Región de Murcia Opinión y blogs

Sobre este blog

La portada de mañana
Acceder
Las negociaciones entre Israel y Hamás llegan a un punto decisivo
ANÁLISIS | El cierre de filas con Israel lleva a EEUU a limitar las libertades
OPINIÓN | 'Todo salió mal', por Enric González

Entrevistas de trabajo

He descubierto un certerísimo indicador para conocer la salud económica, social y moral de un país -no nos engañemos, las tres cosas van juntas-: las entrevistas de trabajo. Este descubrimiento no se debe a que sea yo un lúcido economista ni a nada por el estilo, sino a que lo vivo en mis propias carnes. Puedo decir que en los últimos tres años rara es la entrevista de trabajo para la que me hayan llamado que no sea una tomadura de pelo, por no decir directamente un timo o una trampa.

En mis otros periodos de desempleado, hasta 2008 más o menos, estas cosas no sucedían. Todo era más serio. Había un cierto respeto. No me pasaba que un tipo, con toda su cara y elegancia me dijese: “Ah, se me olvidaba un punto importante: durante los dos primeros meses no se cobra, porque lo que vas a aprender trabajando aquí es un auténtico máster. Yo creo que esto para gente de tu edad está muy bien” (¡Tengo 35 años!).

 

Tampoco me había pasado que me dijesen: “Si no cumples el objetivo te iré bajando el sueldo. ¡Ten en cuenta que te damos de alta en la Seguridad Social!”, como si eso fuese un favor que te hacen y no una obligación legal.

Podría contar más historias, como mi experiencia de comercial a puerta fría, que daría para un reportaje entero. O podría hablar de “periodos de formación” no remunerados en los que la empresa bien que se agencia lo que vendes durante las “prácticas” no cobradas.

Pero es inútil alargarlo. Me quedo con que es todo un signo de degradación de un país que la gente se atreva a lanzar “ofertas” laborales como estas con la cara bien alta. Es un problema. Es un indicador que para mí dice mucho más que los números que nos suelta el Gobierno por televisión. Mucho más cierto que el mantra de que “estamos saliendo de la crisis”. ¿No resulta divertido que los únicos que pronuncien esa frase una y otra vez sean personas que nunca entraron ni vivieron en esa crisis?

He descubierto un certerísimo indicador para conocer la salud económica, social y moral de un país -no nos engañemos, las tres cosas van juntas-: las entrevistas de trabajo. Este descubrimiento no se debe a que sea yo un lúcido economista ni a nada por el estilo, sino a que lo vivo en mis propias carnes. Puedo decir que en los últimos tres años rara es la entrevista de trabajo para la que me hayan llamado que no sea una tomadura de pelo, por no decir directamente un timo o una trampa.

En mis otros periodos de desempleado, hasta 2008 más o menos, estas cosas no sucedían. Todo era más serio. Había un cierto respeto. No me pasaba que un tipo, con toda su cara y elegancia me dijese: “Ah, se me olvidaba un punto importante: durante los dos primeros meses no se cobra, porque lo que vas a aprender trabajando aquí es un auténtico máster. Yo creo que esto para gente de tu edad está muy bien” (¡Tengo 35 años!).