando frescura y color al postre.
Por otro lado, quienes prefieren los sabores más intensos pueden optar por incluir chocolate, ya sea negro, con su característico toque amargo, o chocolate blanco, más dulce y suave. Además, los cítricos constituyen otra alternativa excelente para dar un punto ácido y refrescante, ya que limones, limas, naranjas o mandarinas aportan un contraste exquisito con la suavidad del queso.
Para quienes buscan texturas más crujientes, es posible añadir frutos secos como avellanas, pistachos o nueces, o incluso incorporar caramelo salado, logrando una combinación de sabores y sensaciones únicas.
Más allá de su sabor, la tarta de queso también despierta recuerdos entrañables y nostalgia. Para muchos, este postre evoca celebraciones familiares, cumpleaños o reuniones en casa de los abuelos, donde una porción de tarta de queso siempre parecía ser el postre estrella de la mesa.
Su popularidad no es casualidad, este dulce ha acompañado a la humanidad durante siglos. Su historia se remonta a aproximadamente 4000 años atrás, en la Antigua Grecia, concretamente en la isla de Samos, frente a la costa de Turquía. Desde entonces, la tarta de queso ha viajado y evolucionado, adoptando características propias en distintos países.
En Italia, por ejemplo, la tarta se prepara con queso mascarpone o ricotta, a menudo endulzada con miel, logrando un equilibrio perfecto entre suavidad y dulzor. En Grecia, se utiliza queso feta, aportando un sabor más intento y ligeramente salado que contrasta con el toque dulce.
Alemania ofrece una versión con queso cottage y masa recién hecha en lugar de la clásica base de galleta, mientras que en Japón existe la famosa Fuwa-Fuwa, una tarta ligera y esponjosa que se asemeja a un bizcocho aireado. En Polonia, el Sernik combina harina y requesón, dando como resultado un postre consistente pero muy sabroso.
Receta de tarta de queso con chocolate blanco
Para la base de esta receta se emplean galletas al gusto, lo que permite personalizar tanto el sabor como la textura del conjunto. A continuación, se prepara el relleno mediante una combinación sencilla pero muy equilibrada del queso crema, mascarpone y chocolate blanco. Como hemos comentado, uno de los mayores atractivos de esta receta es que se realiza sin horno, lo que supone un valor añadido por su sencillez y comodidad. Esta mezcla tampoco necesita gelatina, ya que el reposo en frío será suficiente para los ingredientes se solidifiquen y aporten la consistencia adecuada.
Finalmente, se elabora una compota o mermelada suave que se extiende sobre la superficie, aportando un contraste de sabor. Es importante tener en cuenta que, para conseguir un resultado óptimo y una textura perfecta, la tarta debe permanecer en el frigorífico durante al menos cinco horas Este tiempo de reposo permite que el conjunto se asiente correctamente y que los sabores se integren de forma armoniosa. Esto son los ingredientes para un molde redondo de 20 centímetros de diámetro:
- 200 gramos de galletas, alrededor de 30 o 35 galletas
- Cuatro cucharadas de mantequilla,
- Una pizca de sal
Para hacer la mezcla del chocolate y el queso
- Una tableta de chocolate blanco
- Una taza y media de queso untable
- Una taza de mascarpone
- Una cucharilla de vainilla
Para hacer la capa de frambuesa
- 150 gramos de frambuesa
- Tres cucharaditas de azúcar
- Una cucharadita de almidón de maíz
- Una cucharadita de agua fría
Una vez que tengamos los ingredientes listos, podemos comenzar con la elaboración de la receta. En primer lugar, con ayuda de un procesador de alimentos o, en su defecto, utilizando un mortero, trituramos las galletas hasta obtener una textura fina similar a la arena. A continuación, las colocamos en un bol y las reservamos.
Mientras tanto, derretimos la mantequilla y la incorporamos a las galletas trituradas junto con una pizca de sal. Mezclamos bien hasta conseguir una masa de aspecto húmedo y pastoso.
Seguidamente, distribuimos esta preparación en la base de un molde redondo desmontable, previamente forrado con papel vegetal tanto en el fondo como en los bordes. Presionamos ligeramente para que quede bien compacta y la llevamos a la nevera, donde reposará mientras continuamos con el resto de la elaboración.
Por otro lado, colocamos las frambuesas en un cazo junto con el azúcar y las cocinamos a fuego suave, removiendo de forma constante para evitar que se peguen. Cuando la mezcla comience a hervir, mantenemos un hervor ligero durante unos cinco minutos.
En un recipiente aparte, disolvemos el almidón de maíz en el agua y, una vez integrado, lo añadimos al cazo con las frambuesas. Removemos bien hasta que la mezcla espese y todos los ingredientes queden perfectamente incorporados.A continuación, pasamos la preparación por un colador fino para eliminar las semillas y reservamos la salsa obtenida.
Seguidamente, derretimos el chocolate blanco. Podemos hacerlo en el microondas calentándolo entre dos a cuatro minutos en intervalos de un minuto y removiendo cada vez, o bien al baño maría, dejándolo templar ligeramente antes de usarlo.
En un bol amplio, mezclamos el queso untable con el mascarpone hasta lograr una crema lisa y homogénea. Añadimos entonces el chocolate blanco templado y la esencia de vainilla, integrándolo todo cuidadosamente.
Para el montaje, vertemos la mitad de la mezcla de queso sobre la base de galletas ya fría y, sobre ella, extendemos la mitad de la mermelada de frambuesa. A continuación, incorporamos el resto de la crema de queso y chocolate y finalizamos con la mermelada restante. Con ayuda de un palillo, hacemos movimientos suaves para crear un efecto marmoleado.
Por último, llevamos la tarta a la nevera y la dejamos enfriar durante un mínimo de cinco horas, hasta que esté bien cuajada y lista para disfrutar.