El general médico echa la culpa a las autoridades de Turquía
En la primera jornada del juicio por la identificación errónea de 30 de los 62 fallecidos, que se sigue en la Audiencia Nacional, el principal acusado aseguró “llevar seis años” preguntándose por qué se produjeron los errores y aseguró “no haber encontrado una explicación” a si éstos se debieron a la identificación de los cadáveres, que asumió personalmente, o a “errores en la entrega” por parte de las autoridades turcas. “O porque yo bailo los números o por ambas cosas”, reconoció.
“No me lo explico. He elaborado tres listas, me han bailado números, puede ser. Hubo muchísimas manipulaciones, cambios de saco, cambios de número y cambios de embalaje, ahí debe estar la concatenación (de errores)”, señaló Navarro antes de añadir que “no hay ningún general infalible”. “Ser general no es ser infalible, los generales también se equivocan para bien y para mal”, dijo.
A la pregunta del teniente fiscal, Fernando Burgos, de “dónde se produjo la hecatombe”, Navarro señaló que el equipo de oficiales médicos que dirigía no tiene la intención de “quitarse de encima la posibilidad de error”. No obstante, indicó que los militares españoles nunca pudieron entrar en la morgue y se mostró convencido de que el hecho de que “ha habido errores, no en la identificación sino en la entrega, es evidente”.
IDENTIFICACIONES POR “EXCLUSIÓN”
El general, para el que la Fiscalía pide cinco años de cárcel por un delito de falsedad en documento oficial, explicó que los 30 cuerpos cuya identidad no fue avalada por las autoridades de Trabzon fueron reconocidas por “exclusión” con respecto a las que no ofrecían dudas, debido a la existencia de chapas, documentos de identidad, uniformes o fotografías.
Navarro puso de manifiesto que no más de cinco de los militares fallecidos portaban chapas de identificación, lo que le extrañó. “Yo mismo llevo siempre mi chapa”, señaló antes de añadir que la única explicación plausible a este hecho es que los militares no se colocaran las identificaciones “por la euforia del regreso”, en referencia a su regreso de la misión que habían realizado en Afganistán.
Para la “segunda vuelta” de las identificaciones, que a la postre resultó errónea, Navarro se valió de otro tipo de datos: “Nombres a medio partir, un galón, una graduación, un uniforme, una exclusión por empleos (si hay tres sargentos y tengo dos, este es el tercero)”.
Además, aseguró desconocer que el acta de entrega de los cadáveres que redactaron en turco las autoridades locales ponía en duda la identificación de 30 cuerpos porque, de haberlo sabido, no la habría firmado. “¿Cómo voy a decir que me los llevo sin identificar? --se preguntó--. Habría mentido”.
“NO NOS DEJARON HACER PRUEBAS DE ADN”
También indicó que en el ambiente de trabajo en el que se produjeron las identificaciones, que calificó de “absolutamente sórdido”, no se tomaron muestras de ADN porque no lo consideró “necesario” y porque las autoridades turcas no les “dejaron”. Esta afirmación provocó los murmullos y las risas sarcásticas de varios de los familiares de las víctimas que siguieron la sesión en la sala de vistas.
Durante su interrogatorio, que se prolongó durante más de una hora, el teniente fiscal llegó a preguntar cómo fue posible que en las tareas de identificación se confundiera a un fallecido de raza blanca con otro de raza negra. Navarro explicó que ambos tenían “una gran envergadura” y que este último, en referencia al cabo primero Juan Bohabonay Domínguez, “no era negro sino un canario mulatoide”.
El general Navarro, que justificó el proceso de identificaciones por la necesidad de contar con “salvoconductos mortuorios” para repatriar a los cuerpos, explicó que los certificados de defunción se realizaron el día 28 a la llegada de los cuerpos a la base de Torrejón de Ardoz (Madrid) porque así lo solicitaron “algunas familias”, a las que también se les entregaron informes de necropsia que habían sido “endulzados”. En todo caso, indicó que los certificados eran “innecesarios” porque todos los cadáveres fueron registrados ante el Consulado de España en Ankara.
En relación con las primeras notas manuscritas que elaboró para identificar los cuerpos, explicó que únicamente destruyó las correspondientes a víctimas cuyas familias le habían trasladado su temor por una identificación errónea y a las que ya había contestado. TRILLO NO LE ENCARGÓ LA IDENTIFICACIÓN
El general Navarro explicó que el mismo día de los hechos (26 de mayo de 2003) se trasladó al lugar del accidente por “orden” del entonces era ministro de Defensa Federico Trillo, que le indicó que su misión era “ponerse a las órdenes” del teniente general José Antonio Beltrán y llevar a cabo la “recuperación y repatriación” de los cadáveres pero no su “identificación”.
En este sentido, aseguró que tomó personalmente la decisión de identificar a los cuerpos cuando vio el “estado” en que se encontraban y con la intención de “acortar el tiempo de espera y el duelo familiar lo máximo posible”.
A preguntas del abogado de la acusación particular ejercida por la Asociación de Familias Afectadas por el Accidente del Yak-42, Leopoldo Gay, Navarro describió un breve encuentro mantenido en la Base Aérea de Torrejón con el entonces ministro Trillo. “Le dije, sin novedad ministro, y eso fue todo”, aseguró.
El procesado destacó, además, que durante el desarrollo de su labor en Turquía no estableció ninguna conversación telefónica con el titular del Ministerio y añadió que los contactos corrieron a cargo del teniente general José Antonio Beltrán, coordinador de las operaciones de identificación y repatriación de las víctimas del accidente.
La sesión se reanudará a partir de las cinco de la tarde con el interrogatorio al general Navarro de las defensas de los acusados, entre los que también se encuentran el comandante José Ramírez y el capitán Miguel Sáez, para los que la Fiscalía pide cuatro años y medio de prisión.
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