El calor del verano no es muy amable con nuestros pies. Según advierte el Colegio Oficial de Farmacéuticos de Madrid, esta es la época del año en la que más se produce la infección por hongos conocida como pie de atleta y, además, aumentan también los casos de pies agrietados, durezas y callos, ampollas y uñas encarnadas. Los zapatos invernales suelen ser más mullidos, y el calzado veraniego suele dejar nuestros pies más expuestos a daños.
Algo parecido ocurre en casa. Con el calor no es el momento de ponerse esas pantuflas de felpa forradas de falso borrego que tan cómodos han mantenido nuestros pies durante el invierno. En su lugar, nos gusta caminar por casa con los pies más frescos. Pero, ¿cuál es la mejor opción? ¿Caminar descalzos? ¿Llevar chanclas?
Sea cual sea la opción elegida hay una conclusión previa: llevar el calzado de la calle en casa es una mala opción. Por un lado las suelas de zapatos de calle nos traen a casa miles de bacterias, hongos y otros patógenos. Un estudio en hospitales pudo comprobar que el calzado de calle era uno de los principales vectores de transmisión de infecciones, incluyendo las terribles MRSA (bacteria resistente a antibióticos) o Clostridium difficile, responsable de infecciones intestinales, además de E. coli, Salmonella y Klebsiella pneumoniae, con altas tasas de transferencia al suelo.
Esto representa un gran riesgo para los bebés que gatean, las personas inmunodeprimidas o con alergias. Además, las suelas transportan herbicidas, metales pesados (plomo, cadmio) e hidrocarburos policíclicos cancerígenos provenientes del asfalto.
Dejemos los zapatos de calle en la entrada y convirtamos el hogar en un santuario para nuestros pies, pero ¿qué nos ponemos entonces?
Los riesgos podológicos del verano
El calor no solo dilata las venas, sino que también altera nuestra biomecánica al caminar. Cuando las temperaturas superan los 30°C, los pies pueden aumentar hasta un 5% su volumen por la vasodilatación periférica y la retención de líquidos. Este edema producido por el calor reduce la eficacia del arco plantar como amortiguador natural, predisponiendo a fascitis y tendinitis.
Pero el mayor enemigo es la humedad. La sudoración excesiva en los pies con las altas temperaturas tiene que ver con que contienen más de 250.000 glándulas sudoríparas, y tienden a sudar más que otras partes del cuerpo. Esto crea un 'microclima tropical' ideal para el desarrollo de infecciones por hongos.
Ventajas e inconvenientes de ir descalzos por casa
La planta del pie contiene 200.000 terminaciones nerviosas por cm², lo que explica por qué son tan sensibles. ¿Por qué tanto? Porque los pies son sensores. Al establecer contacto con el suelo, las terminaciones nerviosas informan al resto del cuerpo del estado de la superficie para que los músculos realicen los ajustes necesarios y nos mantengan en pie. Sin esta información tan detallada, nos caeríamos constantemente.
Caminar descalzos por casa también puede aliviar las tensiones en el resto del cuerpo. Un estudio comprobó que las personas que caminan habitualmente descalzas tenían menos presión plantar y una mejor distribución de las cargas, lo cual a su vez puede disminuir el dolor crónico de espalda.
Sin embargo, no todo es positivo. Los pies evolucionaron para caminar por superficies naturales más o menos blandas. Caminar descalzos por superficies excesivamente duras, como baldosas de cerámica, aumenta la tensión en la fascia plantar, sobre todo si se golpea con el talón en cada paso. Esto puede agravar los síntomas de la fascitis plantar. En contraste, correr descalzos sobre hierba se está investigando como un posible tratamiento para esta misma dolencia, así como sobre la arena.
Otro riesgo es la posible contaminación bacteriana, especialmente si, como se advirtió antes, los zapatos de la calle entran en casa, aumentando el riesgo de infecciones para quienes caminan descalzos.
El problema de las chanclas
Las chanclas parecen la opción ideal para el verano para muchas personas, sin embargo, año tras año hay estudios que aguan la fiesta a este calzado tan popular. Las chanclas tienen ventajas como una mayor ventilación, dejar que los dedos del pie se expandan y asuman una posición más natural.
Sin embargo el mayor problema con las chanclas es que alteran profundamente la biomecánica del pie al caminar. Existen estudios que han comprobado que las chanclas obligan a una flexión de los dedos hacia delante constante (“dedos en garra”) para evitar que a cada paso se salgan del pie. Esto quiere decir que cada paso genera un 300% más de tensión en la fascia plantar que un zapato cerrado.
Además, al dar pasos más cortos, sobrecargamos gemelos e isquiotibiales. Su suela plana y falta de sujeción hace que la pisada sea más inestable y es habitual que sean las culpables de una buena parte de los esguinces de tobillo durante el verano.
Las chanclas tienen su uso. Son útiles en piscinas, vestuarios y duchas públicas, donde previenen infecciones por hongos. Pero en el resto de los casos, como caminar por casa, cualquier otra opción es mejor. Una forma de hacer desaparecer los problemas de las chanclas es sustituirlas por sandalias, con una correa detrás del tobillo. Tendremos la misma aireación y protección, sin los inconvenientes de las chanclas.
Otras opciones para los pies en casa
Caminar con calcetines por casa proporciona un cierto nivel de protección y mantiene la biomecánica del pie. Sin embargo, pueden atrapar la humedad y, especialmente en el caso de las personas frágiles o mayores, aumentar el riesgo de resbalones y caídas.
Una posible alternativa son los calcetines de yoga, que disponen de bandas de goma o silicona en la suela, y que no resbalan. Las zapatillas minimalistas, con una suela muy fina y sin talón, tienen también versiones para casa fabricadas en una tela fina y transpirable que pueden ser una solución ideal que aúne comodidad, protección y seguridad.