El Govern balear aprueba el techo de gasto “más alto de la historia” que deberá pactar con la agenda ultra de Vox

El Govern que preside Marga Prohens tardó siete meses en aprobar los presupuestos para la comunidad autónoma balear de 2025. La partida general de gastos que está vigente no salió adelante hasta el pasado julio, ya consumido más de la mitad del ejercicio. Con la lección aprendida, el PP –que no tiene mayoría absoluta en el Parlament– se ha puesto en manos de la ultraderecha para evitar que ocurra lo mismo de cara al próximo año. Mientras tanto, en la sala de máquinas del Ejecutivo avanzan faena. El Consell de Govern ha aprobado este viernes el paso previo a la redacción de los presupuestos. Ya hay techo de gasto no financiero y es, en palabras de Antoni Costa, vicepresidente autonómico y conseller d’Economia, “el más alto de la historia”. 6.924 millones de euros, 361 millones más respecto a este año, mil millones más que cuando los populares asumieron el poder en verano de 2023.

Según ha indicado Costa en rueda de prensa, el nuevo techo de gasto permitirá desarrollar las políticas necesarias para la transformación del modelo económico, además de reforzar los servicios públicos y responder a las necesidades de los ciudadanos. “¿Esto es un milagro?”, se ha preguntado el conseller en referencia a la capacidad para estirar el presupuesto autonómico. “No”, ha respondido él mismo a continuación, y ha atribuido al incremento de la actividad económica la posibilidad de ejecutar los presupuestos con superávit a la vez que se reducen impuestos. El techo de gasto se ha aprobado en previsión de mantener los tributos y sin tener en cuenta posibles cambios en la ecotasa, el Impuesto de Turismo Sostenible. Costa plantea un escenario, por tanto, de déficit cero: “Una satisfacción para este Govern”.

Sin embargo, a los veinticinco asientos que ocupa el PP en el Parlament, y al voto, casi seguro, de Llorenç Córdoba –el ex presidente de Formentera, que pese a su duelo fratricida con los populares en el Consell de su isla, suele ser fiel y votar con ellos en la cámara–, Prohens y su gabinete necesitan, al menos, cuatro votos de ultraderecha para aprobar los presupuestos. Ya sean los que conserva el grupo parlamentario de Vox o los de Avanza en Libertad, la facción de díscolos que han roto con el partido de Santiago Abascal sin abandonar sus actas de diputados. Entre ambos suman ocho escaños, el resultado que convirtió a Vox en tercera fuerza tras las últimas elecciones autonómicas.

El cortejo, por tanto, ya ha comenzado. Lo evidenció la presidenta hace dos semanas en el debate de política general, mientras anunciaba el techo de gasto récord que estaba por venir. Prohens aseguró que restringirá las ayudas a migrantes durante la segunda mitad de la legislatura: “No podemos permitir que haya quien venga aquí con el único propósito de abusar de nuestras ayudas y prestaciones públicas como único medio de vida, y mucho menos que puedan suponer un efecto llamada”. Ese “efecto llamada” lo vinculó la líder del PP con la ruta migratoria que conecta Argelia y las Illes Balears, el Gobierno de Pedro Sánchez se resiste a reconocer como consolidada (aunque el ministro Marlaska viajará a Argelia el lunes) y ya ha supuesto casi 6.000 llegadas en lo que va de 2025 sólo en las Illes Balears. Más personas que en los acumulados de los años anteriores.

Una proclama mitinera que subrayó –en varias ocasiones– diciendo que el PP balear gobierna “para la gente de aquí”. Tanto se escoró el discurso hacia el populismo xenófobo que Manuela Cañadas –la portavoz de los oficialistas– respondió a Prohens con una cucharada de ironía: “Da la casualidad que son propuestas y exigencias nuestras. Para hacer las políticas de Vox lo mejor es que gobierne Vox. Este es el resumen que puedo hacer”. Luego razonó que el comprador, “entre el original y la marca blanca”, suele quedarse con el original.

Una marcha más en el discurso de Vox

Pese a esta asunción de la agenda ultra por parte del PP, los representantes de un partido que se mira en el espejo de políticos como Viktor Orbán, Marine Le Pen, Giorgia Meloni o Javier Milei, y que homenajea las ideas de Charlie Kirk –el mártir del trumpismo– suben una marcha en el Parlament balear. En la misma sesión, la del debate general de la comunidad, Cañadas expresó: “No consentiremos que barrios tranquilos se conviertan en guetos de okupas, narcos y delincuentes”, saltando por encima de los datos: España dobla la tasa de extranjeros que tenía en 2005 y, en cambio, los índices de criminalidad han bajado. La portavoz de Vox también emplazó a Prohens a prohibir en el archipiélago el uso del hiyab o la celebración del Eid al-Adha, la fiesta del cordero, uno de los días más importantes para los fieles del Islam.

Por si quedara alguna duda del talante con el que negociarán los presupuestos, el pasado martes, su compañero Sergio Rodríguez, desde la tribuna de un Parlament semivacío, desgranó una enumeración para meter a todos los musulmanes en el saco de grupos terroristas como ISIS, Al-Qaeda o Boko Haram: “No tenemos nada contra el Islam, lo tenemos contra la decapitación, la lapidación, casarse con niñas, la esclavitud sexual, la zoofilia, la creencia forzada en la religión, la yihad, el burka, el hiyab, el abuso infantil, el abuso conyugal, la poligamia, el supremacismo del varón, la misoginia, la shara, la ablación genital, el uso del terrorismo como herramienta política y la homofobia”.

Luego se definió como un patriota europeo, reclamándose sucesor “de los griegos que lucharon contra los persas –la amenaza oriental– en las Termópilas”. Un Leónidas contemporáneo. Lluís Apesteguia –líder de Més per Mallorca–, que le sucedió en el estrado, no pudo evitar que se le escapara una sonrisa cuando matizó la incursión de Rodríguez en una de las batallas más famosas de la Antigüedad. El ecosoberanista le dijo al ultraderechista que Vox no podía ser Esparta porque, en aquel estrecho paso entre montañas se enfrentaron “la razón” contra “el culto a la personalidad” que representaba Jerjes, emperador de Persia.

Las próximas semanas, con sus sesiones parlamentarias y negociaciones entre bambalinas, desvelarán si el ambiente en el espectro conservador de la política balear se relaja o se sigue tensando a propósito de la migración. Un punto –con permiso del uso del catalán en la educación o los trámites administrativos, otro foco de conflicto entre PP y Vox– clave para que el anunciado como techo de gasto no financiero más alto en once legislaturas de autogobierno insular salga adelante antes de los turrones navideños. En 2024, la pieza del tablero que la derecha entregó a la ultraderecha fue el regreso de los menores a las plazas de toros de Mallorca.