Ruido y silencio

Pongamos que hablo del Flowers

Montero Glez

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Javier Menéndez Flores, 'el Flowers', como lo llama Joaquín Sabina, es un periodista todoterreno de esos que se mueven con igual soltura entre los escombros de la ciudad que entre las copas de una coctelería. La ciudad siempre viene a ser la misma, y las copas van variando. 

Suele tomar la primera copa para afrontar la situación, y la segunda la bebe para olvidarse de esa misma situación; no sé si me explico, pero, de esta manera, entre el deseo y la indiferencia, el Flowers va dando a la imprenta un libro tras otro, páginas que van desde la biografía oficial de Sabina, hasta una novela policíaca a lo Vázquez Montalbán, que se titula 'Todos nosotros', y donde recrea el Madrid del final de la Transición con sus polis de entonces, auténticos personajes del museo de los horrores. 

Ahora vuelve con un libro original, inclasificable por parecer un diccionario que traspasa las fronteras de la obra de consulta para convertirse en una lectura amena acerca del paisanaje que pobló la llamada Movida madrileña. Te lo puedes leer como una crónica extensa, pues, lejos del academicismo wikipédico al que nos tienen acostumbrados, el trabajo del Flowers se lleva bien con el ensayo narrativo.   

El libro aparece con una cubierta que es un guiño al disco de los Sex Pistols, el legendario 'Never mind the bollocks'. Se titula 'Madrid sí fue una fiesta', y recoge una montonera de entradas, de la A a la Z, sin dejarse a nadie fuera. Así, el Flowers dedica entradas a Joaquín Leguina o a Antonio Vega, pero no olvida a grupos que tuvieron un éxito efímero. Como ejemplo sirva el grupo llamado Goma de mascar, un quinteto catalán que grabó dos discos, uno producido por Miguel Ángel Arenas, 'el Capi', y el siguiente —y último— producido por Tino Casal. 

Eran los tiempos de La juventud baila, la sección discotequera del programa Aplauso, conducida por José Luis Fradejas. En dicho espacio se dio a conocer el líder de Goma de mascar, un guaperas de nombre Reyes Poveda que se haría famoso por su desparpajo, apareciendo en las películas de cine quinqui de la época como Perros Callejeros II. 

También eran tiempos en que las discográficas creaban subsellos. Les dio por ahí, pues pensaban que abriendo una línea alternativa podrían competir con todas aquellas compañías independientes que empezaban a emerger. De esta manera, Zafiro creó Chapa Discos, Hispavox creó Flush! Records y EMI creó Reflejo, donde aparecieron Goma de mascar. 

En este subsello, Goma de mascar grabaron una pegadiza canción cuyo título y estribillo se correspondían con el nombre del grupo. La originalidad no parecía ser el fuerte del citado subsello. Con las triquiñuelas propias de las multinacionales discográficas, los ejecutivos de EMI lograron colocar al grupo en los 40 principales, y la canción 'Goma de mascar' muy pronto se convertiría en una de las canciones más tarareadas de las navidades de 1979. Luego grabaron otro disco y adiós muy buenas. 

La carrera de Goma de mascar es sólo un ejemplo de lo que sucede cuando el mecanismo de la mercadotecnia se pone en marcha desde las estructuras rígidas de los despachos, y se intenta vender mortadela como jamón de jabugo. En este caso, para que la producción resultase más cercana, decidieron sacar al grupo en un subsello de nombre tan poco acertado como prostibulario, 'Reflejo'. Ahora, que las discográficas han dado su último suspiro, y el nuevo modelo capitalista se ha impuesto vía streaming, no está de más retroceder hasta aquellos tiempos para darse cuenta del catetismo de los cuadros ejecutivos que manejaban la música de nuestro país. 

Estas y otras cosas son las que me vienen a la cabeza mientras leo este volumen; un libro ameno, escrito con prosa ágil y con mucha ironía por un tipo que sabe que Madrid, más que una ciudad, es un género literario. Pongamos que hablo del Flowers.