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Dos noches patrullando con la Policía en San Fermín: “Nos pasaríamos el tiempo multando”

La seguridad en San Fermín es un rompecabezas. Por un lado, hay que cuidar el reparto competencial con hasta cuatro cuerpos en liza, Policía Municipal, Policía Foral, Policía Nacional y Guardia Civil. Por otro lado, hay que redoblar turnos y reforzar servicios para garantizar una atención durante 24 horas del 6 al 14 de julio. Finalmente, un organismo llamado CECOR ejerce de mesa de crisis para canalizar las alertas y distribuir el trabajo.

La Policía Municipal hace labores de tráfico urbano, de control de los establecimientos de venta ambulante o de custodia de los actos del Ayuntamiento. De hecho, fueron agentes locales los que intervinieron en los altercados durante el paso del alcalde, Enrique Maya, y otros ediles de UPN por la calle Curia en la tradicional procesión. La Policía Foral realiza actuaciones de seguridad ciudadana y recogida de denuncias y es el cuerpo que supervisa el gran acto festivo, los encierros. La Policía Nacional asume también labores de seguridad ciudadana pero, quizás, más especializadas. Las UIP (antidisturbios) realizan un perímetro para los fuegos artificiales y conciertos y custodian espacios como la plaza de toros. La unidad de Caballería patrulla las zonas más concurridas y los helicópteros y drones –estrenados este 2022– vigilan la ciudad desde el aire. La Guardia Civil, en principio, no interviene en la ciudad pero sí redobla sus funciones fuera de ella –patrullas rurales o tráfico– ya que la Policía Foral envía a muchas de sus unidades a Pamplona desde otras bases navarras.

elDiario.es ha acompañado durante la noche del 8 al 9 de julio a la Policía Foral en una patrulla a pie por el centro de Pamplona y a la Policía Nacional durante la tarde-noche del 12 de julio en una singular unidad en la que agentes de cuerpos extranjeros colaboran durante la fiestas. “Aquí nadie tiene vacaciones del 1 al 15 de julio”, bromea una de las agentes de los operativos.

Policía Foral: “Los robos son el pan de cada día en San Fermín”

Campanea San Saturnino. Se ha acabado el viernes, son las 0:00 horas del sábado y los agentes de Seguridad Ciudadana de la Policía Foral tienen ante sí la noche más exigente de todo el año. En plenos Sanfermines, tras dos años de parón por la pandemia, son miles los turistas que aprovechan el fin de semana para acercarse a Pamplona, que durante estos días pasa de los 200.000 habitantes a superar el millón de personas.

La noche se prevé ajetreada en la Plaza del Castillo, donde el cuerpo autonómico tiene situada su comisaría en el palacio real construido después de que Navarra dejara de ser reino y que es también la sede de la Presidencia. Su nombre: Palacio de Navarra. Por los alrededores, esta noche patrullarán casi medio centenar de agentes entre uniformados y de paisano. Para las fiestas se ha reforzado al cuerpo con personal de otras localidades de la comunidad foral, así como con un nutrido grupo de alumnos de la academia que durante estos días realizan su primer acercamiento a la labor que ejercerán de pleno derecho en unos meses, cuando se gradúen. “¿Qué mejor estreno que en unos Sanfermines?”, celebra uno de ellos.

La primera incidencia de la noche no tarda en llegar a escasos metros de la comisaría y es todo un “clásico” sanferminero. Un grupo de jóvenes es interceptado orinando en la fachada del Palacio de Navarra. La multa por esta infracción son 300 euros y es tramitada por el Ayuntamiento de Pamplona, pero uno de los implicados se llevará además otra penalización por desobediencia a la autoridad al intentar escaparse de los agentes y no presentarse en comisaría hasta varias horas después. “Estas infracciones solo las podemos controlar cuando la cosa está tranquila. En el momento en que suceden cosas más graves no podemos hacernos cargo. Nos pasaríamos la noche entera multando”, explica Javier –nombre ficticio–, uno de los agentes de esta patrulla.

