“Manual de resistencia”, aquel libro firmado por Pedro Sánchez, contaba, supuestamente, una historia edificante: la de un político defenestrado por su propio partido que hace campaña de pueblo en pueblo, consigue una segunda oportunidad, reconquista el PSOE y alcanza la presidencia del Gobierno. Era, en resumen, el relato de un éxito.
Releerlo, cinco años después, provoca algunas sonrisas. Sánchez contaba, a través de su amanuense, que la soledad sufrida tras su doble dimisión de 2016, como secretario general primero y como diputado después, le había permitido descubrir quiénes eran sus “verdaderos amigos”. Empezando por Cerdán, Ábalos y Koldo, los compañeros de ruta en el Peugeot.
Es ya un hecho constatado que Sánchez no eligió demasiado bien a sus “verdaderos amigos”. Y que su gestión como secretario general del PSOE ha sido deficiente, por decirlo de forma suave. Dos secretarios de Organización han pisado ya la cárcel, los casos de grosería machista (seguimos con los términos suaves) afloran a diario últimamente y resulta evidente la desolación de la militancia.
Tras más de siete años al frente del Gobierno, y sin entrar en balances, queda claro que la especialidad de Sánchez consiste, efectivamente, en resistir. Aquellos “días de reflexión” que dijo tomarse para decidir si merecía la pena seguir en la Moncloa pese al “fango” parecen muy lejanos, pero son del año pasado. Desde entonces, las cosas no han hecho más que empeorar.
Al margen de cuestiones funcionales de la máxima importancia, como la imposibilidad de aprobar unos presupuestos generales, el hecho de que la policía haya empezado a registrar ministerios augura nuevas dificultades para Sánchez, ya no tan de partido y más cercanas al propio Gobierno. Sabemos que el resistente es además optimista y cabe suponerle convencido de que algo bueno pasará y que con el tiempo mejorarán sus perspectivas electorales. Todo es posible, por supuesto. Pero resulta muy improbable.
Unas elecciones anticipadas podrían ofrecer un mal resultado para el PSOE y el conjunto de la izquierda. Esperar hasta el final de la legislatura, en 2027, podría ofrecer un resultado aún peor, cercano a la catástrofe: recuérdese el segundo mandato de Zapatero. Hasta ahora, Pedro Sánchez ha contado con el recurso del miedo a Vox. Sucesivas elecciones autonómicas (veremos qué ocurre en Extremadura y después en Aragón) vienen demostrando que ese miedo se disipa. La incapacidad del PP para urdir una moción de censura exitosa juega también a favor de la ultraderecha.
Harán falta nuevos manuales de resistencia. Uno, de consumo interno, para el PSOE. Otro, para una coalición de gobierno cuyos miembros empiezan a trazar “líneas rojas” y se mostrarán más huidizos conforme pasen los meses. Y un tercero para el electorado de izquierda, al que se le está exigiendo una fe que tal vez sobrepase los límites razonables.