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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

¿Planificación o improvisación?

El 69% de los españoles piensa que el Gobierno está improvisando en relación con la desescalada del confinamiento. Esta opinión mayoritaria —expresada por los españoles tras el anuncio por parte del presidente Sánchez de las cuatro fases de que constará el plan— es similar a la que mantenían los ciudadanos los días previos a dicho anuncio (74%). La primera reacción de la ciudadanía no habría sido, así, tan positiva para la imagen del Gobierno como en un principio cabría esperar. El porcentaje de españoles que considera ahora que el Gobierno tiene un plan claro para la desescalada apenas ha aumentado siete puntos: desde el 21% a comienzos de semana, antes del Consejo de Ministros, al 28% actual.

La percepción de impremeditación de las decisiones del Gobierno en relación con la rebaja del confinamiento, está más extendida entre los residentes en las dos grandes ciudades españolas —Madrid y Barcelona—, es decir, entre los ciudadanos de aquellos municipios en los que, con toda probabilidad, la desescalada tardará más tiempo en alcanzar la última fase.

Este dato ahonda, así, en la sensación de ausencia de planificación que ha acompañado al Gobierno desde el comienzo de esta crisis en relación con la mayoría de sus decisiones. A principios del mes de abril, el 85% de los españoles opinaba que el Gobierno estaba improvisando sobre la marcha con respecto a la crisis sanitaria provocada por el coronavirus —si bien, la mitad de ese elevado porcentaje achacaba esta falta de planificación a lo inesperado de la crisis y, por lo tanto, en cierta medida disculpaban al Ejecutivo—. Ahora, además de seguir considerando improvisadas las decisiones con respecto a la desescalada, la mayoría también piensa que el Gobierno no tiene un plan claro para reconstruir la economía de nuestro país una vez pase esta epidemia. Una opinión que, en este tema en concreto, no ha sufrido ninguna variación tras anunciarse el plan de desescalada: lo pensaba el 75% de los españoles a comienzos de semana y lo piensa ahora el 76%.

En todo caso, las opiniones sobre la capacidad de planificación del Ejecutivo están teñidas de cierto color ideológico. Mientras que el 87% de los votantes de partidos de la derecha (PP, Vox y Ciudadanos) atribuye improvisación al plan de desescalada del Gobierno, solo opina en ese mismo sentido el 49% de los votantes de partidos de la izquierda (PSOE y Unidas Podemos). También se aprecia alguna diferencia partidista en las opiniones referidas a la reconstrucción de la economía, si bien tanto entre los votantes de la izquierda (59%) como, sobre todo, entre los de la derecha (93%) son mayoría quienes consideran que el Gobierno no tiene un plan claro de actuación.

Las decisiones políticas en general, pero sobre todo las de gran calado o las que pueden producirse en mitad de una crisis para intentar resolverla, se ven afectadas por el sesgo de retrospección que estudió el Premio Nobel de Economía, Daniel Kahneman. Según el autor, este error “induce a los observadores a evaluar el carácter de una decisión no por lo adecuado de la misma, sino según sea bueno o malo su resultado. Este sesgo hace casi imposible evaluar debidamente una decisión conforme a las creencias que eran razonables cuando se tomó la decisión”.

La evaluación del Gobierno —sobre todo durante las fases más críticas de la crisis sanitaria— parece haberse visto afectada, en alguna medida, por este factor de retrospección: fue en esos momentos cuando con mayor fuerza arreciaron las críticas contra el Ejecutivo por no haber impedido manifestaciones o actos públicos tras conocerse los primeros casos de coronavirus en países de nuestro entorno.

El nuevo plan de desescalada en cuatro fases aprobado ahora por el Gobierno —cuando parece que lo peor de la crisis sanitaria ya ha pasado— está pensado para aliviar el duro confinamiento que llevan soportando los ciudadanos y para reactivar la economía en la medida de lo posible, aunque sea a pequeña escala. Unas medidas reclamadas por algunos gobiernos autonómicos y locales, y también por parte de la sociedad. Pero, ¿qué pasará si se produce un nuevo pico de contagios y/o fallecimientos? Es probable que la evaluación del Gobierno empeore —con las consecuencias políticas que puedan derivarse de ello—.

En todo caso, el sesgo de retrospección no exime al Ejecutivo de sus posibles errores políticos cometidos en relación con esta crisis. Como tampoco garantiza el éxito del Gobierno si los resultados son positivos, porque como señalaba, también, Kahneman: “Tendemos a culpabilizar a quienes deciden por buenas unas decisiones que tuvieron un mal resultado y a no reconocerles medidas acertadas que solo parecen obvias después de ser aplicadas. Hay aquí un sesgo de resultado. Cuando peores son las consecuencias, tanto mayor es el sesgo de retrospección”.