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Opinión - Ir al grano. Por Rosa María Artal
Sobre este blog

Elena Zudaire (Pamplona, 1976) es vitoriana de adopción desde hace 14 años. Licenciada en Periodismo ha ejercido en la radio y la prensa local y vasca. Hace cuatro años cambió su rumbo profesional hacia la gastronomía inaugurando la escuela de cocina 220º pero sigue vinculada a la comunicación con colaboraciones habituales como esta columna, una mirada con un punto ácido hacia una ciudad en constante cambio.

Agur 2014, agur

Elena Zudaire

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Permítanme que me ponga un poco nostálgica. Creo que seré una de las pocas gasteiztarras (de las pocas personas en Álava… ¿igual en el mundo?) a la que le gusta la Navidad. Que sí, que no les miento. Que a mi estas fechas me encantan, quizá porque vuelven personas a las que no veo habitualmente, porque la ciudad está diferente o porque, se pongan como se pongan, hay un ambientillo en la calle distinto, diría que hasta más alegre.

Tampoco es que sea una navideña caiga quien caiga, ante todo hay que respetar al prójimo. Vamos, que no me verán persiguiéndoles con un espumillón, ni con una zambomba por la calle ni tampoco pegando codazos con la tarjeta de crédito en la boca intentando comprar compulsivamente el último paraguas que queda en la tienda. Tampoco me verán en estas fechas en un centro comercial ni seguramente en el hiper a hora punta. Porque, tienen razón los Mr. Scrooges que me rodean, esas cosas que aumentan el estrés no suelen ayudar en estas fechas que, me consta, para muchas personas son complicadas.

Sin embargo, sí me verán haciendo vino caliente, paseando por la Belén de la Florida o escuchando villancicos en el trabajo. Me verán decorando el pino de Navidad (artificial, por supuesto) y tomando algo con esa persona que vive fuera y a la que tengo tantas cosas que contar. Y, aunque no soy de las que hace listas de buenos propósitos que nunca se cumplen (una ya se va conociendo), si suelo charlar en comidas y cenas de todo lo que ha ocurrido durante el año.

Despedimos 2014 con un Gorka Urtaran que camina con paso firme por las calles de Vitoria porque quiere que hablemos de la ciudad. Con una Maite Berrocal que quiere dejar claro que ella es la de la izquierda. Con Un EH Bildu que se ha metido en un berenjenal con eso de pactar con los populares la subida del IAE. Con un Javier Maroto atrincherado tras la mesa de su despacho, seguro de que a quienes no han querido apoyar sus presupuestos “les ha salido el tiro por la culata”. Con un Javier de Andrés que intenta descongelar también sus cuentas bloqueadas.

Dejamos atrás un año marcado por la polémica de los fraudes y los inmigrantes, por la crisis que, como siempre, golpea a los que menos tienen, por un Alavés al que seguimos dándole una oportunidad, por una tortilla de patata gigante que costó demasiado. Un año gastronómico sólo para unos pocos, un año en el que (algunos también) nos escandalizamos con las tetatinas, un año en el que los técnicos ambientales lucharon con éxito contra el botulismo aviar, un año en el que un buen grupo de ciudadanos intentamos luchar sin éxito (todavía) contra el fraking, un año de turismo como ningún otro, un año en el que los Montes de Vitoria ya tienen una plataforma que los apoye, un año de estreno para la plaza de Abastos.

Decimos adiós a un año con muchos parados, demasiados, con muchos comercios cerrados y otros abiertos, con una normativa que intenta regular los conciertos en los bares, con un Azkena boyante, con un festival de jazz a veces un poco repetitivo pero impecable. Y me dejo muchas cosas, claro.

Yo despido el 2014 con la lengua fuera porque a veces no llego siendo autónoma, habiendo escrito mucho y cantado más, habiendo disfrutado en mi querido Helldorado de conciertos de los que no se olvidan, habiendo amasado pan y más pan, con distinto estado civil. Despido este año sin voz por una inoportuna afonía que no me va a impedir disfrutar a mi manera de lo que queda. Hace unos días leía a Antonio Altarriba (alguien a quien admiro por su templanza, esa virtud griega que escasea en nuestro mundo vertiginoso) en una entrevista en la que venía a decir, más o menos, que Gasteiz tiene un potencial que no sabe gestionar. Pues, ya que me han dejado ponerme navideña, déjenme también desear a esta ciudad y a sus habitantes que comencemos a gestionar todo ese potencial. Porque 2015, seguro, será un año lleno de cambios.

Para ti, que me lees todas las semanas, para ti, que me acabas de conocer, para todas y todos, espero que 2015 también esté lleno de buenos cambios.

Sobre este blog

Elena Zudaire (Pamplona, 1976) es vitoriana de adopción desde hace 14 años. Licenciada en Periodismo ha ejercido en la radio y la prensa local y vasca. Hace cuatro años cambió su rumbo profesional hacia la gastronomía inaugurando la escuela de cocina 220º pero sigue vinculada a la comunicación con colaboraciones habituales como esta columna, una mirada con un punto ácido hacia una ciudad en constante cambio.

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