El PP en modo 'vintage'

6 de diciembre de 2025 21:40 h

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El 30 de noviembre de 2025 hizo mucho frío en Madrid. Eso no impidió que Núñez Feijóo lanzara una arenga en el Templo de Debod sin utilizar abrigo. Al contemplar su imagen, se vino a mi cabeza la estampa de José María Gil Robles hablando bajo una intensa lluvia en Santiago de Compostela el 1 de septiembre de 1935 ante las Juventudes de Acción Popular.

El gesto del líder conservador despertó la admiración de la multitud. Mostrar desprecio por las inclemencias climatológicas es sinónimo de fuerza y determinación. Al parecer, José Antonio Primo de Rivera también solía prescindir del abrigo cuando subía al estrado. Mussolini aún iba más lejos, exhibiendo su torso desnudo ante las masas. Feijóo no ha llegado a tanto, pero su aparente indiferencia hacia las bajas temperaturas solo puede interpretarse de dos maneras. O bien llevaba una camiseta térmica, lo cual no es nada reprobable, o bien decidió imprimir a su imagen, demasiado blanda para los tiempos que corren, un aspecto de dureza y gallardía. Sería demagógico afirmar que el PP ha emprendido una Cruzada contra el Gobierno de Pedro Sánchez, si bien es cierto que lo ha comparado en muchas ocasiones con el Frente Popular de 1936, pero no me parece descabellado afirmar que se ha puesto en modo vintage.

Feijóo utilizó un tono apocalíptico para describir el momento histórico que vivimos. Nada de moderación o reflexión. Solo trazo grueso. En su discurso, afirmó que no está en juego la alternancia política, sino la democracia. Sánchez no es un presidente legítimo, sino el jefe de una banda de facinerosos. Feijóo, que ya no disimula su deseo de emular la belicosidad de Díaz Ayuso, introdujo una variación en el exitoso lema “comunismo o libertad”. Reemplazó la alusión al bolchevismo por una referencia más cinematográfica: “Mafia o democracia ”. He ahí el dilema. Tal vez en su inconsciente flotó una expresión más directa: “Hampa o Reconquista”. Afortunadamente, el superyó ejerció su papel, reprimiendo las pulsiones primarias del inconsciente.

Feijóo aseguró que la concentración del Templo de Debod representaba a la mayoría de los ciudadanos de España. Imagino que el resto son esa “anti-España” de la que hablaban los capitostes del régimen gracias al cual disfrutamos, según Mayor Oreja, de un período de “extraordinaria placidez”. La arenga de Feijóo no desdeñó el toque dramático: “Esto no va simplemente del PP o del PSOE. Esto va de vergüenza o dignidad. Esto va de mentira o verdad. Esto va de corrupción o limpieza. Esto va de delinquir o servir”. Y servir, al parecer, incluye “bajar los impuestos”, sin preocuparse por que esa medida deteriore aún más las políticas sociales y redistributivas, y llevar a cabo una operación quirúrgica: “España necesita una limpieza total y se hará”.

Hablar de “limpieza total” en el Templo de Debod no me parece muy afortunado. El templo egipcio se levanta sobre el antiguo Cuartel de la Montaña, escenario de uno de los episodios más trágicos de la guerra civil española. Presumo que las imágenes de la carnicería que se produjo tras el breve sitio no inspiraron el tono guerrero de Ayuso, pero lo cierto es que su intervención fue totalmente “guerracivilista”. La presidenta de la Comunidad de Madrid acusó de cobardía a los moderados y equidistantes, con “esguinces de cuello” por mirar hacia otro lado. Con un tono unamuniano, exclamó: “Nuestros dolores son otros: en el alma”. Aunque había un toque joseantoniano en las intervenciones, reforzado por la imagen de un Feijóo con el pelo teñido, sin gafas y el pecho henchido, el fondo se parecía más a la dialéctica añeja de Gil Robles. En el santuario de Covadonga, el líder –o, más exactamente, el “Jefe”– de la CEDA, una coalición contrarrevolucionaria, afirmó el 9 de septiembre de 1934 que había que restaurar la dignidad de España “con locura, con paroxismo, con los que sea: prefiero un pueblo de locos a un pueblo de miserables”. Para los que puedan acusarme de exagerar con las analogías, les recordaré una frase de Ayuso ese frío 30 de noviembre: “ETA está preparando su asalto al País Vasco y a Navarra, mientras sostiene a Pedro Sánchez. Que me diga que es mentira”.

El PP lleva mucho tiempo en modo vintage. En 1987, cuando ejercía como presidente de la Junta de Castilla y León, Aznar posó para el fotógrafo Luis Magán en el castillo de Villafuerte de Esgueva. El País había pedido a una serie de políticos que eligieran un disfraz y Aznar, en un arrebato muy vintage, escogió el de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador. Muy alejado de la apostura de Charlton Heston, parecía Martínez el Facha con capa, bacinete y espada. Seguramente, Aznar no pretendía rescatar el espíritu de la Cruzada, pero al contemplar su disfraz parece inevitable recordar las palabras de Franco en Burgos en 1955: “el Cid es el espíritu de España”. Durante la dictadura, también se exaltó a Agustina de Aragón. No sé si eso influyó en el ánimo del asesor de la Consejería de Educación y Juventud de Madrid, José María Lorenzo, cuando experimentó un rapto vintage y felicitó a Isabel Díaz Ayuso por su cuadragésimo segundo cumpleaños con una imagen de Ferrer Dalmau que representaba a la heroína del sitio de Zaragoza rodeada de cadáveres al pie de un cañón. Lorenzo sustituyó el rostro de Agustina por el de Ayuso y añadió una bandera de la Comunidad de Madrid, ondeando entre el humo de la batalla. En sus terroríficas charlas radiofónicas, el general Queipo de Llano exaltó a Agustina de Aragón –por supuesto, omitiendo que había nacido en Reus– como ejemplo de “la mujer española que se siente capaz de emular el gesto de sus antecesoras de Sagunto y Numancia”. La leyenda dice que las mujeres de estas dos ciudades prefirieron suicidarse a rendirse. La ocurrencia de Lozano le salió cara a Ayuso, pues su imagen entre cadáveres no parecía una feliz idea tras la muerte de 7.291 ancianos en las residencias de la Comunidad de Madrid durante la pandemia, cuando unos infames protocolos determinaron que agonizaran en la soledad de sus habitaciones, sin recibir ninguna clase de atención médica.

Espero que algún genio del marketing asesore mejor al PP y le explique que el modo vintage no es la elección más adecuada para crear una buena imagen de marca. Eso sí, para que le hicieran caso, Aznar debería dejar de leer a Pío Moa, algo bastante improbable, pues –a diferencia del Cid, siempre dispuesto a servir a quien mejor le pagara– es un hombre de ideas fijas.