Opinión y blogs

Sobre este blog

Salud mental y política

José Luis Martorell

0

La convocatoria de nuevas elecciones ha dejado pendiente, entre otras, la ley de salud de mental, lo que quiere decir que habrá que abordarla en la próxima legislatura. Y, desde luego, no será lo mismo si la aborda un gobierno de izquierdas o uno de derechas, sobre todo de las derechas españolas: neocons y fascistas en alegre comandita. Como profesional de la salud mental soy testigo del incremento de demanda de atención psicológica en nuestro país, los centros de salud mental y las consultas privadas están desbordados, con una afluencia especial de jóvenes. El bullying y el suicidio juvenil han llegado a las páginas de los periódicos por su alarmante incidencia. Pero no solo los jóvenes, la sociedad en general muestra su malestar con una demanda de atención psicológica y un consumo de psicofármacos que ha disparado sus números con respecto a cualquier otra época. Cuando se habla de esta cuestión se incide mucho más en la necesidad de incrementar los recursos asistenciales que en la conciencia de las causas de ese aumento de demanda, es decir, de preguntarse de dónde viene ese aumento de malestar y de síntomas. Cuando se empezó a estudiar a las mujeres víctimas de violencia machista lo primero que se hizo fue buscar en su psiquismo las causas de que fueran vulnerables a las parejas violentas, es decir, se las culpabilizó y se las revictimizó desde el tratamiento. O bien podían recurrir a aquellas mother`s little helper -esa pequeña ayuda para las madres- que cantaban los Stones, en forma de pastillas con anfetaminas para aguantar el tirón de una vida de mierda. El cambio vino, en el ámbito de los tratamientos psicológicos, de la mano de un movimiento político y social: el feminismo. El adoptar la perspectiva de género en la terapia nos hecho mejores terapeutas no solo de mujeres sino también de hombres, nos empodera a todos y, sobre todo, nos da lucidez –la clave de cualquier terapia- sobre una poderosa causa de nuestro sufrimiento. En mi opinión debemos añadir a esta perspectiva de género lo que podríamos llamar la perspectiva de clase. Sé que esta palabra, la clase, levanta ronchas y que enseguida se la tachara de desfasada pero solo hay que fijarse en que cuanto más a la derecha más desfasada la ven, mira tú que casualidad. ¿Qué parte de los síntomas depresivos, ansiosos, del desánimo existencial, de las adiciones derivan de las condiciones de vida impuestas por nuestras élites dominantes y enmascaradas por sus voceros mediáticos? ¿Les curamos, si podemos, y les devolvemos a las mismas condiciones que los enfermaron sin un incremento no solo de autoconciencia sino también de conciencia de lo que sucede fuera de ellos? Un reputado investigador y psicólogo, Seligman, sometió a unos perros a unas descargas eléctricas desagradables en condiciones de imposibilidad de escape. Al principio el perro trataba de escapar, pero al comprobar que no podía agachaba las orejas y esperaba la descarga. Al cabo del tiempo, al perro se le retiraban los impedimentos para escapar, pero el perro ya no lo hacía, esperaba sumisamente la siguiente descarga. Seligman llamó a este fenómeno Indefensión Aprendida ¿les suena? ¿lo pillan? La conciencia en los tratamientos psicológicos de esta perspectiva de clase no es nueva, en los años 60/70 fue parte importante del debate de nuestra profesión. Gente como Laing, Cooper, Basaglia o Steiner incidieron en esta cuestión, pero el asunto fue desapareciendo hasta convertir a la psicología en una profesión de ayuda en su peor acepción: te curamos la herida y te devolvemos a la trinchera. La política es parte de nuestra profesión, tomemos conciencia de cómo nos afecta. La perspectiva de género no es una cuestión técnica, es política, solo hay que fijarse en el trato que da al feminismo la derecha, desde la condescendencia hasta el enfrentamiento. La perspectiva de clase está alineada con la de género y apelar a la neutralidad del terapeuta no hará sino oscurecer lo que realmente sucede y nos hará cómplices del amo.

En fin, que no será indiferente para nuestro trabajo quién elaborará la futura ley de salud mental, ni la de vivienda, ni la de las pensiones, ni las de salarios y condiciones de trabajo.

