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El polvorín de Níger

Manifestantes a favor del golpe de Estado en Níger.

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Independiente de Francia desde 1960, Níger es uno de los países más pobres del mundo (la pobreza multidimensional alcanza al 90% de la población), con severos problemas de desnutrición, varios episodios de hambruna desde hace décadas, golpes de Estado permanentes -el 26 de julio pasado fue depuesto el presidente Mohamed Bazoum- y conflictos armados de diferente tipo. Solo el 37% de su población está alfabetizada. Es un país muy grande (1.267.000 km²), poco poblado, con 26,2 millones de habitantes en 2022 y un crecimiento demográfico insostenible.

Níger es un país rico en uranio (el séptimo productor mundial, y uno de los principales abastecedores de China y de la UE), que representa una parte considerable de las exportaciones del país; tiene carbón (extrae el 10% de la producción mundial), petróleo (se calcula que tiene unas reservas petrolíferas de 300 millones de barriles, aunque la producción actual es muy pequeña), cobre, plata, platino, estaño, fosfatos, hierro, titanio, litio, etc., productos controlados en su mayor parte por empresas extranjeras. 

Hay tres grandes compañías uraníferas: Somair, Cominak y Somina, en las que la francesa minero-nuclear Areva es la empresa que proporciona mayor empleo en el país (2.500 puestos de trabajo). Somair es propiedad en un 63,6% de Areva NC y en un 36,4% de la Office National des Ressources Minieres du Niger (Onarem) a través de Sopamin, la empresa de activos mineros de Níger. Cominak es propiedad en un 34% de Areva NC, y en un 25% de Overseas Uranium Resources Development Co. (OURD), 10% por Enusa SA (España) y 31% por Onarem a través de Sopamin. La empresa conjunta Imouraren Inc tiene una participación del 66,65% de Areva NC Expansion (86,5% Areva, 13,5% Korea Electric Power Co (Kepco/KHNP)) y del 33,35% del Estado: Gobierno de Níger (10%) y Sopamin (23,35%). Somina es una empresa conjunta establecida en 2007. Su capital es del 37,2% de CNNC International de China, el 33% del gobierno de Níger, el 24,8% de Zxjoy Invest (China) y el 5% de Trendfield Holdings Ltd. (China). También ha estado presente la China Nuclear International Uranium Corporation (Sino-U), que depende de la China National Nuclear Corporation (CNNC), que cerró su mina en 2015, pero está previsto que se reanuden las exportaciones en breve.

Sin embargo, los beneficios obtenidos por la explotación del uranio no han beneficiado directamente a las poblaciones de las zonas del norte del país, cercanas a Agadez, donde se encuentran dichos recursos, al menos hasta 2014, en que el Gobierno renegoció las condiciones de explotación. Esta falta de ganancias ha sido motivo constante de tensiones entre la población tuareg que habita en dicha región y el Gobierno. Apenas el 4% de su territorio es apto para la agricultura, lo que, sumado a las sequías y a la desertificación de su territorio, lo hace vulnerable a las hambrunas. China tiene un interés muy concreto en las riquezas mineras y energéticas de Níger, habiendo realizado inversiones directas por valor de 2.680 millones de dólares hasta 2020. Además de reabrir las minas de uranio, va a construir el largo oleoducto en el país, que pasará por Benín.

Llegados a este punto, es preciso comentar la influencia que han tenido los conflictos internos desde los años noventa en la inestabilidad política del país, debido en gran parte a la marginación de algunas regiones por parte del centro de poder del país, situado en el suroeste, donde está la capital, Niamey. Es una historia, no finalizada, de constantes rebeliones seguidas de acuerdos de paz, en ocasiones no cumplidos y origen de nuevos grupos armados y nuevos enfrentamientos, hasta que, ya entrados en la segunda década del presente siglo, aparecieron grupos yihadistas en la región para crear más confusión. La gestión de esta conflictividad en Níger no ha sido nada fácil debido a su historia política desde la independencia, plagada de golpes de Estado.

Mahamadou Issoufu presidió el país desde abril de 2011 hasta 2021, de forma autoritaria y haciendo frente a varios conflictos procedentes del exterior y que provocaron inseguridad en varias regiones, habiendo decretado el estado de emergencia en 2015. Esto produjo una progresiva militarización del país, con un aumento de los gastos militares, que pasaron del 1,2% del PIB en 2010 al 2,5% en 2018 (el cuarto país de África Subsahariana). En la actualidad es del 1,7%.

En julio de 2017, los países del G5 del Sahel (Burkina Faso, Chad, Malí, Mauritania y Níger) lanzaron una fuerza conjunta de 5.000 efectivos, que patrulla con tropas francesas de la Operación Barkhane y la Minusma, para combatir el terrorismo en la región. Esta operación, cuyo coste se estimó en 423 millones de euros, estuvo financiada en parte por estos cinco Estados con la ayuda financiera de la Unión Europea. También se solicitó el apoyo de los socios bilaterales europeos y de los Estados Unidos. Cerca de la capital de Agadez, Estados Unidos construyó en 2018 la base aérea Niger Air Base 20, con un coste de 100 millones de dólares, equipado con drones y aviones de transporte, y pagando un alquiler de 28 millones de dólares anuales al Gobierno nigerino. El coste de esa base ya supera el PIB anual de la región de Agadez, un sinsentido. Alemania también abrió en 2018 un campo militar en el país, y Francia ya disponía de una base aérea en el aeropuerto internacional de la capital. Ahí sí que le ponen esfuerzos.

Seis décadas después de la independencia, no hay justificación alguna para describir el estado de pobreza y de vulnerabilidad de la población nigerina en diversos ámbitos vitales, como la alimentación, la salud o la alfabetización, y con tantos indicadores estancados desde hace muchos años. Níger siempre estará sujeta a adversidades por su situación geográfica, y más desde que el calentamiento global del planeta afecta y afectará todavía más a toda la zona saheliana.

Pero Níger adolece de unos problemas estructurales de diversa índole (demográficos, conflictos internos y externos, diferencias regionales, tradición golpista, etc.), que muestran una pésima gestión política de la mayoría de sus dirigentes desde la independencia, incapaces de realizar cambios políticos, económicos, sociales y culturales en profundidad, sin los cuales será difícil abordar la extrema pobreza del país, inaceptablemente crónica, y más ahora cuando el marco de conflictos regionales y de lucha antiterrorista imperante en la actualidad, distrae la atención para poner en marcha las políticas y los recursos necesarios para transformar aspectos esenciales de la vida del país.

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