“Temo que me pase algo por pedir justicia por mi hija asesinada, pero tengo más miedo a callar”

En México, aunque nadie parezca darse cuenta, seis mujeres son asesinadas cada día. Lo hacen en silencio, sin ruido, sin mucho impacto, de forma casi “naturalizada”, denuncian las organizaciones implicadas. Norma Andrade gritó por una de ellas, por su hija. Pidió justicia, e intentaron callarla. “Afortunadamente he logrado sobrevivir a los dos atentados. Pero tengo que salir a la calle escoltada”, dice la mujer que fundó la ONG 'Nuestras hijas de regreso a casa' para conseguir acabar con la impunidad que reina en su país.

“El feminicidio se ha naturalizando de una manera aberrante”, cuenta Francisca Daniela, abogada y directora de la organización Pan y Rosas, encargada de denunciar la situación de la mujer en el país norteamericano.

Sólo en dos años, entre 2012 y 2013, fueron asesinadas 3.892 mujeres, sólo 613 de estos casos fueron investigados y sólo el 1,6% recibieron sentencia, según un informe del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminificio. El 46% de los casos estudiados fueron asesinatos brutales por apuñalamiento, quemadura, estrangulamiento o golpes, el 16% de las mujeres murieron de un balazo y en el 38% restante las autoridades ni siquiera informan sobre la causa de la muerte.

La hija de Norma Andrade fue secuestrada y asesinada en 2001 en Ciudad Juárez. Después de años de protestas empezó a recibir amenazas. Y a las amenazas les siguió la pólvora.

“Sufrí el primer atentado el 2 de diciembre de 2011. Me dieron cinco impactos de bala de calibre 357 (la primera quedó alojada al lado del corazón, la segunda me destrozó la mano, y las otras tres me atravesaron el hombro y me destrozaron el húmero). El segundo atentado ocurrió el tres de febrero de 2012 en Ciudad de México, me dieron dos cuchilladas en la mejilla derecha y en el cuello”.

–¿Tiene miedo de que le vuelva a suceder?

–Por supuesto que tengo miedo de que me pase algo, a mí o a alguno de mis hijos. Pero tengo aún más miedo a quedarme callada.

Para ella, México es el paraíso de la impunidad, el lugar perfecto para asesinar mujeres: “Matar a una mujer en cualquier parte del país es muy fácil. Total, no pasa nada, las autoridades no detienen a los asesinos, por lo tanto se creen con el derecho de privar a la mujer de la vida sin consecuencias”.

Norma Andrade concluye: “Un padre no olvida. Un padre sigue y seguirá luchando pese a que le vaya la vida en ello”.

“Cada tres horas y 20 minutos asesinan a una mujer”

Sorprende la diferente reacción que causa un feminicidio en Europa y en México. El pasado mes de agosto Sergio Morate asesinó a dos chicas en Cuenca, el caso fue un escándalo internacional, el asesino fue perseguido por varios países europeos y detenido una semana después en Rumanía. En México vivimos la otra cara de la moneda: cada día aparecen nuevas noticias de mujeres asesinadas brutalmente, pero estas son ignoradas por la mayoría de la gente, que parece estar acostumbrada a esta realidad aberrante.

Ni likes, ni retuits, ni apenas comentarios. En México los feminicidios son tantos que no producen conmoción ni escándalo a nivel mediático. Y quizás por ello, la mayoría de los crímenes no son investigados y muy pocos reciben sentencia.

“En nuestro país cada tres horas y 20 minutos le arrebatan la vida a una mujer”, cuenta Francisca Daniela. “Consideramos que el feminicidio es un crimen de Estado, porque el Estado sienta las condiciones para que se produzca y se reproduzca impunemente la violencia contra las mujeres. El Estado impone roles para garantizar la opresión. Las mujeres son consideradas mercancías desechables e incluso mercancías sexuales todos los días. Además el Estado participa en la desaparición de pruebas, en la manipulación de datos y en el sesgo que toman sus propias investigaciones. El Estado, en definitiva, se limita a poner en cuestión la forma de vida de las víctimas de feminicidio”, concluye la abogada.

