La voz inédita de Chicho Sánchez Ferlosio vivía en el magnetofón de Agustín García Calvo

Durante el último festival de San Sebastián se ha proyectado el documental Si me borrara el viento lo que yo canto, dirigido por David Trueba, que cuenta la interesante peripecia del disco de Chicho Sánchez Ferlosio Canciones de la Resistencia española (1964), grabado por Chicho con un magnetófono en el cuarto de baño de su casa y editado clandestinamente en Suecia. Detrás de la producción –y de la reedición del disco– está Madmua Records ,que acaba de sacar al mercado también Yo no vivo por vivir, un álbum con grabaciones inéditas de Sánchez Ferlosio grabadas en la mítica academia de la calle Desengaño regentada por Agustín García Calvo en los años sesenta.

Según nos cuenta Joan F. Losilla (Madmua Records), Sabela García, hija del filósofo Agustín García Calvo, que vela de su legado desde la mítica Editorial Lucina , se hizo con la reedición de Canciones de la Resistencia Española y le comentó que tenía una cinta grabada en la que había grabaciones de Chicho. Con la ayuda de Máximo Pradera (sobrino del cantante) convencieron a Sabela para que se las dejara, y con esta y otros materiales cedidos por la familia, se ha armado una edición limitada y numerada de 500 discos que incluye un poema que Agustín dedicó a Chicho, postales con fotos inéditas de ambos y un díptico con textos de la propia Sabela García y de Máximo Pradera.

En la cara A del disco encontramos cuatro canciones inéditas de Chicho Sánchez Ferlosio. En la cara B, otras cuatro versiones seminales que diez años después aparecerían en A contratiempo, el hasta ahora segundo y último disco de Chicho.

¿La Academia Elba?

Agustín García Calvo había llegado a la Universidad Complutense para dar clase el curso 1964-65 procedente de la Universidad de Sevilla. Durante este año se producen una serie de protestas estudiantiles contra el SEU y la prohibición de un ciclo de conferencias, que desembocan en la organización de una manifestación bajo el grito airado de libertad de expresión y la formación de la IV Asamblea Libre de Estudiantes. Varios profesores acudieron a la multitudinaria asamblea que se montó en la Facultad de Filosofía y Letras el 23 de febrero, entre los que se encontraban José Luis López-Aranguren y Agustín García Calvo. Al día siguiente se unieron otros, como Enrique Tierno Galván y, con los profesores a la cabeza, marcharon en silencio hacia el Rectorado, produciéndose enfrentamientos con la policía.

Se desencadenó una importante ola represiva y Agustín García Calvo fue expulsado de la Universidad junto con Tierno, Aranguren, Aguilar Navarro y Fernando Montero Díaz. También dimitieron en solidaridad algunos compañeros y se clausuró el Departamento de Filosofía de la Universidad Autónoma de Madrid, siendo expulsado a su director, Carlos París. Por supuesto, esto no terminó con la fiebre de asambleas y movilizaciones estudiantiles en todo el país.

Tras su expulsión, García Calvo abrió en el número 4 de la calle Desengaño la Academia Elba, donde daba clases de filología latina y leía a los presocráticos, con métodos de enseñanza realmente libertarios y modernos (a la vez que aristotélicos). Era un piso pequeño, con un par de habitaciones en las que se habían dispuesto una serie de sillas.

La demostración de que la libertad de la Academia y la militancia política de sus alumnos daba miedo a las autoridades del Régimen es que fue clausurada durante el estado de excepción de 1969, aunque las clases continuaron en cafeterías cercanas. En el transcurso de una de estas sesiones García Calvo fue detenido y desterrado unos meses a Huelva y Níjar. Este mismo año se exiliaría en París.

Uno de los visitantes habituales de aquel piso de la calle Desengaño era Chicho Sánchez Ferlosio, que conocía a Agustín desde hacía años: se habían frecuentado en el círculo de su hermano Rafael y Carmen Martín Gaite en Salamanca y en la Zamora natal de García Calvo, donde este organizaba tertulias. Sabela García, hija de García Calvo, recuerda a Chicho como el más gracioso de cuantos pululaban alrededor de su padre durante aquellos años. Rescata de su memoria infantil al cantante en una acampada, interpretando ante los críos a un róbot que debía ejecutar “órdenes superiores”, en cuyo empeño no cesaba hasta que estos lograban frenarle apretando el botón adecuado en su cuerpo. Una de las misiones era matar al cura del pueblo, que andaba realmente cerca de allí, y allá que se fue Chicho... hasta que los niños de aquel especial campamento lograron dar con el botón correspondiente.

En la calle Desengaño, entre disquisiciones sesudas, agarraba Chicho la guitarra, tratando de musicar algunos poemas de García Calvo. Aquellos versos del filósofo pueden encontrarse en el libro Canciones y soliloquios, que salió en 1976, a la vuelta del exilio del profesor, sin la versión musical de Sánchez Ferlosio. Pero algunas partes de aquellos días de la Academia Elba se mantienen en dos cintas de larga duración, grabadas en un magnetófono His Master’s Voice. Y entre aquellas palabras estaban también las tonadas de Chicho, canciones sobre letras propias y de su amigo.

La relación de Agustín García Calvo y Chicho Sánchez Ferlosio con Malasaña no se circunscribe solo a estos años y a la ya mítica academia. El filósofo zamorano tuvo en los setenta tertulia en La Manuela, en San Vicente Ferrer, y Chicho actuaría frecuentemente en La Aurora, que estaba en la calle de Andrés Borrego, donde se subió a un escenario por primera vez otro vecino del barrio, Javier Krahe. Y lo hizo convencido por el propio Chicho.