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El precio de la indigencia moral

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A nadie se le escapa que el cambio de gobierno en el Ayuntamiento de Murcia es un soplo de aire fresco para la gente progresista, no solamente de la capital, sino de toda la Región. Acabar con 26 años de gobiernos del Partido Popular, en los que el clientelismo y la oscuridad han sido su marca más notable es un hito y una puerta a la esperanza, el principio del fin.

La corrupción se ha enquistado en San Esteban. Bajo las alfombras ya no caben más asuntos turbios, los cajones han empezado a estallar y la basura brota a borbotones por las rendijas que hemos abierto durante años de denuncias públicas ante la evidencia de las numerosas tramas que se urden a diario en los despachos del Gobierno regional.

La moción de censura contra López Miras ha sido un punto de inflexión y, qué duda cabe, el PP ha dejado al descubierto todas sus costuras. Siguen gobernando, pero con tránsfugas y con la indecencia pegada a sus espaldas. La compra de voluntades para continuar en el sillón no sale gratis, de eso saben muy bien en Génova, como también saben que sus días al frente del cortijo están contados. Hacer uso de las malas artes en política tiene un precio y los ciudadanos de la Región de Murcia no perdonaremos que se hayan saltado a la torera las reglas de la democracia, tirando de sueldos públicos para no perder “el poder”.

Difícil tienen la gobernabilidad con cuatro trásfugas en el consejo de gobierno, a los que nadie reconoce la dignidad de tal alto encargo y de los que siempre, siempre tendremos que desconfiar. Su palabra no vale nada, su firma tampoco ¿Qué se puede esperar de quienes han traicionado al partido que les dio el escaño y a los votantes que les dieron su confianza?

En su afán por no perder el sillón, han prostituido la voluntad popular. El transfuguismo se ha convertido en la tabla de salvación de un presidente mediocre y acabado, que ha tenido que recurrir a la inmundicia de cuatro politicuchos de tres al cuarto que se han convertido en el soporte de la corrupción y las malas praxis del partido que ha tejido la mayor red clientelar de nuestro país.

Pero, desgraciadamente, el summum de la desvergüenza está por llegar. Con los tránsfugas no era suficiente, necesitaban a los ultras para ahormar mayorías y con ellos firmaron la venta de nuestro bien más preciado, la Educación. Se materialice o no el globo sonda que lanzaron desde San Esteban con el fichaje de una expulsada de VOX para dirigir las políticas educativas y culturales de la Región, lo cierto es que dichas políticas ya han sido compradas, pues han servido como moneda de cambio para convalidar el gobierno del horror. De una forma u otra, intentarán que sus postulados extremistas se instalen en nuestras aulas.  Lo intentarán con el BORM en su mano, pero no se lo pondremos fácil.

La Educación y la Cultura son las joyas de la corona, lo saben los extremistas y lo sabe el PP. La formación de nuestros menores determinará, sin lugar a dudas, la Región del mañana y, censurando la realidad en las aulas, quien cercenar la libertad y el progreso de nuestra tierra. Ellos, amantes del oscurantismo preconstitucional, sueñan con una sociedad homogénea, sumisa e ignorante. Y al PP parece que esto tampoco le viene del todo mal, pues no han dudado un momento en darles su bendición. Y es que, quienes no tiene mayor afán que seguir dirigiendo el cotarro, poco o nada les importa lo que pase fuera de sus despachos. De eso han dado sobrada muestra a lo largo de estas casi tres décadas de desidia social.

Pero los años del despotismo se acabaron. La gente está hastiada y ávida de cambio. La comunidad educativa en pleno se ha plantado ante este atraco a mano armada. No queremos vetos en las aulas, ni cheques de privatización educativa. No soportamos más desprecios a la profesionalidad de nuestros docentes ni más insultos a la inteligencia de las familias. No consentimos más hachazos a las libertades y derechos de nuestro alumnado. Y, por supuesto, no toleramos más ultrajes a nuestro sistema público de Educación, del que es parte la enorme mayoría de los habitantes de esta Región. Con la escuela pública crecimos y nos dio las oportunidades de las que, per se, solo disfrutaban los hijos de papá. Por eso, hoy nos toca ser garantes de su poder transformador y de ascensor social. Mientras nos quede aliento la defenderemos de quienes quieren meter sus rancias manos en ella. Seremos su dique de contención.

Sin duda, el cambio ha empezado y su fuerza es imparable. Es el precio que han de pagar por su indigencia moral.

A nadie se le escapa que el cambio de gobierno en el Ayuntamiento de Murcia es un soplo de aire fresco para la gente progresista, no solamente de la capital, sino de toda la Región. Acabar con 26 años de gobiernos del Partido Popular, en los que el clientelismo y la oscuridad han sido su marca más notable es un hito y una puerta a la esperanza, el principio del fin.

La corrupción se ha enquistado en San Esteban. Bajo las alfombras ya no caben más asuntos turbios, los cajones han empezado a estallar y la basura brota a borbotones por las rendijas que hemos abierto durante años de denuncias públicas ante la evidencia de las numerosas tramas que se urden a diario en los despachos del Gobierno regional.