Es la última semana del curso y unos pocos alumnos buscan la sombra en el patio del Instituto de secundaria y formación profesional Isaac Newton, en el barrio de Peñagrande. El complejo es lo más antiguo del entorno y enfrente, en el larguirucho parque del Arroyo de los Pinos, una placa da pista de las vidas pasadas del centro: “En recuerdo y homenaje a las mujeres que vieron privados sus derechos en la maternidad de Peñagrande. Para que su resistencia no caiga en el olvido”.
Fue colocada en diciembre de 2018 por el Ayuntamiento de Madrid en recuerdo a las mujeres internas entre las décadas de los cincuenta y ochenta en Nuestra Señora de la Almudena, un centro para jóvenes embarazadas dependiente del Patronato de la Mujer que se conocía popularmente como Maternidad de Peñagrande.
También ha recibido en los últimos años el sobrenombre de Maternidad de los Horrores, después de que salieran a la luz números testimonios que hablan de bebés robados, de malos tratos y de trata de mujeres.
Hoy se encuentra mucha información sobre el Patronato de Protección a la Mujer, una institución franquista nacida en 1941, con pretendido cariz social, que sirvió en la práctica para condenar, de la mano de la iglesia católica, las prácticas sexuales que se consideraban disidentes. La sexualidad fuera del matrimonio, el lesbianismo, la prostitución o los embarazos no sancionados por la Iglesia, que eran el objeto del centro de Peñagrande. Ahora ya sí, hay numerosos trabajos de investigación, entrevistas o vídeos de actos públicos, pero todos son muy recientes. Durante años, los alumnos del Newton, que habían oído hablar lejanamente de la institución que ocupaba el instituto y uno de los pabellones, que permanecía abandonado, hablaban sobre todo de los fantasmas que habitaban el viejo edificio.
Las cosas han cambiado, sin duda. En YouTube se puede encontrar el vídeo de un acto celebrado en el instituto en 2017 con las durísimas palabras de la investigadora Consuelo García del Cid Guerra, que fue quien puso sobre el tapete el tema en 2012 con el libro Las desterradas hijas de Eva. Le acompañaba aquel día una de las víctimas de la institución.
La mal llamada maternidad tiene su origen en la compra en 1950 de una finca de dos hectáreas del norte de Madrid, en los terrenos conocidos como La Canaleja, del periférico barrio de Peñagrande. Abrió sus puertas en 1955 y su capacidad era inicialmente de unas mil personas entre niños y madres (atendidas por 36 religiosa), una situación de hacinamiento que fue reduciéndose paulatinamente y que se convirtió en un problema estructural. La investigadora Carmen Guillén Lorente explica que las propias memorias del patronato reflejaban recurrentemente que era un sitio grande, caro, en el que se fugaban muchas chicas.
El edificio lo construyó el arquitecto Luis García de la Rasilla, que trabajó mucho en la Dirección General de Regiones Devastadas, y para hacerse una idea de sus dimensiones hay que unir al complejo actual del edificio la iglesia aneja, que se levantó en los terrenos de la parte derribada. Su propósito era servir como internado para madres solteras y menores de edad, a menudo llevadas allí por sus propias familias (que cedían la patria potestad a la instituión), y a veces por denuncias de curas o maestros. Hasta el año 1972 estuvo gestionado por las Esclavas de la Virgen Dolorosa y, posteriormente, por la orden secular de las Cruzadas Evangélicas. Esta última orden, cuya administración sobrevivió a la dictadura, fue fundada en 1937 por el sacerdote Dorotéo Henández Vera. En una entrevista recogida en el documental El Patronato se le puede escuchar decir que el 80% de las prostitutas “son taradas psíquicas”, una denominación acorde con la fraseología de la ideología de la redención hacia las perdidas que presidía el Patronato, y que, efectivamente, llevaba a que muchas mujeres acabaran internas en el psiquiátrico de Ciempozuelos.
En la maternidad de Peñagrande las internas trabajaban embarazadas durante horas fregando el suelo y recibían presiones para dar en adopción sus hijas. En algunas ocasiones, a tenor de los testimonios recogidos, los hijos nacían muertos y eran enterrados en el patio que hoy es del instituto o se daban en adopciones irregulares. Los testimonios coinciden en que si se llevaban al pequeño “al botiquín”, la madre no volvería a verlo. Por sus pasillos transitó el doctor Eduardo Vela Vela, primera persona juzgada por la trama de bebés robados.
En Peñagrande entraban chicas entre los 16 y los 21 años, aunque a veces se quedaban hasta los 25, desde luego mucho después de dar a luz. Cuando la mujer salía, era sometida a una “vigilancia tutelar” por parte de visitadoras que podía alargarse durante dos o tres años y, en algunos casos, acabar con la vuelta al centro.
En 1968 unas visitadoras del Ministerio de Justicia –del que dependía el Patronato– elaboraron un informe demoledor sobre las condiciones del lugar y recomendaron su desmantelamiento. Sin embargo, aquellos papeles acabaron en un cajón. Continuaron los partos practicados en condiciones impropias de la época, las adopciones irregulares y hasta las colas de caballeros que acudían a examinar a las muchachas en busca de esposa.
Mejor suerte corrieron las reclusas que en los ochenta aprovecharon una visita institucional para hablar con las autoridades y explicar que la arcadia que habían montado para la visita las Cruzadas Evangélicas –hay una grabación de RTVE– era puro cartón piedra para tapar una realidad llena de abusos. Las seglares abandonaron en diciembre de 1983 el reformatorio que llevaban en San Fernando de Henares después de que una chica de quince años se tirara por la ventana. Más o menos a la vez, fueron expulsadas de Nuestra Señora de la Almudena, donde en ese momento había internas unas 120 mujeres y un centenar de niños. El propio Consejo Superior de Protección de Menores definió las condiciones de vida de Peñagrande como “sórdidas”.
Estamos en 2025 –han pasado 75 años desde que se abrió el Patronato, presidido por Carmen Polo– y la sensibilidad hacia las mujeres que fueron víctimas de la institución ha crecido por fin, hasta el punto de que este mes de junio la Conferencia Española de Religiosos (CONFER) ha celebrado un acto para pedir disculpas a las supervivientes del Patronato en la Fundación Pablo VI de Madrid. El acto fue interrumpido por víctimas de la institución al grito de “Verdad, justicia y reparación. Ni olvido ni perdón”, y pancartas con un rotundo “No”. De momento, las descarriadas, que buscan más hechos de reparación que palabras, no han aceptado las disculpas.