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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

El enfermero que grabó a cientos de mujeres en la Carlos III hizo vídeos de las mismas víctimas a lo largo de años

Pedro Águeda

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En ropa interior, desvistiéndose o con el torso desnudo, las víctimas de S. B. que ya han prestado declaración ante la Policía se sorprenden de la calidad de las fotos y vídeos que captó durante años el amable enfermero que las atendía cuando acudían al Centro de Salud Laboral que la Universidad Carlos III tiene en los campus de Getafe y Leganés. Detenido en julio por la Policía Nacional, el enfermero guardaba en un ordenador archivos de al menos 200 mujeres, personal docente o administrativo, que llevaban una década tratándolo como a un compañero más de la universidad, aunque fuera personal externo. “Hay quien dice ahora que no le gustaba, pero conmigo siempre fue atento. Se preocupaba si sabía que te habías hecho una prueba. Era amable, quizás un poco anodino”, relata una de las víctimas a elDiario.es.

S.B. tiene cuarenta y pocos años y la primera parte de la mañana de los días laborables la ha pasado en el campus de Getafe de la Universidad Carlos III a lo largo de la última década. Así que si algún empleado de la universidad, ya fuera docente, investigador o administrativo, necesitaba de su atención profesional, allí estaba él, en la sala que se comunicaba con una puerta con la consulta del médico. En ese habitáculo, durante las primeras semanas de cada año, S. B. hacía varias pruebas a los empleados de la Carlos III que decidían aprovechar el chequeo que les ofrecía la universidad por medio de Quirón, la empresa externa proveedora de servicios sanitarios para la que trabajaban enfermero y médico.

Peso, capacidad pulmonar, análisis de sangre... Y electros, lo que implicaba que el personal tuviera que quitarse la ropa ante S. B. Nada hizo sospechar a las mujeres que durante años, su compañero las había grabado para guardar después las imágenes en el ordenador de su casa, en archivos que en ocasiones estaban clasificados por sus nombres. Hasta que en pleno proceso de separación, la mujer de S. B. se presentó en la comisaría de Aranjuez y contó a los policías el secreto que había descubierto de su entonces marido.

Algunas víctimas creen que los vídeos incluso pudieron ser editados con un tratamiento de imagen para difuminar el fondo, por ejemplo, y resaltar así la figura de cada mujer que grababa. En los archivos visionados hasta ahora, las víctimas aparecen con su rostro nítido, perfectamente identificables.

La Policía cree haber localizado a unas 200 mujeres, todas de los dos campus universitarios, en los numerosos archivos, que pueden ser miles, entre vídeos y fotos. El grupo de Policía Judicial de la comisaría de Aranjuez tendrá una cifra más exacta cuando termine de entrevistarse con profesoras, catedráticas, investigadoras o administrativas, a las que ha citado para los próximos días en ambos campus o en la propia comisaría de la localidad madrileña.

Este martes, en las instalaciones universitarias de Getafe, la Policía citó a una veintena en una sala donde les mostraba fotogramas y les ofrecía ver los vídeos. Unas accedieron, otras prefirieron evitarse el trago. Bastaba con constatar que eran ellas. Y así se veían: en imágenes, algunas de hace años, con distintos peinados, con alguna ropa que ya no se ponen... y con su desnudez. Prestaban declaración ante los agentes y firmaban. La Universidad se ha personado en las diligencias previas como acusación particular y ha ofrecido sus servicios jurídicos a las mujeres víctimas de las grabaciones.

Tras las declaraciones de las mujeres que trabajan en el campus de Getafe, donde se ubican la facultad de Ciencias Sociales y Jurídicas y la de Humanidades, los agentes visitarán el campus de Leganés, que acoge las ingenierías. A este último campus se dirigía S. B. a media mañana, hasta que concluía su jornada para la Carlos III, al mediodía.

En 2020 no hubo revisiones médicas porque la mayoría del personal estaba en su casa, teletrabajando. Pero cuando al principio de este curso se ha comenzado a retomar la actividad en la universidad, el personal comenzaba a preguntar por el enfermero, extrañados por su ausencia. Los que aún no se habían enterado de qué había pasado con S.B. lo descubrían minutos después de las tres de la tarde, cuando de un teléfono a otro saltaba la información de elDiario.es.

Un delito de revelación de secretos

Ahora, el enfermero está acusado de un delito de descubrimiento y revelación de secretos, recogido en el artículo 197.1 del Código Penal, y que castiga con entre uno y cuatro años de cárcel aquel que, entre otras acciones, obtenga sin consentimiento de la víctima una grabación que vulnere su intimidad. Fuentes jurídicas explican que si se acredita que fueron tantas mujeres las víctimas de S.B. se arriesga a una condena el triple de la mayor, esto es, cuatro años por tres, un total de 12 de prisión. Los plazos de caducidad del delito obligarían a dejar fuera las grabaciones realizadas hace más de cinco años. Hay víctimas que se han reconocido en imágenes de hace dos o tres años.

Sin embargo, las condenas impuestas en los últimos años por el Tribunal Supremo en casos similares distan de penas tan altas, informa Alberto Pozas. Uno de los casos sentenciado es el de un mosso d'Esquadra que instaló una cámara oculta en el vestuario que usaban sus compañeras de la comisaría de Badalona. Los jueces le impusieron un año de cárcel por los diecisiete delitos consumados de descubrimiento y revelación de secretos, uno por cada víctima. 

En el caso de un jefe de tráfico de la Policía Local de Zaragoza, la pena subió hasta los tres años de cárcel por grabar con una cámara oculta en un boli las partes íntimas de catorce compañeras. Para ambos policías, los tribunales establecieron indemnizaciones para las víctimas: 4.000 para cada una en la causa del mosso y entre 300 y 7.000 euros en el caso de Zaragoza por las secuelas psicológicas que sufrieron algunas víctimas. 

En el caso del enfermero de la Carlos III, las víctimas se cuentan por centenares.

Si conoces detalles de este caso, puedes escribir de forma confidencial a pistas@eldiario.es