La generación que cambió hace una década cómo suena la música actual

Pablo Vinuesa

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Estos días el rapero neoyorquino A$AP Rocky celebra que LIVE.LOVE.A$AP cumple una década. Su lanzamiento provocó movimientos en la escena y puso en boca de todos a su colectivo A$AP Mob. Para conmemorar que el 31 de octubre de 2011 editaba dicha mixtape en formato de descarga gratuita, esta al fin llega a los servicios de streaming. Los singles Peso y Purple Swag habían calentado la atmósfera y el “flaco guapo”, como él mismo se definía, no decepcionó. 

Su propuesta evocaba al hip-hop rudo de la Costa Este, con guiños al narcotráfico, los alucinógenos y la violencia callejera. Pero también desvelaba originalidades como su preocupación por la moda: al igual que ocurrió aquí más tarde con PXXR GVNG, se convirtió en habitual ver a su colectivo en los desfiles, como público y a veces hasta de protagonistas.

Otro detalle refrescante eran las bases narcóticas, a cámara lenta. Hasta cinco ritmos venían firmados por el productor Clams Casino, que había deslumbrado con la mixtape Instrumentals y el disco Rainforest, para Tri Angle Records, sello que en 2011 también editó el magnífico Wander/Wonder de Balam Acab.

Internet propicia otra Edad de Oro para las mixtapes

La definición de mixtape ha ido cambiando según la época. Empezaron siendo mezclas grabadas por los DJ de hip-hop que reflejaban el underground local y se fueron convirtiendo en la mejor manera de tomar el pulso al subsuelo de la escena. Hay quien llegó a ganar mucho dinero con su distribución en casetes o CD-R; tanto, que la RIAA (la SGAE estadounidense) hizo detener a Drama, DJ que montó un imperio en torno a ellas.

Pero internet insufló nueva vida a esta distribución alternativa. Plataformas como Datpiff ofrecían “mezclas” gratuitas de artistas emergentes, con calidad cada vez más profesional. Algunos de los raperos más respetados hoy día, como Drake, Kendrick Lamar o J. Cole, forjaron allí su leyenda. Tras varias mixtapes exitosas los tres editaron en 2011 los discos que les llevarían a la fama.

J. Cole debutó en largo con Cole World: The Sideline Story, en el sello Roc Nation y con colaboraciones de Jay-Z, Missy Eliott o Drake. Su caso es un poco distinto y él mismo se ve como un middle child entre dos generaciones. Hay quien considera que el de Carolina del Norte posee el mejor flow actual, pero perseguir grandes cambios sonoros nunca ha sido su lucha.

 

Otro debut celebrado fue el de Kendrick Lamar en el sello discográfico TDE. No se recuerda Section.80 entre lo mejor de su carrera pero es difícil enfrentarse a un legado que incluye un disco “archivado” en Harvard (To Pimp a Butterfly) y otro ganador de un Pulitzer (DAMN.). Aun así, que el de Compton fuera capaz de abrir con el cuarteto formado por F*ck Your Ethnicity, Hol' Up, A.D.H.D y No Make-Up (Her Vice) no dejaba dudas: era un talento único. 

Sinergias que no entienden de fronteras

La revolución se desarrollaba en paralelo. La mixtape House of Balloons de The Weeknd ponía a Toronto en el mapa con el sonido brumoso de unas baladas resacosas y sorprendentemente explícitas para el formato R&B. Publicada en marzo de 2011, contenía clásicos de su repertorio como High for This, The Morning o The Knowing. El ritmo de Abel Tesfaye fue de infarto, con tres mixtapes casi consecutivas, reunidas al año siguiente en Trilogy.

El Take Care que publicó Drake ese año no fue su primer disco, pero sí el que lo consagró. Su éxito parecía justificado con temas como el homónimo Take Care, segunda colaboración con Rihanna; Crew Love, con su vecino The Weeknd; o el interludio Buried Alive de Kendrick Lamar. Otros como Marvins Room, Under Ground Kings o Lord Knows lo certificaban como uno de sus mejores trabajos. El canadiense tenía buen olfato: en la gira posterior sus teloneros fueron Kendrick y Rocky.

Otro de los grandes discos del año se publicó al otro lado del charco. El británico James Blake sorprendió a propios y extraños tras sus coqueteos con la escena dubstep y unos primeros singles orientados al baile. Su debut homónimo sedujo por deconstruir baladas de jazz con esqueléticos ritmos electrónicos, letras esquivas y espectrales efectos de voz. Unluck, The Wilhelm Scream o Limit to Your Love podrían figurar en su top 10.

