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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

El futuro del coche eléctrico

José Luis Salgado

El coche eléctrico es uno de esos mitos del progreso que periódicamente nos venden tanto empresarios como políticos electos. Sería el medio llamado a sustituir a los vehículos, tanto privados como públicos, que conforman el creciente parque móvil mundial y que se alimentan mediante combustibles fósiles. Es uno de esos productos 'verdes' y 'sostenibles' con el que grandes empresas multinacionales lavan su imagen en campañas publicitarias que utilizan para esconder la realidad de sus líneas de negocio, que no son sostenibles en ningún caso. Para algunos políticos también es un buen producto para vender: además de 'sostenibilidad', invertir en el coche eléctrico es apostar por la investigación, por el empleo y por el futuro económico de su ámbito geográfico.

El último capítulo de esta burbuja la hemos vivido en Euskadi con la quiebra del proyecto Hiriko, que ahora agoniza en los tribunales de justicia. Este proyecto, que ha contado con ayudas millonarias del Gobierno central, del vasco y de la Diputación Foral de Álava, se ha convertido en un sumidero de dinero público sin ningún resultado práctico ni aplicación a nivel comercial que justifique la inversión realizada. Al menos el proyecto ha servido para que ingenieros e investigadores hayan tenido trabajo durante algunos años antes de verse sin empleo y sin perspectivas de tenerlo. Y para que algunos gestores se llenen los bolsillos gracias a sueldos injustificables.

Al margen de lo que los amantes de las teoría conspiranoicas aseguran, que las grandes compañías petrolíferas y automovilísticas han frenado el desarrollo de estos vehículos, el coche eléctrico está inventado, desarrollado y comercializado desde los años 70 del siglo pasado, cuando la crisis provocada por el embargo de la OPEP a los países occidentales a raíz de la Guerra del Yom Kippur, llevó a estos países a buscar la eficiencia energética en el diseño de productos directamente dependientes del petróleo.

A priori, el coche eléctrico es una apuesta de futuro seductora. Su eficiencia energética es innegable y no emite gases contaminantes, por lo que es respetuoso con el medio ambiente y, por tanto, nos ayuda a luchar contra el cambio climático. Pero solo sobre el papel. El vehículo en si no emite gases contaminantes ya que se alimenta de electricidad. Lo que hay que valorar es de dónde viene esa electricidad. Si se ha generado en centrales térmicas o de ciclo combinado, las emisiones que se evitan en las ciudades por las que circulan estos coches se producen en origen, con lo que el resultado final es el mismo. Si la electricidad proviene de una central nuclear, el problema son los residuos tóxicos que genera, al margen de los peligros por todos conocidos de este tipo de instalaciones. La única opción limpia es que se usen energías renovables como la solar o la eólica, pero desde el gobierno central se están poniendo cada vez más trabas a su desarrollo. Además, es imposible sustentar un parque de vehículos eléctricos similar al actual mediante energías renovables, al menos en las condiciones actuales de desarrollo de las tecnologías de captación, almacenamiento y distribución de dichas energías.

Pero, ¿por qué el coche eléctrico no acaba de despegar y no lo hará nunca de forma masiva? Hay que tener en cuenta que, mientras los precios del barril de petróleo se han mantenido bajos, el motor eléctrico no ha podido competir con la eficiencia y la versatilidad de los motores de combustión. Ahora que el precio del petróleo ha sobrepasado la barrera de los 100 dólares por barril, los fabricantes y los consumidores han apostado por coches híbridos, que cuentan con las ventajas de ambos modelos, la eficiencia de la gasolina o el diésel para viajes interurbanos y la limpieza de los motores eléctricos en recorridos urbanos.

Pero los factores determinantes para que el coche eléctrico no se convierta en una alternativa viable a la automoción tal y como la conocemos hoy en día son principalmente dos: la escasez de litio, material necesario para construir baterías para mover todos los vehículos que ahora circulan por el mundo, y la fuerte inversión necesaria para crear y consolidar una red eficiente de 'electrolineras' que alimenten a todos esos vehículos y que sea capaz de absorber los fuertes picos de demanda que generarían al recargarse todos al mismo tiempo.

Así pues, creo que no veremos jamás al coche eléctrico recorriendo nuestras carreteras del mismo modo que hoy día vemos a los vehículos con motor de combustión. Lo más probable es que, en el futuro, solamente se utilicen por personas de alto poder adquisitivo o como vehículos destinados a servicios de emergencias o de seguridad. Pero administraciones como el Gobierno vasco, a través del EVE, continúan subvencionando la compra de vehículos eléctricos, ignorando estos datos y desperdiciando unos fondos que tendrían mejores usos en la coyuntura económica actual. Si lo que queremos es un vehículo realmente sostenible y con futuro, tendremos que comprarnos una bicicleta.

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