Las víctimas civiles de los bombardeos en Afganistán se han duplicado durante el mandato de Trump

El número de civiles muertos en Afganistán a causa de los bombardeos de fuerzas aéreas internacionales lideradas por EEUU se ha más que duplicado durante el gobierno de Donald Trump en comparación con el último mandato de Barack Obama, según un reciente estudio del proyecto ‘Costs of War’, de la Universidad de Brown. Mientras que entre 2013 y 2016 fallecieron 499 civiles, entre 2017 y septiembre de 2020, esa cifra es de 1.176 víctimas, según datos de la misión de la ONU en Afganistán.

En febrero de 2020, EEUU y los talibán firmaron un acuerdo y desde entonces los ataques aéreos se han reducido notablemente. Si se comparan los datos de 2019 con el último año de Obama (2016), las víctimas se han triplicado. De hecho, los ataques aéreos en 2019 acabaron con la vida de 700 personas –546 de ellas por bombardeos de las fuerzas internacionales, 113 por el Ejército afgano y 41 por determinar (ni ISIS ni los talibán tienen capacidad de llevar a cabo este tipo de ataques)–, más que en ningún otro año desde el comienzo de la guerra.

“Ambas partes en el conflicto aumentaron sus ataques en el periodo previo y durante las negociaciones para ganar poder sobre la mesa de diálogo. Creen que si muestran progreso sobre el terreno, la otra parte se mostrará más dispuesta a negociar y aceptar. Lo que ocurre es que esa estrategia aumenta el daño sobre la población civil”, señala a elDiario.es Neta Crawford, autora del informe. “Cada lado piensa que si hiere al enemigo, este renuncia. Pero no es así y por eso estamos en este callejón sin salida. La gente resiste”.

Las negociaciones de EEUU con los talibán empezaron en diciembre de 2018. “Los datos de la Misión de Asistencia de Naciones Unidas en Afganistán muestran que los civiles pagaron el precio [del aumento de la violencia de cara a la negociación], con el número de civiles muertos al año llegando a su pico en 2018 con más de 3.800 fallecidos”. Cabe señalar que EEUU no coincide con la metodología de la misión de la ONU para contabilizar las víctimas civiles, por lo que según sus cálculos, estas cifras son menores.

Actualmente es el Gobierno afgano el que negocia con los insurgentes y la violencia también se ha recrudecido. “En ausencia de una clara victoria de una de las partes es probable que estos niveles de violencia continúen. Lo que tenemos que animar es un alto el fuego previo a las negociaciones para congelar el statu quo. Cada lado perderá algo, pero no tantas vidas civiles”, explica Crawford.

Los bombardeos aéreos solo son una de las múltiples causas de la muerte de civiles. En total, de 2007 a 2016, las fuerzas progubernamentales, incluido el Gobierno afgano y sus aliados, mataban una media de 582 civiles al año. Sin embargo, entre 2017 y 2019, esas mismas fuerzas mataban 1.134 civiles al año, lo que representa un aumento del 95%. En cualquier caso, los talibán e ISIS matan a más personas inocentes, aclara el informe: 1.964 muertos entre 2007 y 1016 y 2.071 entre 2017 y 2019.

“Vamos a perder esta puta guerra si no dejamos de matar a civiles”

El 22 de agosto de 2008, fuerzas de la OTAN y del Gobierno afgano patrullaban el pueblo de Azizabad cuando fueron atacados por los insurgentes. Tras 30 minutos de combate se solicitaron refuerzos aéreos a EEUU y durante las siguientes dos o tres horas se produjo un bombardeo continuo de la población, donde a su vez los residentes estaban preparando una ceremonia en memoria de una destacada figura tribal que había fallecido poco antes. 92 civiles murieron, incluidos 62 niños. En un primer momento, EEUU dijo que no había habido ninguna víctima civil. Días después reconoció cinco inocentes muertos. Finalmente, en octubre, el Pentágono admitió 33 víctimas civiles. Sin embargo, una investigación de la ONU elevó la cifra a alrededor de 90.

Quedaban poco más de dos meses para la victoria de Obama en las elecciones y 2008 había sido un año especialmente duro que acabó con 552 víctimas civiles causadas por los bombardeos aéreos de las fuerzas internacionales.

“¿Qué es lo que no hemos entendido? Vamos a perder esta puta guerra si no dejamos de matar a civiles”, afirmó el general Stanley McChrystal, entonces comandante de la misión militar en Afganistán, después de un bombardeo estadounidense que había matado a cinco civiles el 17 de julio de 2009. Habían pasado tan solo dos semanas de la publicación de una directiva por parte del general para endurecer las normas para llevar a cabo bombardeos con el objetivo de reducir el número de muertes de personas inocentes.

Dos meses después de aquella directiva se produjo uno de los ataques más devastadores de la guerra más larga de la historia de EEUU. Dos camiones cisterna alemanes fueron secuestrados por los talibán en Kunduz. Los camiones se quedaron atrapados en el barro y el comandante alemán solicitó un bombardeo estadounidense.

Según publicó The Washington Post, una fuente informó que toda la gente concentrada alrededor de los camiones eran combatientes, así que EEUU lanzó dos bombas de 227 kilos cada una. Sin embargo, esas personas eran civiles que habían acudido a la zona para robar el combustible y una investigación de la OTAN confirmó la muerte de 100 civiles.

A pesar de ello, la cifra de personas no combatientes fallecidas por los bombardeos de fuerzas internacionales experimentó una clara tendencia a la baja entre 2008 y 2014, cuando murieron 101 civiles. En 2017, el entonces secretario de Defensa de Trump, Jim Mattis, anunció que EEUU había relajado las normas para hacer bombardeos en Afganistán, lo que significaba que EEUU podía atacar sin estar en contacto directo con fuerzas enemigas, señala el informe. “Las restricciones que no nos permitían emplear al completo la fuerza aérea han sido eliminadas”, declaró.

“Los comandantes de Obama estaban más preocupados por las víctimas civiles y los comandantes de la Administración Trump han estado más centrados en vencer a ISIS y los talibán”, cuenta Crawford.

“Desde 2008 y 2009, las directrices militares de EEUU sobre los bombardeos en Afganistán han fluctuado entre más o menos restricciones –con consecuencias demostrables para la población civil–. Cuando las fuerzas internacionales o del Gobierno temen que están perdiendo o creen que tienen que aumentar la presión sobre los combatientes, aflojan las normas y las víctimas civiles tienden a aumentar. Cuando el Ejército siente presión de los afganos, ONG y los medios para reducir las bajas civiles y cuando están convencidos de que las víctimas civiles son contraproducentes para la misión, tienden a reforzar las normas”, sostiene la autora en el informe.

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