Mientras se termina de identificar a este grupo de jóvenes, un mensaje por radio interrumpe la escena. Les avisa de una pelea en un local de los porches de la plaza del Castillo, los mismos que acogen el café Iruña que hizo famoso a Ernest Hemingway o el edificio donde se fundó Osasuna hace 101 años. Seis agentes –que se hacen llamar “Puma 10”– forman en fila de a dos y se dirigen hacia el lugar, donde los encargados de la seguridad del bar en cuestión han reducido a un hombre en avanzado estado de embriaguez. Yolanda –también nombre ficticio–, la agente al mando de la patrulla, conversa con uno de los miembros de seguridad para conocer lo sucedido. “Parece ser que este hombre estaba enfrentándose y pegando a gente dentro del local”, apunta. Identificar a este hombre ha sido una tarea más laboriosa. Tras ser trasladado a comisaria en volandas por los policías, el hombre cae rendido y no reacciona a los estímulos de la linterna con la que le apunta a los ojos un sanitario de DYA Navarra, que también trabaja a destajo en estas fechas. Finalmente, una fotografía de una carta que guardaba en su teléfono móvil permite identificarle, se trata de un ciudadano de Rennes, ciudad de Francia, que es trasladado al Hospital Universitario de Navarra.

Tras unos minutos de “cierta tranquilidad” en los que la patrulla recorre la abarrotada Plaza del Castillo, un nuevo aviso se cuela por los ‘walkies’ de los agentes. Unos policías de paisano han sorprendido a tres carteristas en la calle de San Nicolás –tradicional zona de poteo y pintxos– y solicitan refuerzos para su detención. “Los robos son el pan de cada día aquí. No paran de acercársenos personas diciendo que les han quitado el móvil o la cartera”, señala Javier. Al igual que los turistas, los “profesionales” del robo también abundan en Sanfermines, donde saben que hay más personas “vulnerables”. “A los de aquí más o menos los tenemos ya fichados, pero en esta semana se multiplican. Igual que los temporeros van allá donde hay cosecha, los carteristas saben que en Pamplona y Sanfermines hay mucha faena”, añade.

A los carteristas les acompaña un turista estadounidense, que denuncia haber sido víctima de un robo, y que posteriormente, ya en comisaría, identificará a dos de los tres carteristas como sus ladrones. “Ha sentido que alguien le metía la mano en el bolsillo, le ha agarrado el brazo y al darse la vuelta le ha podido ver la cara”, describe Javier. Tras incautarse de 400 euros en billetes pequeños y algo de marihuana, los agentes trasladan a dos de los carteristas a la comisaría central de Beloso. El otro detenido ha tenido que ser trasladado al hospital tras ser atendido por varios sanitarios “por ponerse muy nervioso durante la identificación”.

Tras una pequeña pausa para un refrigerio en la que los agentes aprovechan para redactar las denuncias de todos los altercados que han atendido a lo largo de la noche, a las 4:00 de la madrugada se comienza a poner en marcha el dispositivo que se encarga de escoltar a los equipos de limpieza que antes de las 8:00 horas deberán dejar limpias las calles Santo Domingo, Mercaderes y Estafeta, por las que correrán toros y mozos en el encierro de la mañana siguiente. “Tenemos que escoltarles porque en alguna ocasión ha habido agresiones hacia el personal de limpieza”, lamenta Yolanda.

Varias patrullas abren camino a un camión de la basura, dos camiones cisterna y varias máquinas barredoras, que tardan aproximadamente tres horas en dejar el trazado adoquinado en perfecto estado. Los agentes se encargan también de ir desalojando a las miles de personas que abandonan los locales de Estafeta para al cabo de unas horas dar paso a los corredores. “Al ser fin de semana se nota que hay mucha más gente y, como llevan mucho alcohol encima, hay que armarse de paciencia”, comenta Yolanda.

Cuando faltan pocos minutos para las 7:00 horas y con la jornada a poco más de una hora de concluir para esta patrulla, junto con otros agentes de la Policía Foral y Municipal de Pamplona se encargan de terminar de limpiar el recorrido del encierro de personas. Lo hacen con varios cordones policiales que van desalojando a los últimos rezagados del trazado. Tras ello, Yolanda se dirige a la zona del vallado del callejón de la plaza de toros, donde le tocará controlar posibles incidencias durante el encierro. “Al terminar ya me iré a casa”, concluye.

Los robos son el pan de cada día aquí. No paran de acercársenos personas diciendo que les han quitado el móvil o la cartera

Policía Nacional: un “Erasmus de policías” en San Fermín

Es martes y queda poco para que anochezca en la calle del general José Chinchilla de Pamplona. Aunque fue director general de la Guardia Civil, aquí se ubica la jefatura de la Policía Nacional. En la puerta espera una Citroën Jumpy rotulada para seis agentes. Lo llamativo es que solamente dos serán del cuerpo, piloto y copiloto. Uno tras otro, se suben con ellos a la patrulla un agente de la Polizei del ‘land’ de Renania del Norte-Westfalia, al oeste de Alemania, con gorra de plato y chaleco antibalas, un subinspector de la Polizia di Stato de Italia con polo de manga corta, un mando de la Polícia –con tilde en la primera ‘i’- de Portugal con prendas azul celeste y otro agente de la Police Nationale de Francia, el mismo cuerpo que a poco más de 50 kilómetros custodia la frontera francoespañola.

