Muchos retos y ningua meta
Salvador Royo, riojano de nacimiento y futbolista (o futbolero) de vocación vive en una nube. Después de cuatro años al frente del Valvanera ha conseguido el mayor sueño al que puede aspirar el presidente de un club entregado a la cantera: lograr un puesto en la élite del fútbol juvenil. Desde que el Valvanera diera el salto y se convirtiera en el tercer representante regional en la categoría, los reconocimientos se le acumulan.
No los personaliza. Elude el protagonismo y se lo cede a la entidad a la que representa y de la que presume, sobre todo de su directiva: “sin ellos esto no funcionaría”, sentencia. Y es que conseguir que los engranajes de un club con mas de 450 chavales funcione, es algo así como hacer un castillo de naipes sin que se caiga.
Cocinero antes que fraile, Salva Royo dio sus primeras patadas a un balón en el Loyola para jugar en el Real Madrid de División de Honor durante un par de temporadas antes de incluir franjas verticales en la elástica blanca y jugar en el Logroñés. De Segunda B pasó a Segunda división de la mano del Mirandés y cerró su trayectoria primero en el Haro y, después, en el Arnedo donde una lesión finiquitó su carrera.
Dejó las botas y entró al Valvanera primero como coordinador y, después como directivo. Su último salto, hace cuatro años, le llevó a ocupar un puesto de presidente en el que, probablemente, seguirá tras las elecciones de la Federación Riojana.
Dice que le gustan los retos, no las metas, y como tal afrontó su posible candidatura a la Riojana. Una idea que no tardó demasiado en dejar en un segundo plano. El Valvanera (además de su familia) sigue siendo su mejor combustible y, ahora más que nunca, quiere disfrutar en un año en el que, pase lo que pase, todo serán alegrías.
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