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El otro mundo ¡Y que viva el ská!

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La otra noche, en el Garage Beat Club de Murcia, mientras los músicos de Bad Manners ponían a bailar a todo el gentío a ritmo de las excelencias del buen ská, su cantante, Buster Bloodvessel, apareció en escena como saliendo de otro mundo. Esto es, de aquel mundo que conformó la música rebelde y divertida con la que la juventud británica bailaba hacia los años 1976-1978. Unos años en los que, ya entonces, esos jóvenes empezaban a comprender que las décadas de Estado Social, que tantas posibilidades de desarrollo personal habían traído, gracias a la expansión de los servicios públicos y la cultura popular, se estaban acabando.

La historiadora Serina Todd (véase “El Pueblo. Auge y Caída de la Clase Obrera”, Akal, 2018) le dedicó todo un espléndido y voluminoso libro a contarnos las décadas en las que el pueblo británico realizó, tras los desastres de la Segunda Guerra Mundial, tantas conquistas sociales. También sobre esa misma época, Ken Loach realizó una inolvidable película que tituló “El Espíritu del 45”.

Los jóvenes querían seguir con la fiesta. Pero se encontraron que venían, a galope, los jinetes del racismo, el desempleo, la represión policial y el programa neoliberal de Margaret Thatcher (ganó las elecciones como primera ministro de Gran Bretaña en 1979). “El Espíritu del 45” fue enterrado, en primer lugar, en Londres, y posteriormente en el resto del mundo conforme el neoliberalismo se expandió y universalizó.

A pesar de la edad, Buster y los Bad Manners demostraron a su auditorio murciano las razones por las que siempre representaron el ská más gamberro y divertido. En el Garage Beat Club nos juntamos una interesante diversidad generacional. El ská sigue incorporando a chicos y chicas jóvenes. Y también a un numeroso público británico venido de los pueblos de la costa alicantina y murciana. Y dentro de este british public, un estrato de edad por encima de los 70 que, seguramente, vivió aquel momento de celebración y baile de la juventud obrera británica. Pese a que hoy viven retirados plácidamente como jubilados bajo el sol mediterráneo, no dudaron en venir a la convocatoria de un concierto de los Bad Manners. Un concierto en el que estaba garantizado el gesto, siempre irreverente, de Buster Bloodvessel sacando su poderosa lengua contra las buenas maneras, como las del buen orden neoliberal que Thatcher asentó a base de golpes contra los mineros y la ortodoxia monetaria.

De aquellos años, los Bad Manners y los Madness, sin duda, nos recuerdan al ská más divertido. Pero fue otra banda de ská, The Specials, quienes encarnaron el lado más político y radical del movimiento. Inolvidable aquella canción, Ghost Town, con la que The Specials recibieron al programa neoliberal de Margaret Thatcher: “El Gobierno dejando a los jóvenes en el estante-Government leaving the youth on the shelf //

Este lugar, viene como un pueblo fantasma-This place, is coming like a ghost town//

No hay trabajo que encontrar en este país-No job to be found in this country // Ya no puedo seguir - Can't go on no more //

La gente se enoja-The people getting angry“.

La gente, efectivamente, se estaba enojando con tanta pérdida de conquistas sociales. Por ello, aquellos británicos que la otra noche peinaban canas en el Garage murciano, pero que fueron jóvenes en 1979, debieron sentir la llamada a la resistencia de Joe Strummer al frente de The Clash: London Calling. Y vaya si resistieron. Era otro mundo y el punk su banda sonora.

El festival “Rock Against Racism” (RAR) fue el movimiento musical que se extendió entre 1976 hasta 1982. Organizó numerosos conciertos y marchas en toda Gran Bretaña. El evento más conocido de RAR fue el Carnaval contra los Nazis de 1978 en Victoria Park, Londres, que reunió a unas 100.000 personas y contó con bandas como The Clash y Steel Pulse.

El filósofo Alberto Santamaria dedicó un vigoroso libro a desarrollar la tesis de que el neoliberalismo triunfó una vez consiguió derrotar, difuminar y convertir en cenizas a todo aquel movimiento de jóvenes que protestaban mientras bailaban a ritmo de ská y punk (véase “Un lugar sin límites. Música, nihilismo y políticas del desastre en tiempos del amanecer neoliberal”, Akal, 2022).

La historia que vino después la conocemos perfectamente: tras décadas de neoliberalismo triunfante, la crisis de 2008 exigió desahucios, desmantelamiento de servicios públicos y mucho sufrimiento social. El neoliberalismo dio paso al actual neofascismo o trumpismo.

A la salida del concierto de los Bad Manners, un detalle llamó nuestra atención. Un autobús recogía a los mayores británicos tras el concierto, seguramente, para llevarlos a sus residencias en la costa. Se me antojó pensar que volvían al otro mundo, aquel en el que cuando eran jóvenes plantaron cara al fascismo y al neoliberalismo. Ese otro mundo que hoy echamos tan en falta.