Utopías 24. Cuatro moras

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La primera noticia que he conocido esta mañana, (martes 16/09/2025) es la de que Israel ataca por tierra la ciudad de Gaza. La llaman operación “Gedeón”, porque el personaje con dicho nombre figura en el antiguo testamento como intrépido guerrero que luchaba contra los enemigos de los judíos. 

Muy actual el señor Netanyahu y sus señores de la guerra, a la hora de bautizar los ataques a Gaza. Lo que no sé es como queda algún gazatí vivo, después de tantas bombas, tantos ataques con drones, tantos disparos, tantas ráfagas de metralleta y tantos misiles de corto y largo alcance lanzados sobre un trozo de desierto estrecho. Perdón no he citado los derrumbamientos de edificios: casas, colegios, hospitales, domicilios particulares... no sé ni como los cuentan, ni cuántos no habrán contado porque estarán debajo de los escombros. También hay recordar a los que se han ido por el arma más letal: el hambre.

Que esto no hay quien lo aguante está claro. No hay más que ver este modo de pasar por la vida, sin que la vida pase por nosotros, que hemos adoptado como imagen representativa del siglo XXI.

Para colmo este mismo día, va y se muere Robert Reford. Una noticia que me devuelve a horas de cine, sentada en una butaca y metida en una gran pantalla. A las emociones que me produjo, en su momento, la película: “Tal como éramos”. 

En otra metraje : “Todos los hombres del presidente”, me enamoré del periodismo y de la heroicidad de los dos jóvenes que destaparon el caso “Watergate”. He visto otras muchas películas de Reford, pero han sido de menor impacto emocional. Ni siquiera Memorias de Africa, cuya banda sonora me parece maravillosa, supera en mis gustos al tema que Barbara Streisand interpreta en “Tal como éramos”. 

Películas al margen y ya que me recuerdan la conversación de Putin con el chino Xi Jimping ,(es un wasap que me ha llegado mientras escribo), acerca del interés de ambos por alcanzar la inmortalidad. Me asaltan mis miedos porque, estamos mirando tanto hacia otro lado, que cuando los tengamos encima ya será demasiado tarde. 

Con la necesidad creciente que siento de encontrar sentido a este sinsentido en el que nos han/hemos metido. Como no me apetece discutir sobre los manifestantes que pararon la última etapa de la Vuelta, ni mucho menos enredarme en las declaraciones posteriores, he optado por empezar a construir un mundo en paz como si fuese la ingeniosa hidalga Dña. Quijota de Logroño, y pido a todos los colectivos de periodistas que insten a las empresas a no emitir los testimonios, ni los totales, ni las frases entre comilladas, de todos aquellos señores y señoras que no hablan: gritan; no argumentan: insultan; no suman: dividen. Les pido  un periodismo constructivo y nos encamine a una sencillez, como la de esas cuatro niños que el pasado domingo me encontré en el cementerio de mi pueblo. Habían salido a coger moras (estaban buenísimas) y entraron al lugar más silencioso para dejar en las tumbas de sus antepasados un puñito de esas frutas silvestres. Una de las crías me llevó a la tumba de su bisabuelo y me mostró cuatro moras, una por cada una de las bisnietas del finado. Nos fuimos los cinco juntos. Ellos por el regadío viejo para seguir cogiendo moras. Yo por la carretera para visitar a la familia. El rato que estuve con ellos fue tan bonito como vivir una utopía.