San Fermín es uno de los escenarios de un programa llamado ‘Comisarías europeas’ por el cual agentes de diferentes cuerpos se unen a los locales para conocer sus formas de trabajo en grandes eventos y para colaborar en actuaciones con sus nacionales implicados, sean víctimas o autores de los delitos. Además de estos uniformados, en estas fiestas hay otro agente de Italia, una oficial de Rumanía y un neerlandés que patrulla necesariamente de paisano –esto es, de blanco con ‘pañuelico’ y faja rojos– porque le perdieron la maleta con su ropa. Además, fruto de un acuerdo bilateral con Estados Unidos, dos efectivos procedentes de aquel país están también desplazados a Pamplona estos días. Se les exige que conozcan el castellano. Mikaël, el francés del grupo, destinado en Bretaña, indica que todos portan un documento en el que se les habilita a operar con la misma autoridad que un agente español, incluso en lo tocante al uso del arma reglamentaria, que ha sido enviada en una valija especial de color naranja y revisada por la Guardia Civil.

Rui, de Braga, destaca la importancia de la “colaboración” de todos los cuerpos del “espacio europeo”. Para Mats, el alemán, es interesante conocer técnicas de trabajo en grandes masas, ya que su trabajo en Dortmund implica actuaciones en “demostraciones” –quiso decir “manifestaciones”– y en partidos de fútbol. Antonio Moscatelli, el que más experiencia en España tiene del grupo y el que mejor domina el idioma, señala que los compatriotas que se encuentran de servicio “agradecen que haya un policía italiano aquí”, lo que redunda en una atención “de proximidad”. “Les reconforta mucho que, de repente, les atienda directamente un policía de su propio país”, abundan Carlos y Jone –nombres ficticios–, los agentes de la Policía Nacional.

Este cuerpo tiene operativos en San Fermín a 825 agentes. Son muchos más que los entre 500 y 600 de dotación ordinaria en una ciudad donde comparte funciones de seguridad ciudadana con la Policía Foral. Esos 300 efectivos adicionales han llegado desde Bilbao, Madrid, Zaragoza, Valladolid y hasta Sevilla, de donde proceden algunos de los caballos. La caballería se considera útil para zonas peatonales de difícil acceso para los ‘zetas’ o coches-patrulla. Además, la altura que da al jinete facilita la vigilancia. Las operaciones se controlan desde una sala ubicada en la jefatura donde los turnos se solapan para que el jefe de operaciones que entra sea puesto al día por el que termina su jornada. Allí llegan “en directo” las imágenes de “alta definición” de los helicópteros y de los drones, operados desde el Baluarte. Se han estrenado en 2022 y resultan de gran utilidad para el control de masas, creen los funcionarios. El espacio aéreo se cierra sobre la ciudad en estos días salvo para operaciones autorizadas. De hecho, un ciudadano de Estados Unidos fue arrestado –con la colaboración de los agentes de este país– por operar un dron sin permiso sobre Pamplona.

Las furgonetas Mercedes-Benz Sprinter de la UIP, dotadas con armas largas, se apuestan en esquinas y puntos críticos y, por la tarde noche, estos son los encargados de cortar directamente la circulación en un amplio perímetro para el concurso de fuegos artificiales, que mueve a miles de personas cada noche. La Policía Nacional, además, tiene desplegados equipos de subsuelo que patrullan por debajo del bullicio –apunta que es una tarea especialmente relevante en “ciudades históricas” con muchas “galerías”–, equipos especiales de intervención y también servicios no uniformados. “Muchos de los que veis por aquí de blanco son compañeros”, bromea Jone, que asegura que pueden caracterizarse con cámaras de fotos y hasta llevar un ‘katxi’ en la mano. Finalmente, se ha reforzado un grupo llamado UFAM para la atención específica de delitos de violencia contra las mujeres.

