Las puertas correderas se abren y Samira aparece por la sala de llegadas de la terminal 4 del aeropuerto de Barajas. Se abraza a una compañera; las dos empiezan a llorar, pero al segundo ríen, mientras escuchan los gritos de la veintena de personas que se ha acercado a recibirlas tras un periplo de más de 50 horas desde Gaza. “Palestina libre”, corean estas, en inglés, con la bandera tricolor desplegada.
Junto a otros cinco compañeros, estas dos jóvenes son las primeras estudiantes en aterrizar en España desde la Franja en virtud de un programa de evacuación de universitarios auspiciado por el Ministerio de Exteriores. “Siento una mezcla de alegría y tristeza, pero estoy muy agradecida por estar aquí”, expresa.
Samira, que prefiere no usar su verdadero nombre por temor a represalias para su familia en Gaza, salió del enclave en el marco de una meticulosa operación que comenzó el miércoles a las seis de la mañana y que la llevó con sus compañeros de la sede de Unicef en Deir al Balah, en el centro del enclave, al paso sur de Kerem Shalom, en el linde con Egipto e Israel, y de ahí en autobús desde Cisjordania hasta la frontera jordana, con largos periodos de espera, sin probar bocado hasta bien entrada la noche.
Además de Exteriores, Unicef, la ONG Gaza Scholarship Initiative, la Red Universitaria por Palestina y las universidades de Jaén, Carlos III y la Autónoma de Barcelona se implicaron en que la operación llegase a buen puerto.
Exteriores ha evacuado desde mediados de 2024 a más de 60 menores y sus familias por motivos médicos, pero esta es la primera vez que España logra traer a estudiantes por motivos académicos. Algunos de ellos llevaban desde el año pasado con la beca Erasmus concedida, como explica en el aeropuerto, nervioso ante la inminente llegada de los estudiantes, el vicerrector de Internacionalización de la Universidad de Jaén, José Ignacio Jiménez González, cuya institución también articula un programa propio de acogida académica. “No hemos cejado en el empeño”, dice de los meses de trámites y esfuerzos.
Tienen un montón de emociones encontradas. Están superados, tristes, excitados, incrédulos, como si estuvieran soñando. Hay momentos de alegría y otros en que rompen a llorar
La mezcla de emociones de los estudiantes la explica igualmente Dana Jadallah, de la Gaza Scholarship initiative, que recibió a los alumnos a su llegada a Jordania. “Tenían un montón de emociones encontradas. Estaban superados, tristes, excitados, incrédulos, como si estuvieran soñando. Había momentos de alegría y otros en que rompían a llorar”, detalla.
La ONG, que ha colaborado en otras cinco salidas de universitarios —Suiza, Eslovenia, Francia, Reino Unido e Irlanda también han facilitado evacuaciones por razones académicas— la conforman grupos de madres. “Los recibimos en el hotel en Amán para darles apoyo en ausencia de sus familias. La mayoría no han salido de Gaza antes, así que el cambio es grande”, relata Jadallah por mensajes de texto desde la capital jordana.
La Red Universitaria por Palestina, un colectivo académico comprometido con la situación en los territorios ocupados, se implicó también en el mecanismo, cuya efectividad lleva tiempo reclamando. En septiembre remitieron una carta abierta al ministro del ramo, José Manuel Albares, en la que insistían en la necesidad de ponerlo en marcha.
Uno de los firmantes era David Peñafuerte, trabajador también de la universidad jienense, que relata la angustia en las comunicaciones con los alumnos. “Preguntaban cuándo las íbamos a poder sacar, y a veces era difícil explicar que no estaba en nuestra mano”, explica, aludiendo a las delicadas negociaciones diplomáticas entre los servicios consulares españoles y las autoridades israelíes. elDiario.es se ha puesto en contacto con el Ministerio de Exteriores, pero no ha obtenido respuesta.
“Si una pasaba unas semanas sin contestar al WhatsApp, podías pensar que quizás la hubiesen matado”, indica. Peñafuerte se emociona recordando la impotencia que sentía entonces, y piensa en las jóvenes. “Se han despedido de sus familias sin saber si van a poder volver”, advierte.
"Pese a la guerra, pese a perder a mi hermana, pese a tener que sacar a mi padre de entre los escombros, de todas las cosas horribles que he vivido, me saqué el título"
Los incesantes ataques israelíes dificultaban la salida de las estudiantes. La propia Samira, de 25 años, que vivía en el campo de refugiados de Nuseirat, cuenta que el ejército hebreo mató a su hermana e hirió a su padre, pero que incluso en esas condiciones logró acabar sus estudios de grado en la universidad de Al-Aqsa, que ahora completará en Jaén con un máster en Economía y Desarrollo Regional.
“Pese a la guerra, pese a perder a mi hermana, pese a tener que sacar a mi padre de entre los escombros, de todas las cosas horribles que he vivido, me saqué el título”, explica, y avanza: “Ahora tengo muchas ganas de empezar este nuevo capítulo de mi vida”.
De los seis que aterrizaron en Madrid —una séptima estudiante viajó directamente a Barcelona para matricularse en la Universidad Autónoma—, cuatro emprenderán camino a Jaén, pero el quinto se quedará en la capital. Se trata de Mohammed Aljundi, de 20 años, nieto del exdirector de una escuela de la UNRWA, y acogido en la capital por la exdiplomática Mon González, amiga de la familia. González conoció al nieto de Mohammed en los años 90 cuando ambos estudiaban en Escocia.
Dejar atrás Gaza es, según explica antes de abandonar el aeropuerto, “muy difícil”, pero no había “otra opción”. Tras optar a una beca Erasmus —el programa europeo de movilidad académica reserva una partida para estudiantes extracomunitarios— el año pasado, pensó que el bloqueo israelí le impediría disfrutarla. Finalmente, sí ha podido viajar, cuando “nadie lo esperaba”.
Con la frente sudada por el viaje, Mohammed cavila sobre el futuro. Estudiará en inglés el curso para acceder a una ingeniería en la Universidad Carlos III, pero lo que venga después dependerá de él, por primera vez en mucho tiempo. Mira al techo y especula, con media sonrisa: “Quizás me quede en España”.