El cordón sanitario a la ultraderecha se tambalea en Alemania en pleno auge en las encuestas

Andreu Jerez Ríos

Berlín —
22 de octubre de 2025 21:54 h

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“A la derecha de la CDU/CSU no puede haber ningún partido democráticamente legitimado”. Esta frase es de Franz Josef Strauß, padre político de los socialcristianos bávaros de la CSU. Strauß la pronunció en la década de los 80 del siglo pasado, cuando el partido nacionalista Die Republikaner (Los Republicanos) amenazaba con abrir un espacio electoral sólido a la derecha de la unión conservadora de la CDU/CSU en Alemania. Tras algunos éxitos electorales regionales y municipales, Die Republikaner acabó languideciendo hasta hundirse en la irrelevancia.

La frase de Strauß ha sobrevivido, sin embargo, como una de las máximas ideológicas y estratégicas del imaginario conservador alemán. Esto tiene razones históricas relacionadas con el nazismo, el periodo más oscuro de la Alemania moderna que sigue marcando el ADN político de los conservadores de la República Federal.

A la vista de los resultados electorales desde 2017 y de las actuales encuestas de voto, ya se puede decir que la CDU/CSU ha fracasado en su intento de evitar la legitimación democrática de una oferta política en su flanco derecho. Alternativa para Alemania (AfD) obtuvo más del 20% de los votos en las elecciones federales del pasado febrero –más de 10 millones de votos– y, actualmente, lidera la mayoría de proyecciones con entre 25 y 27% de intención de voto.

AfD, el partido de ultraderecha más exitoso de la historia de la República Federal, está poniendo contra las cuerdas la aplicación práctica de la máxima política de Franz Josef Strauß: el cordón sanitario o Brandmauer (cortafuego, en alemán) que impide la cooperación con la ultraderecha. En los poco más de seis meses que el canciller conservador Friedrich Merz lleva al frente del país, AfD ha conseguido consolidar el liderazgo en las encuestas electorales, generando un enorme nerviosismo dentro del conservadurismo.

Voces como Peter Tauber, secretario general de la CDU durante la época de Angela Merkel, o el exministro de Defensa Karl-Theodor zu Guttenberg dudan en público que el mantenimiento del cordón sanitario sirva para contener electoralmente a la derecha y apuestan por repensarlo. Diputados y diputadas de la CDU-CSU y de sus diferentes federaciones regionales, especialmente del este del país, llevan tiempo pidiendo acabar con el veto a AfD y piden normalizar la relación con la ultraderecha.

Elecciones regionales en 2026

El nerviosismo crece al tiempo que se acercan las cinco elecciones regionales programadas para el próximo año: en marzo, las de Baden-Württemberg y Renania-Palatinado, y en septiembre las de Berlín, Sajonia-Anhalt y Meklemburgo-Antepomerania. En todas ellas, AfD obtendrá, salvo sorpresa, resultados de dos dígitos. En los estados germanoorientales de Sajonia-Anhalt y Meklemburgo-Antepomerania, la ultraderecha se acerca ya la mayoría absoluta con proyecciones en torno al 40%. La estrategia del cordón sanitario o Brandmauer, tan celebrada por las izquierdas de países europeos en los que conservadores coaligan y colaboran activamente con partidos ultraderechistas, se muestra agotada en Alemania.

“Hay que reconocer que nos estamos acercando poco a poco a un problema aritmético. El año que viene se celebrarán de nuevo elecciones regionales en Alemania Oriental, en las que cada vez es más dudoso cómo se podrán formar mayorías sin la participación de la AfD”, dice a elDiario.es Sebastian Enskat, analista en la oficina vienesa de la Fundación Konrad Adenauer, vinculada a la CDU. Más allá de las diferencias ideológicas que puedan existir dentro del conservadurismo alemán sobre la estrategia frente a AfD, Enskat toca el nervio del actual debate sobre el cordón sanitario: cada vez es más difícil gobernar sin AfD y puede que en algún estado de Alemania oriental pronto sea imposible.

En Alemania, los partidos del centro político ya no cuentan con una mayoría de dos tercios a nivel federal

Dentro de la CDU/CSU se pueden observar dos corrientes que ponen en entredicho el cordón sanitario: por una parte, están voces como la de Peter Tauber, considerado del ala centrista, que apuesta por “relajar” el cortafuego a la ultraderecha, lo que permitiría gobiernos conservadores en minoría tolerados por AfD y que podrían contar con votos de la ultraderecha para aprobar determinada leyes. Las dudas muestran aquí un carácter más pragmático que ideológico, pero abren una puerta no exenta de riesgos políticos con una derecha radical en pleno ascenso en las encuestas.