En la base, la jornada parece tranquila. Los agentes, de hecho, reseñan que las fiestas en general están siendo similares a las de 2019, sin que los dos años de suspensión hayan supuesto un repunte de la criminalidad. “Hasta el lunes teníamos 35 detenidos y, en 2019, fueron 34 en los mismos días. Se ha visto muchísima gente, pero el nivel delincuencial se mantiene. Eso sí, hay que ser conscientes de que es una fiesta tan multitudinaria que lo que sería ilógico es que no pasaran cosas así”, indican. También es cierto que por la puerta de la oficina de denuncias no deja de entrar gente.

Entra una alerta. En la plaza de la Cruz, donde se celebran unos bailables, hay que comprobar si un varón que no viste con ropa festiva y que merodea en la zona está acosando a niños o simplemente ha superado su umbral de tolerancia al alcohol. Tras un problema con el asiento abatible de la Citroën, la patrulla internacional se moviliza. Un ‘zeta’ va a realizar una primera actuación y la furgoneta acude de refuerzo. En unos pocos minutos, todos los uniformes diferentes se despliegan en el lugar, para sorpresa de los presentes. “España se parece mucho a Italia”, bromea el subinspector Moscatelli. Explica que, en su país, la festividad más similar a la de Pamplona es el palio de Siena, con caballos en vez de toros y sin muerte para los animales. Pero –concede– lo que realmente compromete el operativo de seguridad es que San Fermín se alarga durante más de una semana seguida en una ciudad más extensa y poblada. Su colega alemán señala que solamente el Oktoberfest bávaro podría asemejarse por volumen de personas y consumo de alcohol.

La incidencia queda en nada. El sospechoso no tiene ningún tipo de antecedentes y simplemente da vueltas y vueltas por su melopea. El grupo regresa al vehículo mientras los extranjeros bromean con una canción en italiano desde el escenario de la plaza. Varios paseantes se felicitan por la iniciativa y observan los detalles de tanto uniforme diferente, todos de repúblicas. Una señora bromea con que es un “Erasmus para policías”. Otra confunde los uniformes y se propasa con los comentarios: “¿De dónde sacáis a estos hombres? ¿No se podrían quedar todo el año? ¡Me voy a hacer delincuente!”.

El resto del patrullaje, hasta el final del turno, es rutinario. Sin alertas. Jone aprovecha para admitir que, en las fiestas, es muy costoso localizar algunos sospechosos dado que el 90% de los paseantes visten igual, de blanco y rojo. Es una suerte de buscando a Wally a la navarra. La furgoneta, en su recorrido, va sobrepasando a las furgonetas de la UIP que toman posiciones para el operativo especial para los fuegos artificiales y también pasa junto a unidades de caballería. La copiloto saluda siempre desde la ventanilla a todos los colegas de servicio.

Carlos, el veterano de los agentes, aprovecha para explicar cómo ha cambiado “de la noche al día” el trabajo tras el final de la amenaza de ETA. “El día del chupinazo estuvimos con todos estos en la Plaza del Castillo llena de gente. Ahora se ha normalizado mucho la situación”, afirma este agente destinado en la capital de Navarra desde 1998. Recuerda que antes cada alerta tenía que ser revisada previamente por una patrulla camuflada para evitar una posible emboscada y que, por radio, los nombres de las calles se daban en clave por si estaba pinchada la frecuencia. “'¡A la calle 584!'. Y teníamos que mirar en un listín qué calle era. Cada mes nos lo cambiaban, por seguridad”, explica señalando a la guantera, quizás donde las viejas patrullas guardaban esos manuales.

“Ahora seguimos en alerta 4 [sobre 5] de riesgo de atentado yihadista”, precisa su compañera Jone, más joven. En los países de Michael y Mats ya ha habido atentados y España mantiene operativos especiales desde los ataques de Barcelona y Cambrils, de los que en las próximas semanas se cumplirán cinco años. “Antes no había bolardos en ninguna calle de Pamplona”, señala Carlos tras haber sorteado en ‘zigzag’ varias barreras de piedra, conocidas en el argot como ‘newjerseys’.

Se acerca el final del turno y la patrulla internacional regresa a la base. “Llaman la atención, llaman la atención”, bromea Carlos sobre sus colegas. “La verdad es que estos días la mayoría de patrullas que hemos hecho han sido a pie por las zonas más céntricas, donde más afluencia de turistas hay y llaman la atención. Se acercan, les paran. Si alguien reconoce el uniforme de su país, se acerca a preguntar qué hacen aquí. Cuando atienden a un nacional de sus respectivos países, la verdad es que ves cómo a esa persona le reconforta mucho”, concluye.

Se acercan, les paran. Si alguien reconoce el uniforme de su país, se acerca a preguntar qué hacen aquí