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Torre Pachekkko

18 de julio de 2025 13:45 h

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Esa luna de julio, todavía casi llena, se llama la del Ciervo, es dorada, su poder es mágico y ancestral y esta semana ha iluminado muchedumbres de salvajes nazis venidos de todo el país, a la cacería del migrante. El Ku Klux Klan ibérico, armado con bengalas, bates de beisbol y armas de todo tipo, ha aterrorizado a los trabajadores españoles y extranjeros de bien en el pueblo de Torre Pacheco. De bien somos todos los españoles y la gente de fuera.

Aquí cabemos todos, bueno, todos no. Sobran, como siempre, los violentos. La luna del Ciervo se ha convertido todas estas noches en la luna del Orangután, por sus relieves casi visibles sin telescopio he imaginado que el reguero de las hordas corría entre los cráteres, como reflejo viscoso y mercurial, hecho de violencia, odio irracional y miedo. Que los recogería Musk en alguno de sus cohetes sin estrellar, para llegar a Marte, y fundar una civilización de no regreso.

De muchas cosas turbias se ha alimentado el racismo que le ha reventado en la cara a nuestro gobierno regional, en esa ruina moral cocinada durante más de treinta años a fuego lento. Son las propias de pactar con el Diablo, ilusionado porque Murcia, además de ser zona de sacrificio, se convierta en la mejor tierra del infierno.

Los bulos y el curare que ha disparado con el humo de su puro el líder nacional de los ultramontanos, la cobarde equidistancia del dicharachero presidente regional y su sumisión política al portavoz del partido ultra no han ayudado a apagar el fuego.

A las virtuales órdenes de organizaciones ultraderechistas de todo el país, las salvajadas de estos comandos de tarados hinchados de anabolizantes y alcohol en Torre Pacheco no han sido condenadas por la extrema diestra que relaciona inmigración con delincuencia, que adorna su discurso, siempre el mismo, con las palabras claves: machetes y violación. Su maquinaria de propaganda es eficaz, potente y bien financiada. Pero la España que madruga está en Torre Pacheco, y los machetes los trajeron los de fuera.

Murcia es la región con más abandono escolar, ergo se vota lo que se vota. En otras comunidades con mayor índice de educación, el partido ese que aquí es tercera fuerza no se atreve a entrar, o sale escoltado, como los nenazas desokupped, el moreno parlanchín, el agitador de ardillas maquillado y con discreto gloss en los morritos. También el violento tatuado al que tratan como estrella en una conocida editora digital y en los programas de los bobos del misterio. Todos han querido pasear por las polvorientas calles de este pueblo de trabajadores al olor (como siempre) de la sangre. Sin dejar de grabar con sus móviles el momento.

Lo random es arrancar el chador a una adolescente, patear con saña a un niño la cabeza, destrozar el coche de un joven mientras está dentro, después un amable agente de las Fuerzas de Seguridad retirará a los atacantes con simpar delicadeza. Quemar un kebab y destrozarlo antes, apalizando al personal. Los muy cobardes, tapadas las caras, repiten idioteces sobre Pelayo y Covadonga, y todos los moros que echó Isabel I. Volverán a casa, a cumplir con la custodia compartida. Contarán a sus nietos que un día apalearon a mujeres y niños en una cacería nacional?. La gente que no condena a estos descerebrados podría ser segunda fuerza política.

Millones de personas no pueden votar a este yo colectivo criminal que alguna vez les succionará, después de arrasar con todo lo demás, como ya está pasando en Europa. Sólo he visto un partido político que ha ido a Torre Pacheco a decir Esto Es Fascismo, sencillamente, mirando a los vecinos a la cara, con respeto. Adivinen de qué discurso estoy hablando, y de qué jefa tan menuda y tan valiente. Adivinen ahora también qué nos espera pronto si las conciencias después de ver toda esta pesadilla, no despiertan. Primero han ido a por los musulmanes, luego serán los trans, los homosexuales, las mujeres, los científicos, todo aquel que sea el diferente. Un miserable dijo hace no mucho que el que pueda hacer que haga. Ahora tocan las campanas a rebato: el que pueda pensar, que piense.