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Opinión - El extraño regreso de unas manos muy sucias. Por Pere Rusiñol
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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

¡Ese rancho está muy grande para nosotros!

Rajoy recibe en Moncloa al primer ministro de Letonia, donde España tiene 320 militares en una misión de la OTAN

Txema Montero

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Sitúense en Xochimilco, México, un 4 de diciembre de 1914. Las fuerzas revolucionarias norteñas, comandadas por el general Pancho Villa se reúnen con las fuerzas surianas (sureñas) lideradas por el general Emiliano Zapata. Es el momento álgido de la revolución. Ambos contingentes militares harán su entrada conjunta en la capital un par de días después donde los dos líderes serán fotografiados para la posteridad en una instantánea de familia, piramidal, abigarrada, algún notable y pueblo campesino incrustado y en la fila superior un único testigo gringo: el ya para entonces famoso periodista John Reed. Pero aún estamos en Xochimilco y Villa y Zapata se encuentran por primera vez, tienen que conocerse y definir una estrategia conjunta para hacer y preservar la revolución. Estuvieron reunidos sin testigos cerca de una hora. Lo hablado durante ese tiempo permanece en secreto hasta nuestros días dando lugar a toda clase de infundios y especulaciones. Lo importante para lo que les quiero contar es la frase pronunciada por Villa: “Ese rancho está muy grande para nosotros. Está mejor allá fuera”. No se sabe bien si Villa quería apartar del poder capitalino a Zapata o simplemente reconocía las limitaciones de los dos caudillos para pilotar tan enorme país. El director de cine Elia Kazán alteró grandemente lo sucedido en su célebre ¡Viva Zapata! (1952), protagonizada por Marlon Brando. Kazán quería ajustar cuentas con su pasado comunista y protegerse del huracán macartista que barría la política norteamericana, así que además de convertir la revolución mejicana en una parábola antisoviética, hace decir a Zapata/Brando: “Ese rancho está muy grande para mí. Yo me vuelvo para Morelos”.

Esa escena acudía a mi falible memoria mientras oía a Aitor Esteban, parlamentario del PNV, anunciar que los diputados de su formación votarían a favor de la moción de censura presentada por Pedro Sánchez contra Mariano Rajoy. El parlamentario jeltzale iniciaba su intervención con una queja que evidenciaba la incomodidad que le suponía el forzado protagonismo de su partido. Criticó la endeblez política de la nación española que necesita de un partido, nacionalista y pequeño, para desatar el nudo político que la corrupción había enredado, sin que las fuerzas constitucionalistas fueran capaces de hacerlo. Continuó señalando que todos los medios de comunicación habían puesto la lupa sobre la decisión de su partido al que poco menos que calificaban como salvífico y decisorio pues en sus manos estaba la gobernación y el destino de España. Y terminó dando el sí a la moción de censura, entronizando a Sánchez y anunciando, un tiempo de turbulencias, dos epifanías cruciales.

España está mal, vive un ciclo de decadencia debido a la supeditación de la democracia al anonimato de los poderes reales a los que ya identificamos con un ordinal: el Ibex 35. La mediocridad de sus dirigentes y la pasividad de las masas, exceptuando episodios febriles de algunos sectores que han traspasado el umbral del hartazgo como los pensionistas o las mujeres ultrajadas y asesinadas, completan el decaimiento. Todo lo que describo no es ajeno al PNV que sabe perfectamente que la cohesión social y el bienestar de la sociedad española es beneficioso para la sociedad vasca. Lo que ocurre es que el debate existencial, la ubicación de la soberanía popular, sigue fuera de la dimensión en la cual es posible una conversación al respecto entre España y Euskadi. Seguimos sin habitar un mismo estadio mental y, para ir sobre seguro, mejor apoyar a quien dice quizás que esperar sin hacer nada a quien ya está diciendo que uniformidad de la nación española o caos.

El nuevo gobierno debería disponer del tiempo suficiente para, como un cristal de aumento, agrandar lo silenciado: la pérdida de poder efectivo de la democracia representativa; lo tergiversado: la situación de Catalunya; y hacer que el diálogo recupere el rango que le corresponde. En esta época que vivimos, caracterizada por la multiplicidad e indeterminación, por los cambios políticos sin rumbo, por el movimiento caótico el deslizamiento y la fuga, debemos basar nuestra existencia en algo firme, porque de otro modo, no podríamos sobrevivir. El PNV ha sido acusado de aprobar la moción de censura por miedo a que sus electores, y por extensión la mayoría de la sociedad vasca, le hubieran vuelto la espalda, de haber consentido la permanencia en el gobierno de un PP sentenciado como corrupto. Ese compromiso del PNV con la sociedad vasca es el suelo firme que le concede la supervivencia y la mejor razón al tomar la decisión de votar para favorecer una catarsis en España. Pero no se me ocurre qué razones deberían llevar a el PNV para erigirse en sostenedor del sistema institucional español que como el barón de Munchausen debe jalarse de su propia barba para salir del pantano en el que entre espasmos se hunde. Así que después de reunidos con Villa, mejor volver a Morelos.

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