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Soleá Morente:“Idealizamos el amor cuando tus padres han sido un buen equipo”

Madrid —

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Madrid, 16 nov (EFE).- Enrique Morente entra a un tablao y se prenda de la bailaora en el escenario, Aurora Carbonell. Nacen el amor y tres hijos. La mediana, Soleá, le dedica ahora un disco a esa historia en la necesidad de “aliviar el alma” en pandemia, tras reinventar de nuevo su sonido por la vera de Beach House, pero con palmas y pellizco.

“Tendemos a idealizar el amor cuando tus padres han sido un buen equipo y te han dado una buena educación”, razona la artista en una charla con Efe sobre la génesis de este cuarto disco de estudio, antes de reconocer: “Yo quería un amor así en mi vida”.

Precisa que “Aurora y Enrique” (Elefant Records), como se llama el álbum, es una reivindicación de una manera de amar, “porque el sentimiento es el mismo a lo largo de la historia, pero no la forma de relacionarnos”. “Nos influye la sociedad en la que vivimos, los prejuicios, los miedos y esta velocidad que llevamos”, considera.

Curiosamente, el disco surge de una decepción. En marzo de 2020, la misma semana en que se publicó su anterior trabajo, “Lo que te falta”, en el que recuperaba el estilo de María Jiménez, el Gobierno decretó el primer confinamiento por la pandemia de covid-19.

“Fue un golpe bastante desagradable, porque había hecho un disco de rumbas para bailar, y de repente nos encierran”, rememora. “Me ofrecieron aplazarlo, pero decidí cumplir los plazos y ser valiente, segura de que a alguien podría acompañarlo. Y efectivamente recibí un montón de mensajes de gente que decía que les estaba ayudando en casa. No hay mayor satisfacción que esa”, asegura.

En ese parón “complicado”, que ella dedicó a sentarse consigo misma, a leer y escuchar mucha música, por primera vez escribió una canción por encargo para el cantaor Arcángel a la búsqueda de la belleza remanente del mundo, “Ayer”, el segundo corte del álbum.

“En esa necesidad de aliviar el alma, de volver a la paz y al diálogo con uno mismo, me di cuenta de que lo que estaba haciendo era inspirarme en la relación de amor de mis padres, que para mí es un ejemplo de amor sano y bueno”, explica Morente, que por primera vez es autora de todos los temas.

A través de 11 cortes, traza un relato “de lo terrenal a lo onírico”, de “Aurora”, el primero, (dedicado a “la que está aquí conmigo en la tierra, a quien puedo hablar y palpar”, explica) hasta “Enrique”, el último, un tema a la memoria de su padre, fallecido en 2010 durante una operación, y en el que susurra: “Yo me creía que había sido sueño y tú no te habías marchado”.

“El disco es un proceso psicológico en el que se canta a toda esa parte positiva con la que nos tenemos que quedar en la vida, pues acaba con la aceptación”, cuenta sobre esta historia que pasa por diversos momentos de la relación.

Así, en “El pañuelo de Estrella”, en el que participa su hermana Estrella Morente, narra el primer encuentro de sus progenitores. “Mi padre iba al Café de Chinitas de Madrid, donde trabajaba mi madre como cantaora y bailaora. Allí se la encontró una noche de espectáculo, se miraron, él desde el público, ella desde el escenario, y se enamoraron”, rememora.

En medio de la placidez general, piezas como “Domingos” reflejan “la rabia y la impotencia, lo mal que lo pasa uno cuando se marcha alguien que quieres tanto y la manera de aprender a vivir con ello, de conectar con la energía más allá, porque hay un momento en el que hay que aceptar lo ocurrido”, dice.

Isa Cea, de Triángulo de Amor Bizarro, participa en esa canción, la “más reivindicativa”. “Aunque cante al amor, siempre hay algo de posicionamiento ideológico en mis temas y en este caso necesitaba la voz de otra chica que gritase conmigo ese discurso de estar hasta las narices de cómo funciona el mundo, y TAB me parece que están muy en esa onda”, argumenta Morente, que también ha contado con Marcelo Criminal en uno de los cortes.

Cuenta que como se había pasado el encierro escuchando a Sufjan Stevens, The Cure y Cocteau Twins, recurrió a Manuel Cabezalí (Havalina) a la búsqueda de un enfoque “introspectivo y psicodélico, como una caricia al alma”, y de sus manos surgió este sonido que la lleva a los páramos del “dreampop” de Beach House y el “shoegazing”, pero con ramalazos repentinos de Papá Levante.

“No me he encontrado del todo aún y creo que me queda mucho por investigar. De hecho, ya tengo en la cabeza dos o tres proyectos diferentes. La curiosidad excesiva va conmigo y es lo que hace que no termine de sentirme nunca en una zona de confort”, indica sobre su continuo reciclaje desde su debut, “Tendrá que haber un camino” (2015), y a solo unos meses de estrenarse como presentadora en el programa de La 2 “Caminos del flamenco”.

Javier Herrero