La convocatoria de nuevas elecciones ha dejado pendiente, entre otras, la ley de salud de mental, lo que quiere decir que habrá que abordarla en la próxima legislatura. Y, desde luego, no será lo mismo si la aborda un gobierno de izquierdas o uno de derechas, sobre todo de las derechas españolas: neocons y fascistas en alegre comandita. Como profesional de la salud mental soy testigo del incremento de demanda de atención psicológica en nuestro país, los centros de salud mental y las consultas privadas están desbordados, con una afluencia especial de jóvenes. El bullying y el suicidio juvenil han llegado a las páginas de los periódicos por su alarmante incidencia. Pero no solo los jóvenes, la sociedad en general muestra su malestar con una demanda de atención psicológica y un consumo de psicofármacos que ha disparado sus números con respecto a cualquier otra época. Cuando se habla de esta cuestión se incide mucho más en la necesidad de incrementar los recursos asistenciales que en la conciencia de las causas de ese aumento de demanda, es decir, de preguntarse de dónde viene ese aumento de malestar y de síntomas. Cuando se empezó a estudiar a las mujeres víctimas de violencia machista lo primero que se hizo fue buscar en su psiquismo las causas de que fueran vulnerables a las parejas violentas, es decir, se las culpabilizó y se las revictimizó desde el tratamiento. O bien podían recurrir a aquellas mother`s little helper -esa pequeña ayuda para las madres- que cantaban los Stones, en forma de pastillas con anfetaminas para aguantar el tirón de una vida de mierda. El cambio vino, en el ámbito de los tratamientos psicológicos, de la mano de un movimiento político y social: el feminismo. El adoptar la perspectiva de género en la terapia nos hecho mejores terapeutas no solo de mujeres sino también de hombres, nos empodera a todos y, sobre todo, nos da lucidez –la clave de cualquier terapia- sobre una poderosa causa de nuestro sufrimiento. En mi opinión debemos añadir a esta perspectiva de género lo que podríamos llamar la perspectiva de clase. Sé que esta palabra, la clase, levanta ronchas y que enseguida se la tachara de desfasada pero solo hay que fijarse en que cuanto más a la derecha más desfasada la ven, mira tú que casualidad. ¿Qué parte de los síntomas depresivos, ansiosos, del desánimo existencial, de las adiciones derivan de las condiciones de vida impuestas por nuestras élites dominantes y enmascaradas por sus voceros mediáticos? ¿Les curamos, si podemos, y les devolvemos a las mismas condiciones que los enfermaron sin un incremento no solo de autoconciencia sino también de conciencia de lo que sucede fuera de ellos? Un reputado investigador y psicólogo, Seligman, sometió a unos perros a unas descargas eléctricas desagradables en condiciones de imposibilidad de escape. Al principio el perro trataba de escapar, pero al comprobar que no podía agachaba las orejas y esperaba la descarga. Al cabo del tiempo, al perro se le retiraban los impedimentos para escapar, pero el perro ya no lo hacía, esperaba sumisamente la siguiente descarga. Seligman llamó a este fenómeno Indefensión Aprendida ¿les suena? ¿lo pillan? La conciencia en los tratamientos psicológicos de esta perspectiva de clase no es nueva, en los años 60/70 fue parte importante del debate de nuestra profesión. Gente como Laing, Cooper, Basaglia o Steiner incidieron en esta cuestión, pero el asunto fue desapareciendo hasta convertir a la psicología en una profesión de ayuda en su peor acepción: te curamos la herida y te devolvemos a la trinchera. La política es parte de nuestra profesión, tomemos conciencia de cómo nos afecta. La perspectiva de género no es una cuestión técnica, es política, solo hay que fijarse en el trato que da al feminismo la derecha, desde la condescendencia hasta el enfrentamiento. La perspectiva de clase está alineada con la de género y apelar a la neutralidad del terapeuta no hará sino oscurecer lo que realmente sucede y nos hará cómplices del amo.

En fin, que no será indiferente para nuestro trabajo quién elaborará la futura ley de salud mental, ni la de vivienda, ni la de las pensiones, ni las de salarios y condiciones de trabajo.