Nuevas formas de acción para un esquema clásico de DIY

Kendrick y sus Black Hippies, J. Cole para Dreamville Records, Drake con OVO Sound y The Weeknd en XO. Todos se rodeaban de artistas y profesionales de la industria para hacerse más fuertes. Si otras generaciones lo habían hecho antes con fanzines, singles y casetes, ellos se valieron de blogs, MP3 y mixtapes. El do it yourself o “hazlo tú mismo” volvía a resurgir, con nuevas herramientas pero el mismo espíritu.

Aquí destaca Odd Future, antítesis angelina de la A$AP Mob. El colectivo se encargaba de producir, grabar, filmar vídeos y diseñar merchandising. Y el cabecilla, Tyler, The Creator, aparecía como una de las personalidades más complejas de la década. Su debut de 2011, Goblin, proponía ritmos minimalistas y duros, fraseos violentos y letras chungas. Ya lo avisó entre Yonkers y Radicals: “Todo esto es ficción, no me culpes, América Blanca”.

En ese mismo grupo, aunque siempre a su aire, estaba Frank Ocean. Su mixtape Nostalgia, Ultra dejó entrever un talento descomunal e inclasificable, con ejemplos en la gigantesca Novacane o perlas pop como Lovecrimes o Swimgood. Y dio comienzo al mito: nunca figuró en plataformas de streaming al negarse en su día a pelear contra multinacionales y a pagar por sus samples de grupos como Coldplay, Radiohead o Eagles.

El reconocimiento tardío a una generación incomparable

Esta generación disruptiva no triunfó de inmediato. Un repaso a la prensa musical de la época refleja que su objetivo enfocaba a otras escenas, con discos como 21 de Adele, Let England Shake de PJ Harvey o el segundo homónimo de Bon Iver copando las listas. Solo el Watch The Throne de Kanye West y Jay-Z pareció acaparar atención global dentro de géneros urbanos.

Drake es el artista más escuchado del planeta. A$AP Rocky es un icono de la música, la moda y los tabloides. Kendrick ha sido elevado a la categoría de mito viviente del hip-hop y J. Cole es el rapero favorito de tu rapero favorito

El debut de James Blake gustó aquí: para Rockdelux fue el segundo mejor disco de 2011. En la francesa Les Inrocks el primero en figurar fue Tyler, en el décimo puesto. En la Rolling Stone habría que bajar al puesto 22 para encontrar a Drake. Pitchfork sí reunía a todos, pero solo dos alcanzaban el Top 10: Drake y The Weeknd. ¿Falta de olfato en los medios musicales de referencia? Si tenemos en cuenta que Frank Ocean es para Insider el artista de la década y su Blonde el mejor disco de la misma para Pitchfork, probablemente.

Los demás también han triunfado. Drake es el artista más escuchado del planeta y The Weeknd no le va a la zaga desde que apostó por producciones más asequibles. A$AP Rocky es un icono de la música, la moda y los tabloides. Kendrick ha sido elevado a la categoría de mito viviente del hip-hop y J. Cole es el rapero favorito de tu rapero favorito. Tyler, The Creator se ha convertido en un creador total y James Blake es el músico indie más deseado por la escena urbana, con colaboraciones estelares junto a Beyoncé, Rosalía o Travis Scott.

¿Dónde están las mujeres?

Cada generación mantiene una relación emocional con esos artistas con los que creció. Para muchos los mejores LP de la historia se grabaron en 1969. Para otros, 1988 puntúa alto. Hay quien asegura que entre el 93 y el 95 hay una proliferación incomparable de discos únicos. Opiniones sentimentales al margen, hay pocos ejercicios comparables a 2011 en cuanto a irrupción simultánea de figuras de tanta proyección. Hasta Childish Gambino debutó aquel año, aunque fuera con un irregular Camp.

Es obligatorio cuestionar la no presencia de mujeres en esta lista. En 2011 alcanzaron notoriedad raperas blancas como Kreayshawn o K.Flay, pero de esa generación solo ha sobrevivido la siempre en forma Iggy Azalea, quien debutó ese año con Ignorant Art, mixtape catapultada por el éxito de Pu$$y. También causó revuelo Azealia Banks gracias a su hit 212, pero numerosas polémicas y una falta de consistencia la alejaron de los focos.

La única artista femenina comparable en legado podría ser Nicki Minaj. A finales de 2010 publicó su primer disco oficial, Pink Friday, que no suponía una ruptura notable a nivel sonoro, pero sí al de representación. Sin este éxito y su estatus de “más dura que los duros” no se entendería la aparición posterior de MC como Megan Thee Stallion, cupcaKe, Young M.A o su archienenemiga Cardi B. Gracias a ella y a precursoras anteriores como Lauryn Hill, Missy Elliott o Kelis la escena tiende, poco a poco y mucho más despacio de lo que debería, hacia un merecido equilibrio.