El Estado de México, nuevo escenario del horror

De todo México, Ciudad Juárez (la ciudad fronteriza al norte del Estado de Chihuahua) y el Estado de México (que rodea al DF en forma de U invertida) son los lugares en que se cometen más feminicidios. Esta última entidad es una de las más pobladas del país (con más de 15 millones de habitantes), y en ella el número de mujeres asesinadas y desaparecidas aumenta de forma desorbitante.

Para el periodista Sergio González Rodríguez, el patrón criminológico de Juárez y el Estado de México es semejante: “Crimen organizado coludido con poder económico-político, ineficacia, corrupción, impunidad. Las autoridades no quieren ni saben investigar. Más del noventa por ciento de las detenciones que se dan en México, se efectúan en flagrancia, o en flagrancia equiparada. Es decir, la cultura de la investigación en el país es casi nula”.

La corrupción, las redes de trata, la ausencia de una policía eficaz, la impunidad y la cultura machista imperante explican que de 2007 a 2012 los asesinatos de mujeres hayan aumentado un 155%.

Nueve años y 2.318 mujeres asesinadas no convencieron a los políticos del Estado de México para emitir una alerta de género con el objetivo de frenar los feminicidios. La presión social y las ONG obligaron a la Secretaría de Gobernación a emitir dicho régimen el pasado 31 de julio. A partir de agosto, el estado que rodea la capital por el norte cuenta con medidas especiales para combatir esta macabra epidemia de muerte. 

Según estas, las víctimas de ataques tendrán acceso a la justicia pronta y gratuita, las autoridades emitirán alertas públicas, se conformarán grupos para investigar feminicidios, reforzar zonas peligrosas y detectar posibles víctimas, se generarán acciones inmediatas para buscar a las desaparecidas, se reforzará la vigilancia y se rendirán informes sobre el correcto funcionamiento de la ley.

Dos meses después de activarse estas medidas, más de veinte mujeres han aparecido asesinadas en el Estado de México. Y otras muchas han desaparecido o han sido secuestradas. Cada día siguen apareciendo noticias de chicas jóvenes violadas y asesinadas que son halladas descuartizadas, tiradas en arroyos, ahorcadas y troceadas dentro de bolsas o basureros.

El mismo gobierno del Estado de México minimizó durante años la gravedad del asunto alegando que los delitos no eran tantos, dado el elevado número de habitantes. Durante su reunión con la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados, el representante del Estado de México dijo: “¿En el Estado de México es donde más delitos contra mujeres hay? ¡Sí! ¡Pero también es donde existen más mujeres!”.

Los asesinatos de mujeres en el Estado de México aumentaron un 155% entre 2007 y 2012. La mayoría de este periodo de tiempo coinciden con el mandato del actual presidente Enrique Peña Nieto como gobernador de la entidad que se extendió desde 2005 a 2011. Hoy se puede afirmar que es el territorio más letal para las mujeres, superando incluso a Ciudad Juárez.

Según el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio de 2005 a 2013, unas 1.767 mujeres han sido asesinadas en el Estado de México, y otras 1.500 desaparecieron, muchas de ellas adolescentes de 15 a 17 años.

La mayoría de la gente leerá estas cifras y olvidará el asunto. Hasta que les toque poner cara a una de las víctimas. Cuando eso ocurre, la palabra feminicidio cobra un significado cruel, atroz y bárbaro. Y no se olvida jamás.

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Dos días antes de terminar este reportaje, el periodista recibe un mensaje en el que le comunican que una amiga suya ha desaparecido en México DF. Cuando consigue hablar con sus cercanos se confirma lo peor: fue secuestrada y se pagó el rescate, pero han pasado dos semanas y la chica no aparece ni ha sido liberada. Se teme lo peor. Solo entonces un temblor muy superior al de un sismo traduce al reportero la terrible información que ha ido acumulando y que se resume en una realidad atroz: en México, aunque nadie parezca darse cuenta, seis mujeres son asesinadas cada día.