Por otra parte, existen las voces más derechistas, con un discurso cercano al movimiento MAGA de Donald Trump en EEUU, que piden acabar el cordón sanitario con la previsible intención de abrirse en algún momento a una coalición con AfD. La diputada democristiana por Brandeburgo Saskia Ludwig es una de ellas. Nuevos medios digitales como NiUS o Apollo News llevan tiempo estableciendo una agenda ultraconservadora y reaccionaria que abona el terreno político para ello. Ese nuevo espacio mediático cataliza mejor que nadie el momento político que vive un país en el que el cordón sanitario se tambalea como nunca antes.

El caso austriaco

Una de las argumentaciones de las voces más pragmáticas del conservadurismo alemán para repensar el “cortafuegos” es que el rechazo frontal a cualquier colaboración pasiva o activa con AfD ha alimentado su caudal electoral. El caso de Austria, en el que tanto conservadores como socialdemócratas llevan décadas coaligando con los ultraderechistas de FPÖ, lo desmiente. Esas coaliciones tampoco han ayudado a frenar electoralmente al partido hermano de AfD en Austria ni a moderar su deriva radical. El FPÖ, liderado por Herbert Kickl, ganó las elecciones austriacas por primera vez desde el fin de la Segunda Guerra Mundial en septiembre del pasado año. Y Kickl usa una dialéctica que coquetea abiertamente con expresiones usadas por el nacionalsocialismo.

Los casos de Alemania y Austria demuestran, por tanto, que ni el cordón sanitario ni la colaboración con la ultraderecha significan automáticamente su debilitamiento. El debate en el seno de la unión conservadora se centra actualmente en cuál debe ser la forma de relacionarse con AfD, pero deja en un segundo plano los asuntos que están alimentando el voto protesta en favor de los ultras: recesión, inflación, vivienda, crisis demográfica, migración…

En medio de la crisis estructural que sufre la economía alemana, la actual gran coalición trasmite la sensación de ser un matrimonio de conveniencia más que un gobierno con un programa común. La alianza entre conservadores y socialdemócratas responde, de hecho, a que el autodenominado centro político ha perdido buena parte del apoyo electoral con el que contaba históricamente en Alemania.

“Cada vez es más difícil alcanzar una mayoría en el centro. Esto también se aplica a Alemania, donde los partidos del centro político ya no cuentan con una mayoría de dos tercios a nivel federal”, dice el analista de la Fundación Konrad Adenauer. “Cada vez es más frecuente ver coaliciones, tanto a nivel federal como regional, en las que los partidos gobiernan juntos, pero dan la impresión de que, en cuanto a programas e ideologías, prefieren seguir caminos diferentes. Todo ello va en detrimento de la eficacia del centro político y agrava aún más los problemas”, añade.

AfD, “principal oponente”

El creciente debate sobre el cordón sanitario llevó a Merz a convocar el pasado fin de semana a la dirección de la CDU. Tras dos días de debate, el canciller y presidente de los democristianos compareció durante más de media hora ante la prensa para anunciar que nada ha cambiado en la estrategia de su partido. Merz garantiza que mientras él esté al frente de la CDU, no habrá colaboración con la ultraderecha, además de ofrecer un discurso combativo en el que declara a AfD su “principal oponente”. Dado que su partido compite ahora mismo solo con AfD por liderar las encuestas, Merz parece apostar por una estrategia de polarización: la CDU o la ultraderecha.

En su comparecencia, Merz se negó curiosamente a usar la palabra Brandmauer: “Ese no es nuestro uso del lenguaje. No lo era y no lo es”, aseguró el canciller, claramente incómodo con las preguntas al respecto y olvidando que en el pasado sí usó la palabra “cortafuegos” para definir la relación de su partido con AfD. Su negativa a usar expresamente el término Brandmauer deja un margen de dudas sobre cómo podría reaccionar su partido si en el futuro solo la suma de los votos de CDU y AfD dan una mayoría absoluta en la aritmética parlamentaria a nivel regional o nacional.

Alemania se encuentra hoy objetivamente más cerca que nunca del fin del cordón sanitario dentro del espacio político conservador. Una apertura a una coalición con la ultraderecha provocaría muy probablemente el abandono del partido de sus integrantes más centristas y, en el peor de los casos, una escisión de la CDU. Ese es el objetivo expreso de AfD, que busca así allanar el camino hasta las próximas elecciones federales. Su meta es liderar el próximo el Gobierno alemán.