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Bienvenido, Míster Ébola: la película

En los reservados de un restaurante madrileño, un guionista español se reúne con un productor de cine norteamericano.

- Tengo una película que es la bomba: va del ébola.

- Interesante, ¿salen Dustin Hoffman y marines en helicópteros?

- No. He pensado más bien en Mariló Montero y en un Jaguar.

- ¿Eh?

- Déjame que te explique. La historia va del primer caso de ébola contagiado en Europa y se ubica en Madrid, una ciudad llena de mierda en las calles y en las instituciones. Estilo Blade Runner, pero en vez de replicantes hay consejeros con tarjetas black y los políticos huyen en coche y todo es muy apocalíptico y deprimente.

- Entiendo.

- El caso es que una auxiliar de enfermería encargada de atender a un misionero trasladado desde África contrae el ébola a pesar de que el Gobierno había insistido en que un contagio era imposible.

- Para empezar no está mal. ¿Seguro que no hay marines?

- No, no. Al poco tiempo de conocerse la noticia, la ministra de Sanidad, Ana Mato, comparece en público acompañada de otros altos cargos. Digamos que la ministra ejerce de moderadora y va dando la palabra al resto. No consiguen tranquilizar a la población, más bien lo contrario. Titubean, están nerviosos, la cámara no sabe a quién enfocar, y cuentan que no han llamado todavía a toda la gente con la que ha podido contactar la mujer contagiada y...

- Perdona, ¿pero comparecen sin haberse puesto en contacto con todas las personas que han podido relacionarse con la enferma?

- Acojonante, ¿eh? Además resulta que le habían dicho que no se preocupara porque no tenía 38,6 de fiebre y que si eso, ya eso.

- Venga, hombre.

- Espera, espera. Se me había ocurrido que la enfermera podría ir de médico en médico sin que le hagan ni puñetero caso.

- ¿Estamos hablando de España?

- Sí, en España. Había pensado que la mujer podría consultar hasta tres veces con el médico porque tiene fiebre y cree que puede ser ébola, pero le recetan paracetamol. A los días la trasladan a un hospital en Alcorcón donde la atienden sin todas las medidas de precaución suficientes y le diagnostican el ébola, y la mandan, por fin, al hospital de referencia. Road movie en vena.

- Lo siento, pero eso cuela menos que la escena de Indiana Jones en la que arrancan un corazón con las manos.

- Y ahora viene lo mejor. La mujer está esperando en las urgencias del hospital y echa un vistazo a las noticias en su teléfono móvil y se entera de que tiene ébola por la web de El País.

- ¿Ella? ¿Por el móvil? No sé, no sé. No se lo va a tragar nadie.

- Mira, además, en sustitución de la típica historia romántica chico-conoce-chica se me ha ocurrido meter la historia del perro Excálibur.

- ¿El perro Excálibur?

- Sí. Resulta que la mujer está en aislamiento. Y su marido, también. Y en casa tienen a su perro que podría estar infectado de ébola. Las autoridades intentan engañar al marido para que les de las llaves, entrar en la casa y cargárselo, pero todo sale a la luz y decenas de manifestantes se empiezan a agolpar en la vivienda. Tienen que intervenir los jueces y la policía termina cargando contra los manifestantes.

- No sé, ¿no podrías introducir alguna farmacéutica con oscuros intereses y un jefe de gabinete implicado con intenciones criminales?

- Demasiado típico. Mejor a Ana Mato, montada en un Jaguar, mientras deja un rastro de confeti a su paso y muchos cuñados, cuñados por todas partes como zombies en Walking Dead, y...

- ¿Ein?

- A lo que voy es que todo tiene su origen en que la formación recibida por los sanitarios era deficiente, denunciaban que el material no era el indicado y que apenas les habían explicado cómo utilizarlo para tratar a los enfermos de ébola. Además habían desmantelado los servicios especializados.

- Pero, ¿cómo va a pasar eso en un país de la Unión Europea que va a repatriar a enfermos de ébola?

- Es España.

- Incluso siendo España, colega. Por cierto, África no aparece en toda la película.

- Ups. Es verdad. No había caído. Qué olvido más poco edificante.

- Bueno, ¿y cómo termina la película?

- Estoy trabajando en ello. Quizás metan a la enfermera en la cárcel, incluso antes de haberse curado del ébola. O quizás Ana Mato dimita... bueno, eso sí que no se lo cree ni Dios.

- Déjalo, déjalo. La película no tiene ni pies ni cabeza. Hacemos otra con Torrente y sin ébola, ¿vale?

- Vale, vale.

- Pues eso.

- Por cierto, jefe, ¿quién paga la comida?

- ¿Quién es el guionista?

En los reservados de un restaurante madrileño, un guionista español se reúne con un productor de cine norteamericano.

- Tengo una película que es la bomba: va del ébola.