Todos están seguros de que un año u otro le darán el premio Nobel de Literatura. Lo que no se sabe es cuándo. El autor rumano Mircea Cartarescu, considerado uno de los mejores novelistas mundiales del siglo XXI, acaba de visitar nuestra región. En Murcia ha recibido el premio Ex Libris y el autor ha querido añadir una más que curiosa parada en una librería cartagenera en donde la afición literaria local, convertida en una especie de divertida secta devocionaria cartarescuana, abarrotó la tienda esperando al genio rumano en un acto íntimo celebrado en la ciudad por esa entregada comunidad lectora que este autor tiene aquí, rareza local que hay que explicar a continuación.
Todo por obra y gracia de Vicente Velasco, auténtico apóstol de Cartarescu en España. Porque este librero vocacional, apasionado amante de su oficio y devoto seguidor del rumano, en cuanto aparece por su librería una persona despistada que no sabe qué comprar y del que Vicente olfatea que tiene buen gusto y es candidata, le encasqueta un solenoide o un theodoros o un cegador en toda la cabeza añadiendo un individuo más a esta comunidad de lectores felices.
Hay datos objetivos: La Montaña Mágica es la librería española que más ejemplares ha vendido de Solenoide, y vende diez veces más que la segunda librería española, sea la que sea. Cartarescu tenía una deuda moral con esta recóndita librería que se encuentra en la pequeña ciudad de Cartagena, a 3.200 kilómetros de Bucarest. Y el autor ha cumplido, para alegría de todos los que formamos parte de la secta.
El autor
Mircea Cartarescu (Bucarest, 1956) ha escrito obras monumentales en las que el lector queda inmerso en un riquísimo mundo onírico que no deja indiferente y que le lleva muy lejos. Sus libros, traducidos a más de veinte lenguas, son de una gran complejidad, cargados de símbolos, con un imaginario muy denso y muy particular. Son experiencias totales que van mucho más allá de una mera lectura. La trilogía Cegador es la más exhaustiva: 1.400 páginas en tres volúmenes. La obra maestra es Solenoide, que con sus 794 páginas está considerada como la mejor novela del siglo XXI. En ella hay un realismo mágico con reminiscencias de García Márquez pasado por el oscuro tamiz de la Rumanía de los años setenta. La última entrega es Theodoros, una novela histórica narrada en segunda persona publicada en 2024 que solo tiene 643 páginas. Cartarescu ha agrandado su leyenda y ya está en el olimpo mundial de las letras, pero aquí se nos presentó con una humildad tan sorprendente como la altura de su literatura.
El acto: cien lectores donde caben veinte
Vicente Velasco decía que cualquier día Cartarescu vendría a su tienda, también entre las mejores veinte librerías de España. Era un sueño, una quimera. ¿Cómo alguien tan grande va a venir aquí, que estamos en el culo del mundo? Vaya que si vino. Aceptó la invitación y nos visitó un sábado, y fue como si hubiera bajado un mesías o un profeta o un diosecillo laico. Recibido con una ovación por cien lectores o adeptos o devotos que no sé cómo pudimos entrar en una librería en la que no cabíamos, algunos venidos desde Zaragoza, Valencia o Murcia, nos deleitó con sus curiosidades de escritor: dice que sigue escribiendo a mano (miles de páginas a mano); no edita ni corrige sus textos, porque es capaz de escribirlos del tirón y sin tachones ni correcciones (cómo no creer esto de alguien que hace creíble lo increíble). Dice que no sabe distinguir entre realidad y sueño. Cree de verdad que su madre vuela, que todas las madres del mundo vuelan, y aquel gigante de la literatura se nos mostró cercano y agradecido, con un sentido del humor difícil de encontrar en sus novelas.
Pero el espectáculo no era verle a él, sino a Vicente Velasco, el librero que había organizado el acto cumpliendo su sueño. Él no caminaba por la calle Juan Fernández de Cartagena: levitaba de felicidad a medio metro del suelo como les podría pasar a cualquiera de los oníricos personajes del Solenoide.
¿Habrá llamada desde Estocolmo este año?
El Nobel de Literatura se otorga en octubre. Desde Suecia el célebre teléfono comunicará la buena nueva al premiado que recogerá el galardón en el solemne acto de diciembre en la capital sueca. Cartarescu lleva años en todas las quinielas. La verdad es que sería de justicia que lo ganara y, de paso, que el ínclito Vicente estuviera en la comitiva acompañándole en Estocolmo. Quién sabe si pronto habrá que reescribir esta columna y titularla Cuando el Nobel Cartarescu estuvo en Cartagena.